Guerra en la Biblia: ¿por qué el pueblo de Dios fue a la guerra?

¿Hay diferentes enseñanzas acerca de la guerra en la Biblia? ¿Acaso Dios cambió de parecer con respecto a la guerra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento?

Jesucristo enseñó que debemos ser pacificadores, volver la otra mejilla y amar a nuestros enemigos (Mateo 5:9, 39, 43-44). Además, advirtió que “todos los que tomen espada, a espada perecerán” (Mateo 26:52). Jesucristo amplió el significado espiritual del sexto mandamiento para incluir el enojo y los insultos como formas de pecado (Mateo 5:21-22). Explicó que su Reino no es de este mundo y que, por lo tanto, sus siervos no pelearían por defenderlo (Juan 18:36). La enseñanza del Nuevo Testamento acerca de la pelea es clara.

Entonces, ¿por qué permitió Jesucristo, la Roca de Israel en el Antiguo Testamento (1 Corintios 10:4), que su pueblo fuera a la guerra en aquel tiempo? ¿Hay diferentes enseñanzas acerca de la guerra en la Biblia?

No todo lo que Dios permite es de acuerdo a su deseo

El hecho de que Dios permitiera a su pueblo ir a la guerra no significa que la guerra era su deseo.

Por ejemplo, analicemos lo que Jesús dijo acerca del divorcio. Cuando Jesucristo defendió la santidad del matrimonio dijo: “lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” y los fariseos le preguntaron: “¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio, y repudiarla?”. Él respondió: “por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así” (Mateo 19:6-8).

Lo mismo sucede con la guerra. Dios permitió que los israelitas pelearan muchas de estas guerras debido a su falta de fe y a la dureza de su corazón. Pero, desde un principio, Dios había dispuesto pelear las batallas del pueblo de Israel.

Cuando Dios peleó por ellos

Durante el Éxodo, Dios protegió a los israelitas y destruyó al ejército egipcio sin la ayuda del pueblo de Israel; lo único que ellos hicieron fue caminar a través del mar rojo (Éxodo 14:14, 30). La voluntad de Dios era echar “fuera al cananeo” delante de ellos (Éxodo 23:29).

A través de los años, hubo algunos ejemplos dramáticos de la intervención de Dios a favor de su pueblo. El tumbó los muros de Jericó (Josué 6), y Él hizo que todo el ejército sirio escuchara ruidos que lo atemorizaron y lo hicieron salir corriendo sin que hubiera una pelea (2 Reyes 7:6-7). Pero, la mayoría de las veces Israel escogió confiar principalmente en sí mismo. Cuando decidían pelear, raramente se echaban para atrás.

Cuando Israel rechazó a Dios

Ya en la frontera de la tierra prometida, el pueblo de Israel se enteró de que en ella habitaban gigantes y que sus ciudades eran fuertes y estaban amuralladas. Al oír estas noticias, los israelitas olvidaron que Dios había destruido al ejército egipcio por ellos y, sintiéndose incapaces de vencer en la batalla, se rebelaron contra Él y decidieron regresar a Egipto (Números 14:1-4). Después, los israelitas cambiaron de opinión y se dispusieron a invadir por ellos mismos la tierra prometida, pero era demasiado tarde, como Moisés les advirtió, “caeréis a espada; por cuanto os habéis negado a seguir a Jehová, por eso no estará Jehová con vosotros” (Números 14:43).

Esta derrota fue sólo el comienzo del desvío de la confianza de Israel, pues, a partir de entonces, se fiaron de su propio ejército en lugar de esperar en Dios. Si bien algunas veces pidieron ayuda a Dios para vencer en batalla, rara vez confiaban totalmente en Él. Así, debido a la dureza del corazón de los israelitas, Dios permitió que pelearan sus propias batallas e, incluso, les dio leyes para regularlas. En consecuencia, la historia del pueblo de Israel, como la de cualquier otra nación, se vio marcada por batallas, héroes de guerra, victorias y derrotas.

De esta manera, a pesar de no ser la voluntad de Dios, el pueblo de Israel se dejó envolver por una cultura de guerra. Incluso a David, quien fue un hombre conforme al corazón de Dios, no le fue permitido construir el templo de Dios, pues había “derramado mucha sangre” (1 Crónicas 22:8).

La esperanza del Antiguo Testamento: el fin de la guerra

Muchas de las profecías que encontramos en el Antiguo Testamento hablan sobre los horrores de guerras futuras. No obstante, estas mismas profecías anuncian también un futuro de paz.

El profeta Isaías describe algunos de los maravillosos eventos que tendrán lugar después del regreso de Jesucristo a la tierra, cuando las personas “volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

Eventualmente, Jesucristo, el Príncipe de Paz, pondrá fin a las guerras y restaurará la paz en el universo como siempre lo deseó (Isaías 9:6).

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