La Biblia no les promete a los cristianos una vida fácil y sin problemas. ¿Valen la pena las recompensas que Dios ofrece por los sufrimientos a nivel personal y pruebas que enfrentan los cristianos?
Jesucristo dijo que su camino es “difícil” y su puerta “estrecha” (Mateo 7:14). Dios permite que los cristianos tengamos pruebas y problemas serios, aunque nos estemos esforzando por obedecerle y agradarle.
Promesa de pruebas y dificultades
Durante su primer viaje misionero, el apóstol Pablo les habló a los que se habían convertido, “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22, énfasis añadido).
Jesús también dijo en Juan 16:33: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.
En su primera epístola el apóstol Pedro animó a sus lectores: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría” (1 Pedro 4:12-13, énfasis añadido).
El resultado final del fuego de prueba es para que “gocéis con gran alegría” cuando Cristo aparece en su gloria y ofrece una gloria similar a los verdaderos cristianos.
¿Por qué Dios permite las pruebas?
Hay una cualidad vital que Dios quiere que todos los seres humanos tengan antes de permitirles entrar en su Reino. Esta cualidad de crucial importancia, que Dios no puede crear al instante, es un carácter santo y justo. Este tipo de carácter se tiene que desarrollar en cada cristiano antes de que pueda recibir la recompensa de la vida eterna en el Reino de Dios.
¿Qué es un carácter justo?
Herbert W. Armstrong, una de las voces más influyentes en educación bíblica del siglo XX, sugirió esta definición: “El carácter perfecto, santo y justo es la capacidad, en un ente independiente, de llegar a discernir el camino correcto y verdadero del falso, de entregarse voluntaria, total e incondicionalmente a Dios y su camino perfecto, de acatar a Dios y rendirse ante Él, de decidirse a vivir bien y a obrar bien aún en contra de las tentaciones y los deseos... pero solo después de pruebas severas” (El Misterio de los Siglos, p. 58).
Las pruebas y las tribulaciones son el principal medio por el cual los cristianos desarrollan un carácter justo. Las pruebas son parte del proceso de entrenamiento que los futuros hijos de Dios deben experimentar durante esta vida física (Hebreos 12:9-11).
El autor de Salmos 119 entendió la importancia de sus pruebas personales: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba, Mas ahora guardo tu palabra”. Además: “Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca, Que millares de oro y plata” (Salmos 119:67, 71-72).
El autor del libro de Hebreos era consciente de que Dios nunca corrige ni permite que los cristianos experimenten pruebas, excepto para el bien de los implicados. Escribió: “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?... Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados” (Hebreos 12:5-7, 11, énfasis añadido).
Producir muchos frutos
En Juan 15:1-2 Jesucristo usó una analogía de una vid para ilustrar la necesidad de convertirse en mejores cristianos: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (énfasis añadido).
Nuestro Padre Celestial es glorificado cuando llevamos mucho fruto (v. 8). Él sabe qué aspectos de nuestro carácter necesitan ser limpiados para que podamos crecer aún más, para alcanzar nuestro increíble potencial.
El apóstol Pablo animó al joven evangelista Timoteo: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él [simbólicamente a través del proceso de arrepentimiento y bautismo], también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará” (2 Timoteo 2:11-12, énfasis añadido). ¡Éstas son promesas que no debemos ignorar!
La salvación y nuestra recompensa final
El impresionante plan que Dios ha diseñado para la humanidad muestra el amor y la preocupación que tiene por aquellos que están dispuestos a entregar sus vidas a Él.
El impresionante plan que Dios ha diseñado para la humanidad muestra el amor y la preocupación que tiene por aquellos que están dispuestos a entregar sus vidas a Él. Veamos estos extraordinarios versículos de la Biblia:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:1-2, énfasis añadido).
Analice el significado de estos versículos.
La palabra “mirad” significa básicamente “todos ustedes presten especial atención a esto”.
“Seremos semejantes a Él” —moldeados como Él, tanto por fuera como por dentro— con cuerpos espirituales poderosos y deslumbrantes y mentes brillantes y claras. En Filipenses 3:20-21 se nos da una descripción: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (énfasis añadido). Todas las cosas van a estar bajo su control.
