¿Enseña la Biblia que nuestro destino ha sido predeterminado—bien para perdernos en un infierno que nunca se apaga o ser salvados en el cielo? ¿Es este el significado de la predestinación?
La predestinación no es el factor determinante para aquel que va a recibir la salvación. La salvación es un regalo de Dios. ¿Cómo funciona pues, este proceso?
En la epístola de Pablo a la Iglesia en Roma encontramos la siguiente afirmación: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). Ya que todos desde Adán y Eva han pecado (Romanos 3:23; 5:12), la pena impuesta a todos es la muerte.
Pero Romanos 6:23 también dice que la vida eterna (salvación) es un don de Dios a la humanidad y es hecho posible en Cristo.
El apóstol Pedro, refiriéndose a Jesucristo dijo: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Ya que la salvación es un don de Dios que es posible únicamente por medio de Jesucristo, ¿qué significaría si el destino de todos estuviera predeterminado por Dios? Si este fuera el caso, tendríamos que asumir que los millones que nunca han tenido la oportunidad de escuchar y aprender acerca de Jesucristo, nunca se pretendió que fueran salvos. Con la muerte, ¡ellos se perderían para siempre!
¿Puede ser esto verdad? Es algo predeterminado por Dios, ¿qué algunos se salven y la mayoría se pierdan para siempre?
El apóstol Pedro respondió esta pregunta cuando dijo que Dios no quiere que “ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
El propósito de Dios para la humanidad
¿Si el deseo de Dios es que ninguno perezca, entonces cual es su propósito para la humanidad?
Hemos visto que la salvación sólo es posible por medio de Jesucristo; y por lo tanto, eventualmente todas las personas tendrán que entender este hecho con el fin de ser salvas de la muerte eterna.
En este momento el regalo de la salvación de Dios está siendo ofrecido sólo a unos pocos—pero la Biblia muestra que la salvación será ofrecida a la mayoría de la salvación en una época posterior. Dios es el único que llama a las personas al entendimiento de lo que se requiere para la salvación, pero, ¡Él no está llamando a todos ahora! Él tiene un plan de salvación definido para todas las personas, pero en ese plan está contemplado el llamamiento de unos pocos primero y después la mayoría mucho tiempo después—no todos son llamados ahora o en el mismo momento.
“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (1 Corintios 1:26).
Jesús llamó a su Iglesia un “pequeño rebaño” (Lucas 12:32) y explicó que “ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44).
Llamados según Su propósito
Aquellos que Dios llama ahora “…conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Ellos están siendo entrenados ahora por medio de varias pruebas y tribulaciones con el fin de desarrollar el carácter santo de Dios. "...Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22).
El carácter justo, desarrollado al vencer y superar estas pruebas y tribulaciones, es algo requerido para poder regir con Jesucristo en su futuro Reino. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono” (Apocalipsis 3:21).
¡Este reino será establecido en la tierra! “Y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Apocalipsis 5:10).
Este grupo de personas estaba predestinado, desde antes de la fundación del mundo o antes de que el tiempo comenzara, a ser llamado ahora. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3-4; vea también 2 Timoteo 1:9).
Hijos de Dios—hermanos y hermanas de Cristo
Aquellos que Dios llama ahora, según su propósito, también están destinados a convertirse en los hermanos menores de Jesucristo, en el mismo estado glorioso en el que Él está. Pablo nos dice: “en amor, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5).
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que antes predestinó, a éstos también llamo; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:28-30).
Aquellos que Dios ha predestinado para que sean llamados ahora, son mencionados como las primicias—los primeros en la cosecha espiritual de Dios de la humanidad. La salvación estará disponible para ellos primero y más tarde para la mayoría de la humanidad. “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18).
La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios
Aquellos llamados por Dios ahora—predestinados para su propósito—heredarán primero el Reino de Dios, pero para que puedan recibir esta herencia, primero deberán ser cambiados de seres humanos físicos, mortales, al estado inmortal, glorificado de Jesucristo.
Como escribiera el apóstol Pablo: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:49-54).
Aquellos predestinados (llamados a recibir la salvación primero)—tanto los que estén vivos como aquellos que hayan muerto—serán cambiados de seres humanos mortales, físicos a seres inmortales semejantes a Cristo. Esto ocurrirá cuando Jesucristo regrese a la tierra.
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado seres arrebatados juntamente con ellos en las nueves para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).
La predestinación forma parte del plan perfecto de salvación que Dios tiene para toda la humanidad y se refiere al momento del llamamiento de Dios. La predestinación no elimina el libre albedrío que cada uno tiene.
En especial, la predestinación se refiere a aquellos que Dios está llamando ahora en esta época. Ellos serán los pioneros, que van a preparar el camino para la mayoría de la humanidad, que eventualmente también va a heredar todas las cosas (Apocalipsis 21:7), bajo el gobierno de Jesucristo en el Reino de Dios.