Jesucristo dio su vida por nosotros. ¿Cómo deberíamos responder? La respuesta la podemos encontrar en el significado de la segunda fiesta bíblica del año.
Después de rescatar a un hombre sano, los rescatistas abordo del helicóptero de la policía rápidamente tiraron el salvavidas para los cuatro sobrevivientes que estaban aferrados a la sección de la cola del vuelo 90 de Air Florida, en las heladas aguas del Río Potomac.
Ahora, 20 minutos después del choque, los sobrevivientes estaban casi exhaustos y sufriendo los efectos de una hipotermia severa.
Sin embargo, el hombre que agarró el salvavidas se lo pasó a otro pasajero.
¡Y cuando llegó otra vez el salvavidas, él lo cedió nuevamente! ¡Y, luego, otra vez!
“Exhausto por el esfuerzo, entumecido de frío y sin duda debilitado por las heridas, [Arland] Williams no pudo defenderse cuando la sección de la cola del avión primero se estremeció y luego se sumergió en las aguas oscuras, hundiéndose con él” (Oakland Ross, “The case for Virtue [Un ejemplo de virtud], The Toronto Star).
El Sr. Williams, de 46 años, dio su vida el 13 de enero de 1982, para salvar a los otros pasajeros —¡probablemente extraños y desconocidos para él!
¿Salvando enemigos?
Tan asombrosa como pueda ser la historia de Arland Williams, el sacrificio que hizo Jesucristo es más extraño. Jesús nos amó tanto que dio su vida por nosotros, cuando nosotros éramos sus enemigos.
Como el apóstol Pablo lo explicara: “Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:7-10).
Por medio de la muerte de Jesús, representada por la Pascua del Nuevo Testamento, podemos ser justificados —lo que significa que los pecados que nos han separado de Dios son removidos. Pero Pablo dijo que éste no era el fin de la historia. Se debe hacer mucho más —debemos ser salvos por su vida.
¿Qué significa esto? Tal vez usted se sorprenda al descubrir que esta crucial verdad espiritual está íntimamente relacionada con la festividad bíblica instituida por Dios, que la mayoría de las iglesias, menos una, han abandonado.
Conexión de la festividad
Después de que Jesucristo muriera en la fiesta de la Pascua, ¿qué había en la mente de sus discípulos? Sus coterráneos estaban celebrando la fiesta anual de los Panes Sin Levadura y, aunque sus discípulos no se sentían con mucho ánimo de celebrar después de su muerte, ellos también la estaban celebrando.
Ellos sabían que Dios había instruido a Israel a que guardara la Fiesta de los Panes Sin Levadura, justo antes de que Él sacara milagrosamente a su pueblo de Egipto. Poco tiempo después de la muerte de Jesús, Dios le revelaría a la Iglesia del Nuevo Testamento un significado más amplio y más temas de esta Fiesta, mostrando el profundo significado de ser llamados a salir del “Egipto espiritual” y de sacar “la levadura del pecado” fuera de nuestra vida.
Estos temas nos ayudan a responder dos preguntas importantes: ya que Cristo murió por nosotros, ¿qué debemos hacer? ¿Qué significa ser salvos por su vida?
Liberados de la esclavitud
Analicemos el escenario en el que Dios introdujo la Fiesta de los Panes Sin Levadura a Israel.
Imagínese que usted es un esclavo, forzado a realizar una labor sin descanso bajo el sol abrasador de Egipto. Imagínese trabajando bajo el yugo de los duros capataces durante varias décadas. E imagínese a un gobernante tan malvado que exigió la muerte de todos los bebés varones. Ésta era la realidad que vivían los israelitas.
A su debido tiempo, Dios intervino. Primero, Él atrajo la atención del cruel faraón con una sucesión de plagas, pero vez tras vez el faraón se retractó de sus promesas de que dejaría ir a los israelitas. La décima plaga, sin embargo —la muerte de los primogénitos de Egipto en la Pascua— fue un duro golpe; y, finalmente, el faraón permitió que ellos salieran. Así, Dios sacó a su pueblo de la esclavitud en Egipto durante la Fiesta de los Panes Sin Levadura.