Los versículos 1 y 2 de 1 Juan 3 se refieren a Dios como “el Padre” y a los verdaderos creyentes como “hijos”. Claramente, esto representa una relación familiar basada en el amor entre el Padre y sus hijos. Cristo les enseñó a sus discípulos como orar al Padre (Mateo 6:9). Cuando Cristo regrese, los verdaderos cristianos van a ser resucitados a la inmortalidad y se les llama “hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lucas 20:36). Van a ser dotados de cuerpos espirituales glorificados como miembros de la familia de Dios.
Además, 1 Juan 3:3 afirma: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él [Cristo] es puro”. Seguramente no puede haber una motivación más grande para que los cristianos se “purifiquen” que agradar al Padre y tener un deseo apremiante de parecerse más a Jesucristo por toda la eternidad.
Ejemplos bíblicos de fe y perseverancia
El apóstol Pablo, al final de su vida, tenía un enfoque muy claro de su increíble recompensa y potencial: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:6-8, énfasis añadido).
Abraham, es el padre de los fieles, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10). Él creyó que Dios iba a cumplir su promesa de traer la Nueva Jerusalén desde el cielo a la Tierra, y que tendría parte en el futuro gobierno de Dios, que se va a establecer dentro y fuera de la ciudad (Apocalipsis 21:10-27).
Mientras estaba en Egipto, Moisés tomó una decisión muy valiente al rechazar “los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón... porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:24-27, énfasis añadido).
Otros personajes de fe en Hebreos 11 “…murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (énfasis añadido). En lugar de fijar sus aspiraciones en las cosas de este mundo, dieron a entender claramente “que buscan una patria” —en otras palabras, el lugar que Dios ha preparado para sus fieles servidores (vv. 13-16).
El cambio de cuerpos físicos a cuerpos espirituales
Job habló con seguridad acerca de un futuro “cambio” que él esperaba: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, Hasta que venga mi liberación.” (Job 14:14, énfasis añadido).
¿Qué cambio?
Dios nos da la oportunidad de ser parte de su gobierno y de su familia, lo que va a traer cambios increíbles.
Miles de años después el apóstol Pablo, bajo inspiración, dio una respuesta. Les escribió a los miembros de la Iglesia de Dios en Corinto: “Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”. Continuó: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta [cuando Cristo regrese]; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:50-52, énfasis añadido). Sí, se avecina un cambio para los cristianos fieles.
Entonces, finalmente, ¡habrá salvación y victoria!
La máxima prioridad en nuestra vida
Pablo le dio ánimo a los elegidos de Dios en la ciudad de Roma, los llamó “herederos de Dios”, pero en términos más dramáticos: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Continuó: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:17-18, énfasis añadido).
Una vez que entendemos el asombroso propósito de Dios, podemos recordar las palabras de Pablo cuando responde a su propia pregunta en Romanos 8:35: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”, responde: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (vv. 38-39, énfasis añadido).
Dios nos da la oportunidad de ser parte de su gobierno y de su familia, lo que va a traer cambios increíbles. Veamos cómo va a renovar todas las cosas: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Si entendemos el plan de Dios y el propósito para cada uno de nosotros —nuestro potencial y destino final— depende de nosotros decidir si queremos ser parte de su plan. La oferta de Dios es la mayor oportunidad que se puede le puede ofrecer a alguien. ¿Se le ocurre algo que sea más asombroso y maravilloso?
Volvamos a la pregunta del principio: ¿Valen la pena las adversidades, los sacrificios y las pruebas que enfrentan los cristianos? Por supuesto que sí, si usted valora y aprecia la recompensa que Dios le promete a aquellos que están dispuestos a ponerlo a Él como la máxima prioridad en su vida y a perseverar hasta el final, ¡sin importar lo estrecho y difícil que sea el camino!
La decisión que usted tome va a tener una repercusión que va a perdurar, no sólo en esta vida, sino para toda la eternidad. Usted debe ser un “buen siervo y fiel” y así poder escuchar las palabras de Cristo a su regreso: “Entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21, 23).