Hay dos clases de pan en el mundo: el inflado y el plano. Tal vez los expertos en pan digan que yo estoy simplificando demasiado, pero el punto es que debemos entender lo que el apóstol Pablo dijo a los corintios. Es una orden que Dios ha registrado para nosotros, porque se aplica igual a nosotros hoy —si es que la entendemos.
Generalmente, el pan inflado es más grande por la acción de la levadura u otros ingredientes que lo leudan. El pan plano en general es plano porque no está leudado.
Los hermanos en Corinto entendían esto acerca del pan. También lo entendían a un nivel más profundo porque ellos celebraban la fiesta bíblica de Panes Sin Levadura.
Pablo se refiere a la Pascua y a la Fiesta de Panes Sin Levadura
Sabemos por el contexto que los cristianos en Corinto —tanto los judíos como los de origen gentil— estaban celebrando esta fiesta. Pablo advirtió a los miembros de la Iglesia que no debían estar “envanecidos” por su tolerancia ante un terrible pecado (1 Corintios 5:1-2). Después, él comparó este envanecimiento con el pan.
Veamos su referencia a los dos festivales bíblicos relacionados:
“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (vv. 6-8).
La Pascua se celebra en marzo o abril (Levítico 23:5). La afirmación de Pablo confirma que el sacrificio del cordero pascual anunciaba el sacrificio de Cristo por nuestros pecados.
El día después de la Pascua comenzaba la Fiesta de Panes Sin Levadura (v. 6), que duraba una semana. Al comparar las órdenes bíblicas de remover la levadura y de comer sólo sin levadura como mencionó Pablo, podemos entender la analogía que debemos aprender.
Durante este festival, la levadura representa el pecado y la corrupción —cosas que debemos remover de nuestra vida. El pan sin levadura representa la justicia de Jesucristo —el verdadero “pan de vida” (Juan 6:35)— en nuestra vida.
Lo que hace la levadura
En los tiempos bíblicos, la levadura era el agente leudante más común. En la actualidad contamos con agentes leudantes químicos como por ejemplo el polvo de hornear y el bicarbonato de sodio, y los encontramos en muchas listas de ingredientes también. Todos ellos producen gases que hacen que crezcan el pan, las tortas, o galletas. Por esto es por lo que Pablo comparó los resultados de la levadura con “estar envanecidos”.
Puede profundizar en esto en el recuadro “La vida secreta de la levadura” y en nuestro artículo en línea “¿Qué es la levadura y qué es lo que representa?”.
Fuera la malicia
Pablo identificó específicamente dos ingredientes espirituales que debíamos remover de nuestra vida: “la levadura de malicia y de maldad” (1 Corintios 5:8).
Malicia se refiere básicamente a los malos pensamientos e intenciones. Procede de la palabra griega kakia. El Lexicón griego de Thayer incluye definiciones que nos pueden ayudar a reconocer este ingrediente mortal: “malignidad… mal deseo, deseo de herir... maldad, depravación… maldad que no se avergüenza de quebrantar las leyes… mal, problema”.
Veamos algunos lugares en los que se usa esta palabra griega. Simón el Mago —el hechicero— fue bautizado y estaba tan impresionado con la habilidad que tenían Pedro y Juan para pedirle a Dios el Espíritu Santo, que de una forma egoísta él quería comprar ese poder. Pedro le dijo en Hechos 8:22: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad [kakia], y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”.
Pablo también usó esta palabra griega en 1 Corintios 14:20: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”. ¡No queremos que nuestra malicia crezca! De hecho, los bebés empiezan sin ninguna forma de malicia —y deberíamos ser como ellos cuando se trata de malicia.
Un antídoto para este ingrediente ponzoñoso lo encontramos en Santiago 1:21: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
¡Necesitamos estar bien afianzados en la Palabra de Dios, para que ésta crezca en nuestra mente!
El comentario de Matthew Henry dice: “El gran revoltoso… es la malicia (notas de Proverbios 10:12). Él describe cómo la ira incita a las personas a agitar la contienda como un fuego, “atizando las chispas de la contención… hasta que se vuelve llama, en la que ellos, con un placer inmenso, se calientan sus manos. El gran pacificador… es el amor, que cubre todas las faltas, esto es, las ofensas en las relaciones que ocasionan discordias”.
La malicia puede conducirnos al segundo ingrediente que se menciona en 1 Corintios 5:8.
Maldad
La maldad se refiere básicamente a las acciones malvadas. Se traduce de la palabra griega poneria. Según Thayer, puede significar: “depravación, iniquidad, maldad… malos propósitos y deseos… caminos perversos”. Puede ser aún traducida como “malicia” y es un sinónimo de kakia.
La maldad es progresiva y contagiosa, por eso podemos ver por qué Pablo la comparó con la levadura.