Dios utilizó este tema de llamar a la gente a salir de situaciones difíciles para simbolizar la salida del pecado. Los ejemplos los encontramos desde Génesis hasta Apocalipsis (Génesis 12:1; Éxodo 6:6; Isaías 52:1; Ezequiel 20:34, 41; Hechos 2:40; Apocalipsis 18:2).
La forma en que Dios sacó a su pueblo de Egipto nos recuerda que Él es nuestro libertador y el que nos rescata de un mundo bajo el engaño del diablo (1 Juan 5:19; Apocalipsis 18:2).
Pero, analicemos este extraño pasaje que explica el propósito de Dios:
“Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:17-18).
Dios será nuestro Padre —Él quiere que nosotros seamos ¡sus hijos!
Entonces, después de comprender el sacrificio de Cristo en la Pascua, ¿cuál debe ser nuestra respuesta? ¿No deberíamos nosotros, al igual que Israel, responder a su llamado y empezar nuestro viaje fuera del pecado?
Sacar la levadura
Además de reflexionar en el éxodo de Egipto, los discípulos estarían pensando en el mandato de Dios de sacar la levadura fuera de nuestros hogares y no comer nada leudado durante la Fiesta de Panes Sin Levadura.
Ya que toma tiempo que la masa fermente, el pan sin levadura que se come en la Pascua les recordaba a ellos la premura con que sus ancestros habían dejado gozosamente la esclavitud egipcia. Pero en el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo mostró un significado espiritual más profundo.
Él explicó esto en su epístola a una congregación compuesta en su mayoría por gentiles, en Corintio, mostrándoles que el significado de la Fiesta de Panes Sin Levadura no era únicamente para los israelitas.
“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Corintios 5:6). Pablo los estaba corrigiendo por permitir que una persona que estaba cometiendo un pecado sexual despreciable permaneciera en la Iglesia —¡y aun se mostraban orgullosos de ser tan tolerantes!
Pablo continuó describiendo las lecciones que la Iglesia de Dios debería aprender de estas festividades:
“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (vv. 7-8).
La levadura comienza pequeña y trabaja de una forma invisible para permear toda la masa. La levadura hincha (v. 2) —y es una analogía apta para mostrar cómo el orgullo nos da la proverbial “cabeza erguida”. Y el orgullo puede ser el origen de muchos pecados, que Pablo resumió con dos palabras:
- Malicia — pensamientos malvados e intenciones que pueden guiar a:
- Maldad —malas acciones.
Jesús también comparó la levadura con la hipocresía y las falsas enseñanzas (Lucas 12:1; Mateo 16:11-12).
La levadura representa todas las formas del pecado y el mandamiento de remover la levadura de nuestros hogares y evitar comerla durante la Fiesta de Panes Sin Levadura está diseñado para enseñarnos a remover todo pecado. El pecado abarca todo lo que va en contra de la voluntad de Dios y su ley. Es la antítesis del pensamiento de Dios y produce sufrimiento y muerte. No debe extrañarnos que Dios aborrezca el pecado y nos ordene vencerlo, porque estas “obras de la carne” (Gálatas 5:19-21) ¡mantendrán a los pecadores fuera de su maravilloso Reino! (Lea más acerca de lo que es el pecado en nuestro folleto, Los Diez Mandamientos, que puede descargar gratuitamente.)
Debemos aprender a pensar como Él piensa, estudiando la Biblia y luego viviendo como Él vivió. Ésta es una parte esencial de lo que significa ser salvos por su vida.
Debemos estudiar la Biblia para poder aprender a pensar como Él piensa, y después vivir como Él vivió. ¡Esto es una parte esencial de lo que significa ser salvos por su vida! Pablo prosiguió mostrando que además de sacar el pecado debemos poner algo en su lugar, algo que nos cambie espiritualmente.
