El productor de leche de Wisconsin, Randy Roecker, se suicidó hace una década cuando la recesión sobrevino justo cuando había invertido millones de dólares para expandir la granja familiar. Roecker dijo: “Usted siente como que está en un pozo y está esforzándose por salir de él. Estamos luchando mucho. Mis amigos en la ciudad no tienen idea de lo que estamos pasando. Con cada lote de leche que se va, perdemos dinero” (Drovers.com).
Una mujer de 35 años, contó esta conmovedora historia:
“Me siento como un fantasma…
“Me consideraba creativa —buena escritora, poetisa, apasionada, curiosa. Ahora, varios años después de soportar trabajos exigentes que no inspiraban nada, varias rupturas sentimentales, traslado tras traslado, problemas financieros, francamente me siento exhausta…
“Mi apatía se manifiesta de formas extrañas. Estoy bebiendo demasiado y cuando en ciertas ocasiones veo a mis amigos, todo termina en que me embriago, o me pongo furiosa o triste o ambos, y con eso los alejo…
“Ahora me siento increíblemente vacía” (“Estoy en la ruina y sin amigos y he desperdiciado toda mi vida”, medium.com).
La historia de cada persona le rompe a uno el corazón, y hay muchas de ellas.
A lo largo de la historia, las personas comunes se han sentido sin ayuda para cambiar el mundo —y con frecuencia impotentes para cambiar su propia situación. Pero los seres humanos son increíblemente resilientes, con una obstinada racha de optimismo. Generalmente albergamos la esperanza de que alguien pueda hacer algo o sólo que las condiciones puedan cambiar.
Pero algunas veces la vida nos golpea hasta el punto en que cruzamos la línea de la impotencia a la desesperanza.
Desesperanza en las noticias
Veamos algunos titulares recientes:
- “Surgen los suicidas en una Venezuela sin esperanza” (Bloomberg.com).
- “Los civiles en Israel y Gaza se sienten impotentes en medio de nuevas luchas” (APNews.com).
- “Desesperanza e incremento en la tasa de suicidios en América” (AJC.com).
- “Detrás de la placa: Gran estrés y desesperanza contribuyen a la alta tasa de suicidios en la policía” (The Trentonian).
- “Después de una sobredosis: el viaje de la familia al duelo y a la desesperación” (TheIntelligencer.net).
Estrategias inadecuadas para manejar las situaciones
Muchas personas enfrentan retos similares y tal vez puedan estar al borde de la desesperanza. Con demasiada frecuencia encuentran mecanismos malsanos para afrontarlos y tratan de enmascarar u olvidar sus frustraciones, desánimo y ansiedades.
Aquellos que se vuelcan al alcohol se pueden encontrar inmersos en una oleada de remordimientos. Las sustancias químicas y las adicciones no hacen nada para resolver los problemas e inevitablemente los empeoran. La epidemia de opioides y las tasas de suicidio en espiral, demuestran que todas estas estrategias para enfrentarlos terminan en la muerte.
Nuestro mundo pareciera estar en un camino similar de desesperación y autodestrucción. Consciente o inconscientemente, quebrantamos leyes y esto produce malos resultados automáticamente. Luego, tratamos de escapar de las consecuencias negativas haciendo cosas que lo único que logran es empeorarlo todo. Todos necesitamos —este planeta clama por ello— soluciones reales y esperanza genuina.
Nuestro Creador sabe de esta gran brecha en nuestros corazones y mentes y ha registrado las soluciones en su libro de instrucciones, la Santa Biblia.
Nuestro Creador sabe de esta gran brecha en nuestros corazones y mentes y ha registrado las soluciones en su libro de instrucciones, la Santa Biblia. La Biblia está llena de personas reales que se enfrentan a problemas reales. Nos da acceso a un “fortísimo consuelo” y a una esperanza “segura y firme ancla del alma” (Hebreos 6:18-19) —si escuchamos y obedecemos.
El mensaje de Jeremías
El mismo Jeremías se enfrentó a una tarea aparentemente sin esperanza. Después de 23 largos años de predicar el mensaje de Dios de arrepentimiento y esperanza, él resumió el resultado: “Ha venido a mí palabra del Eterno, y he hablado desde temprano y sin cesar; pero no oísteis” (Jeremías 25:3).
Y no fue sólo Jeremías. Todos los profetas de Dios habían estado diciendo: “Volveos ahora de vuestro mal camino y de la maldad de vuestras obras” (v. 5). Si las personas se hubieran arrepentido, habrían estado seguras, pero su continua desobediencia a las leyes de Dios eventualmente los condujo a 70 años de cautividad en Babilonia (v. 11).
Si miramos el mundo actual desde la perspectiva de Dios, podemos ver que nuestros pecados son igual de malos o peores. (Para ver algunos ejemplos, vea nuestro artículo “¿Por qué está Dios enojado con Estados Unidos?”.) Y los riesgos son ahora más grandes. Como Jesús profetizó, la maldad abunda, el amor se está enfriando y la supervivencia humana está en entredicho (Mateo 24:12; 21-22; vea nuestro artículo “La profecía del Monte de los Olivos”).
Pero Dios no se ha rendido con las personas de la época de Jeremías. Y no se ha rendido con nosotros hoy.
Un futuro y una esperanza
Dios inspiró a Jeremías para que registrara estas palabras de ánimo y se las enviara a los cautivos judíos en Babilonia:
“Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Eterno, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:10-13).
Finalmente, después de la derrota y el cautiverio, las personas estaban dispuestas a oír y a buscar a Dios. ¿Necesitaremos lo mismo hoy?
Tristemente parece que sí. Como síntoma de un mundo trastornado, después de años de tribulación y la falta de un arrepentimiento general, las personas se lamentarán cuando Jesucristo regrese (Mateo 24:30). Los ejércitos se reunirán “para guerrear contra el que montaba el caballo” —contra nuestro Salvador y el Rey de Reyes que regresa (Apocalipsis 19:19).
Este esfuerzo equivocado e inútil será pronto sofocado y las personas finalmente estarán listas para escuchar y arrepentirse. Después, nuestro amoroso Dios extenderá su don de “paz y no de mal” a toda la humanidad.
Será un futuro sin igual de paz y prosperidad, una vida significativa con un potencial asombroso.
Lea más acerca de la esperanza que Dios ofrece en nuestros artículos en línea: “Esperanza para los que no la tienen”, “La segunda venida” y “Nuestra esperanza para el futuro”.