En Efesios 6:12, antes de describir la armadura de Dios, vemos la fuente de la maldad. Pablo dice que luchamos contra “huestes espirituales de maldad”. Satanás y sus demonios incitan a la maldad.
Hechos 3:26 nos da el antídoto. Pedro dijo que Dios envió a Jesús “… para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad”. Esta maldad es la misma palabra de 1 Corintios 5. Jesucristo mismo es el antídoto —aquél que nos aleja de la maldad.
Así que, básicamente, remover la malicia y la maldad significa que debemos deshacernos de la forma perversa de pensar y de cualquier acción que se produzca en ese perverso proceso de pensamiento.
Ahora veamos los dos ingredientes que necesitamos: “panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”.
En sinceridad
Sinceridad es traducida de una palabra griega cuya raíz significa “sincero, puro, sin corrupción, libre de mancha o tacha, hasta el punto de que resiste ser examinado a plena luz del sol” (The Complete Word Study Dictionary New Testament [Diccionario completo de estudio de palabras del Nuevo Testamento].
Esto es lo opuesto de la hipocresía o la malicia y la maldad que se esconden de la vista. La sinceridad puede soportar el escrutinio a plena luz del sol.
¿Cómo luce entonces este ingrediente de sinceridad? El apóstol Pablo advirtió en amor a los corintios acerca de los motivos erróneos de aquellos que estaban tratando de aprovecharse de ellos (2 Corintios 2:17). Pablo, sin embargo, se acercó a ellos con sinceridad: “como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo”. Pablo sabía que Dios lo estaba observando, y Dios conocía la verdad en su corazón. También debemos recordar que Dios siempre está mirándonos.
¿Cuál es la fuente de este ingrediente de sinceridad? “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:1-2). Necesitamos reemplazar la malicia, el engaño y la hipocresía con un deseo genuino de la leche pura de la Palabra de Dios.
Los bebés son sinceros. ¡Ellos dicen lo que sienten realmente! Pero la sinceridad no tiene que ser inmadura. Nuestra sinceridad debe crecer hacia la madurez —no llena de hastío o con sabiduría mundana, sino como plata purificada reflejando perfectamente el carácter de Dios, no sólo en la superficie, sino en el corazón (Malaquías 3:2-3; vea el cuarto punto en nuestro artículo “4 leyes espirituales que son tan importantes como la gravedad”).
Con la sinceridad, también necesitamos el pan sin levadura de verdad.
Verdad
¿Qué es la verdad? En Juan 17:17, Jesús oró: “Tu palabra es verdad”. La Palabra registrada de Dios —la Santa Biblia— es nuestra fuente de verdad.
Pero Satanás ha hecho un increíble trabajo al engañar y cegar al mundo entero. Como dijo Isaías: “Y el derecho se retiró, y la justicia se puso lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir” (Isaías 59:14-15).
Debemos estar llenando nuestra mente y corazón con la Palabra de Dios a través del estudio bíblico personal diario (2 Timoteo 2:15). Eso requiere diligencia, planeación y decisión para hacer del estudio regular no sólo un hábito sino un hábito productivo. La palabra de verdad nos corrige y equipa y nos hace sabios para la salvación (2 Timoteo 3:14-17).
Pablo también nos advirtió que debíamos creer y amar la verdad para no ser atrapados por los poderosos y alucinantes engaños del falso profeta del tiempo del fin y del poder de la bestia (2 Tesalonicenses 2:9-12; Apocalipsis 19:20). El antídoto para el anticristo es ¡el amor por la verdad!
Necesitamos agregar verdad a nuestra vida.
Cómo agradar al maestro pastelero
Hemos visto dos ingredientes espirituales mortales que debemos remover de nuestra vida —malicia y maldad. Y hemos analizado dos ingredientes espirituales sanos que necesitamos agregar a nuestra vida —sinceridad y verdad.
Podemos aprender mucho al estudiar estos ingredientes y preparar un menú sin levadura que sea espiritualmente sano y delicioso —y que agrade al maestro pastelero, nuestro gran Dios Creador.
Recuadro: La vida secreta de la levadura
Algunas de las características de la levadura nos ayudan a entender la analogía de Pablo en 1 Corintios 5.
La levadura funciona:
Invisiblemente. “Sólo un gramo contiene cerca de 25 mil millones de células” (Exploratorium.edu).
Engañosamente. Aunque usted no sepa que la levadura está allí, si las condiciones son adecuadas puede multiplicarse exponencialmente en la masa antes de que usted vea alguna señal. A medida que se alimenta de los azúcares de la masa, se propaga hasta invadir todo el lote.
Poderosamente. Con el tiempo, el resultado se vuelve obvio. Cuando alcanza los 27°C, la levadura en la masa produce suficiente dióxido de carbono para hacer que la masa doble su volumen en 1 a 1 ½ horas.
El pecado, de forma similar, puede trabajar invisible, engañosa y poderosamente para corromper nuestra vida y la vida de los que nos rodean.