¡Qué grosero!

La falta de cortesía al comunicarnos es algo muy dañino para nuestras relaciones personales. Sin embargo, esto se ha convertido en algo tan habitual que posiblemente ni siquiera nos damos cuenta cuando somos descorteses. ¡Qué grosero!

Las conversaciones educadas y amables parecen ser cada vez menos comunes tanto en el hogar como en el trabajo, la radio y en la televisión. Las nuevas generaciones están aprendiendo a través del ejemplo que ser descortés no solo es aceptable, sino que además es necesario.

Y entre tanta rudeza, hay algo muy valioso que se está perdiendo en nuestra sociedad.

¿Comunicación o competencia?

Cada vez que encendemos la radio o la televisión, pareciera que bastan sólo algunos minutos para presenciar al menos una de las siguientes situaciones:

  • Alguien levantando la voz o gritándole a otra persona.
  • Alguien interrumpiendo y hablando mientras otro habla.
  • Varias personas hablando al mismo tiempo y tratando de ahogar las voces de los demás para imponer su propia opinión.

Y, a menudo, la persona que habla más fuerte o con más insistencia es quien finalmente toma la palabra. ¡Qué grosero!

Descortesía en el trabajo

Muchas veces, la falta de cortesía puede estar presente incluso en nuestro lugar de trabajo. ¿Cuántas personas no han sido interrumpidas con palabras hostiles, fuertes o llenas de ira para evitar o tratar de evitar que terminen de expresar lo que piensan?

Si alguien pasara por su oficina, negocio o sala de reunión, ¿escucharía tal descortesía? Lamentablemente, algunos lugares de trabajo se ven muy influenciados por un espíritu de competencia que genera una comunicación negativa. Y como consecuencia, a veces sentimos que si no somos descorteses, imponentes, u ofensivos no seremos escuchados. Pero esto no debería ser así.

Descortesía en el hogar

¿Y qué hay de su casa? ¿Se ha convertido en un lugar donde la competencia de gritos continúa? Si alguien pusiera un micrófono en su cocina, sala de estar o habitación, ¿escucharía el mismo sonido desagradable de voces compitiendo—cada una más estridente que la anterior? ¿Acaso los miembros de su familia gritan más que los otros para expresar su opinión? Esto no debería suceder.

¿Quién es el que convence a los demás finalmente? ¿Aquél con la opinión más sensata o el que grita e interrumpe con más fuerza? ¿Es común que sus hijos levanten la voz o le interrumpan constantemente para salirse con la suya? ¡Qué groseros! Y esto tampoco debería suceder.

El arte olvidado del debatir

El arte del debate civilizado parece estar quedando en el olvido rápidamente. Debatir o discutir un tema es tener una conversación grupal reflexiva, no una pelea de gritos. Pero a veces las personas se enfocan tanto en demostrar que su opinión es la correcta que gritan por encima de los demás para sentirse superiores.

Y lamentablemente, puede suceder que la persona que imponga su opinión con más fuerza sea también la más equivocada. Es como si levantar la voz compensara la falta de razón.

¿Qué significa ser grosero?

Según thefreedictionary.com, ser grosero es ser “relativamente incivilizado; primitivo…de condición rudimentaria, hostil, inacabada…Sin la cortesía y refinamiento de la vida civilizada; ordinario…Maleducado; descortés…Brusca y desagradablemente imponente”.

No importa cómo definamos a una persona que se comunica de forma grosera, ¡éste nunca será un atributo positivo! A nadie le gustaría ser caracterizado de esta manera.

Hoy en día la desagradable costumbre de hablar o gritar por encima de otros, interrumpir y hacer callar a los demás es demasiado habitual. Esto no es comunicación; es competencia. ¡Qué grosero!

¿Es usted grosero?

¿Qué pasa con usted? Si sus conocidos le describieran, ¿dirían: “No se puede hablar con ella. Cuando intentas expresarle tu opinión, siempre te interrumpe o habla mas alto que tu y no permite que nadie sea escuchado más que ella”? ¿O: “Se comunica como cavernícola; si no le gusta lo que dices, trata de intimidarte con palabras fuertes e imponentes hasta que dejas de hablar. Y entonces cree que todos finalmente concuerdan con él, cuando, en realidad, ¡lo único que quieren es evitar un pelea!”?

O por el contrario, ¿es usted conocido por averiguar las ideas de otros y tomar en cuenta sus opiniones? Cuando alguien se acerca a hablarle, ¿lo hace sabiendo que será realmente escuchado en lugar de ser intimidado o acallado con gritos?

Cortesía y distinción

Una de las características de una sociedad civilizada es la capacidad de sus miembros para escuchar y tener en cuenta los pensamientos e ideas de otros. Pero esto es imposible cuando alguien interrumpe o hace callar a los demás descortésmente.

Y una de las cosas que distinguen a una persona cortés y civilizada es su disposición para tomar en cuenta las opiniones de otros y tratarlos con respeto. De hecho, quienes creen tener tanta razón que merecen imponer su opinión a gritos son personas bastante inseguras. Al final del día, no es la opinión más estridente la que debe prevalecer sino la más sensata.

Es interesante notar que los judíos de Berea del primer siglo son descritos en la Biblia como excepcionalmente ejemplares, “pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11) en lugar de acallar descortésmente las nuevas ideas que el apóstol Pablo les estaba enseñando.

Sí, es cierto que usted puede obtener el reconocimiento de los demás siendo estridente, descortés e imponente, pero esto no le servirá con Aquél cuya atención importa más que la de cualquiera—nuestro Dios Creador. “Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra.” (Isaías 66:2, Nueva Versión Internacional).

Venza la descortesía

Si usted reconoce que a veces puede ser descortés, tal vez se esté haciendo las siguientes preguntas: ¿Cómo puedo dejar de tratar mal a los demás? ¿Qué puedo hacer para ser más amable y educado? Estas son algunas sugerencias para ayudarle a vencer la descortesía:

  • Controle su lengua

Uno de los peores enemigos de la cortesía es la falta de auto control. Saber controlar el impulso de interrumpir a alguien para manifestar nuestra opinión es un signo de sabiduría que además nos permite realmente escuchar las opiniones de otros. “El que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de angustias” (Proverbios 21:23).

  • Sea respetuoso

Cuando interrumpimos o le gritamos a alguien, le estamos faltando el respeto. Pero cuando tenemos el auto control para permitir que otros hablen, les mostramos respeto y aprecio. Honrar a otros de esta manera requiere humildad de nuestra parte; implica reconocer que los demás pueden tener algo importante que decir. Como leemos en Proverbios 15:33 “a la honra precede la humildad”.

  • Espere su turno

Esperar nuestro turno para hablar es un regalo para los demás; les permite expresar su opinión antes de que hagamos comentarios o correcciones. “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19).

En un mundo tan deteriorado por la descortesía y la falta de respeto, usted puede—y debería—ser diferente. Comprométase a ser cortés y respetuoso para que nadie pueda decirle “¡Qué grosero!”.

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