Vestirnos del nuevo hombre
Él describió este cambio con varias analogías interrelacionadas. En Gálatas 5, Pablo hizo un contraste entre “las obras de la carne” y “el fruto del Espíritu” que debe florecer en nuestra vida: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (vv. 21-22).
En otros lugares habló de hacer morir al “viejo hombre” pecaminoso y reemplazarlo con el “nuevo hombre” según Dios (Romanos 6:5-6; Colosenses 3:8-10; Gálatas 2:20).
Para tener esta nueva vida en Cristo, debemos permitirle que viva en nosotros —sometiéndonos por completo a obedecerle. Debemos aprender a pensar como Él piensa, estudiando la Biblia y luego viviendo como Él vivió. Ésta es una parte esencial de lo que significa ser salvos por su vida.
Pablo, además, usó la analogía de ser libertados de la esclavitud del pecado así como los israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto.
“…y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:18, 22-23).
Y en el pasaje que analizamos antes, Pablo les dijo a los corintios que ellos debían reemplazar la levadura del pecado con “panes sin levadura de sinceridad y verdad” (1 Corintios 5:8).
O sea, que a medida que celebramos la Fiesta de Panes Sin Levadura, entendemos que Dios ordenó que sacáramos la levadura y que comiéramos pan sin levadura, lo que simboliza no sólo que debemos salir del pecado, sino que debemos obedecerle a Él.
El plan de Dios
No tomó mucho tiempo para que los discípulos entendieran —así como los antiguos israelitas— que no podían hacer esto por sus propias fuerzas. Ellos necesitaban la ayuda de Dios, que Él les prometió que les daría por medio del poder del Espíritu Santo, que les fue dado no muchos días después, en la Fiesta de Pentecostés (Juan 14:16-17; Hechos 1:8; 2:1).
El Espíritu Santo es el poder de Dios que hace posible para nosotros que entendamos el gran sacrificio de Dios, arrepentirnos, convertirnos en sacrificios vivos y renovar nuestra mente (Romanos 12:1-2). La siguiente fiesta, instituida por Dios, es la Fiesta de Pentecostés y representa este paso en su plan, y lo cubriremos en el próximo número de Discernir.
Hay mucho más que podemos entender acerca de cómo las lecciones de la Fiesta de Panes Sin Levadura, encajan con los otros pasos cruciales del plan de Dios. Para obtener más información sobre la Fiesta de los Panes sin Levadura, lea el artículo "La Fiesta de Panes Sin Levadura: luchando por una vida de justicia".
Recuadro: ¿Cómo podemos estar bien delante de Dios?
¿Por qué Dios odia el pecado?
¡Porque el pecado destruye! Es lo opuesto de sus pensamientos, su ley, su camino de vida. Bloquea las bendiciones que vienen por medio de la obediencia a Él y en lugar de ello trae el castigo automático —maldiciones— que daña y finalmente conduce a la muerte.
Pero en su misericordia, Dios ha provisto una salida del pecado. Él dio a su Hijo para que pagara la pena de muerte. Cuando nos arrepentimos, aceptamos el sacrificio de Cristo y somos bautizados, somos limpios, reconciliados con Dios —justos.
¿Luego, qué? ¿Qué sucede si pecamos nuevamente (como todos lo hacemos)?
Debemos continuar arrepintiéndonos (1 Juan 1:9), y luchar contra el pecado, convirtiéndonos voluntariamente en esclavos de la obediencia, buscando siempre vivir de una forma justa.
Debemos comprometernos a no repetir los crímenes espirituales de los cuales hemos sido perdonados.
Después de que Dios nos da el increíble don del perdón, ¿podemos hacer menos que responder con gratitud y obediencia, comprometidos a permanecer justos delante de Él?
La Fiesta de Panes Sin Levadura representa la muerte del viejo hombre y revestirnos del nuevo hombre comprometido a obedecer a Dios. Esto es hecho posible por el don del Espíritu Santo, representado en la siguiente fiesta, Pentecostés.