Los días santos de Dios —en gran medida descartados y olvidados por el mundo moderno— proveen un maravilloso antídoto para la soledad y la falta de pertenencia que muchos sienten en la actualidad.

Crédito de la imagen: Imagen proporcionada por David Hicks
La tecnología moderna es asombrosa. Con el internet podemos trabajar desde casa, escoger un trabajo flexible y realizar un increíble número de tareas —desde hacer cosas en el banco hasta comprar, entretenernos o comunicarnos— todo, sin necesidad de salir de casa.
¿Necesita depositar un cheque, pagar una cuenta, comprar un automóvil o aun una casa?, todo puede hacerse en línea. La facilidad para hacerlo todo no tiene precedentes.
Irónicamente, aun las herramientas para las redes sociales que están diseñadas para conectarnos han contribuido al creciente desapego de los unos con los otros.
La creciente epidemia de soledad
La tendencia actual hacia el aislamiento se ha ido consolidando en Estados Unidos durante décadas. En el 2000, Robert Putnam escribió en su libro Jugando a los bolos solo: el colapso y reavivamiento de la comunidad norteamericana, que todas las formas de interacción social personal están disminuyendo.
El ejemplo del autor acerca de los bolos surgió de su descubrimiento de que, si bien el número de personas que jugaban a los bolos en los últimos veinte años había aumentado, menos lo hacían en ligas. Esto reflejaba la pérdida de afiliación en muchas organizaciones cívicas, iglesias, asociaciones de padres y maestros y sindicatos.
Desde entonces esta tendencia no ha hecho sino empeorar.
En un informe del 2023 titulado "Nuestra epidemia de soledad y aislamiento", el director general de Servicios de Salud de Estados Unidos señaló: "En los últimos años, aproximadamente uno de cada dos adultos en Estados Unidos reportó experimentar soledad. Y eso fue antes de que la pandemia de COVID-19 nos separara de nuestros amigos, seres queridos y redes de apoyo, lo que exacerbó la soledad y el aislamiento".
La soledad es letal tanto para el individuo como para la sociedad. La soledad aumenta el riesgo de múltiples problemas de salud, como enfermedades cardiovasculares, demencia, infartos, depresión, ansiedad y muerte prematura. De hecho, hay quienes afirman que el impacto que tiene la soledad en la salud es comparable con fumar quince cigarrillos al día. Está ranqueado como algo más dañino que la obesidad o la inactividad física.
A nivel social, el aislamiento conduce a la fragmentación y la polarización. Si no logramos fortalecer nuestras conexiones sociales, advirtió el director general de Servicios de Salud, “continuaremos dividiéndonos y dividiéndonos hasta que no podamos existir más como comunidad o como país. En lugar de unirnos para afrontar los grandes desafíos que tenemos por delante, nos replegaremos aún más en nuestros rincones: enojados, enfermos y solos".
No es sólo un problema de Norteamérica, es un problema a nivel mundial. En el 2021 una encuesta reveló que Brasil tenía el mayor porcentaje de personas en el mundo que afirmaban sentirse solas con frecuencia. Después de Brasil estaba Turquía, India, Arabia Saudita e Italia. Canadá fue el decimosexto y Estados Unidos el decimoséptimo.
La necesidad de pertenecer
La Biblia ofrece grandes soluciones para este problema creciente. Por ejemplo, Dios le dio al antiguo Israel una serie de festividades diseñadas para fomentar la comunidad, la adoración y el sentido de pertenencia.
Cuando Dios le dio estos días especiales al antiguo Israel, explicó que debían proclamarse como santas convocaciones: “las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos” (Levítico 23:2,4). La palabra hebrea traducida como “convocación” es miqra, que significa asamblea sagrada.
Estas convocaciones ocurrían en el séptimo día de la semana, el sábado y los días santos de Dios a través del año. En estos días los israelitas debían abstenerse de hacer su labor rutinaria (vv. 3, 7, 8, 21, 25, 28, 35 y 36) y reunirse para adorar a Dios.
Se hacía gran énfasis en que todos tenían que participar. Por ejemplo, si alguien no podía celebrar la Pascua porque había tocado un cadáver y por lo tanto quedaba ceremonialmente impuro, esa persona la podía celebrar un mes después (Números 9:9-11). Sin embargo, todo el que pudiera guardar la Pascua, pero se rehusará a hacerlo “la tal persona será cortada de entre su pueblo; por su pecado” (v. 13).
El día de Expiación debía ser celebrado ayunando (absteniéndose de alimento y bebida por 24 horas). Por lo tanto, este día era el que la gente más se inclinaba a omitir. Pero no era simplemente una celebración opcional para quienes estuvieran dispuestos a asumir la dificultad. Cualquier israelita que no ayunara en este día sería “cortado de su pueblo” (Levítico 23:29).
La culminación de las fiestas santas anuales de Dios llegaba después de la cosecha de otoño. Para estos días santos las personas viajaban hasta el lugar que Dios había elegido para que la celebraran. En la época de los reyes ese lugar era en Jerusalén.
Los festivales del otoño eran particularmente alegres —el máximo acontecimiento del año. Las personas debían guardar una décima parte de sus ingresos para disfrutar de las fiestas permitiéndoles reunirse, adorar y regocijarse delante de Dios por las bendiciones que habían recibido (Deuteronomio 14:22-26).
Estas fiestas señalan un futuro en el que las personas tendrán la oportunidad de vivir en comunidades de acuerdo con Dios, basadas en amor, armonía, gobierno justo, una forma justa de vivir, oportunidades y el sentido de pertenencia a la mayor comunidad de todas.
Nuevamente se hacía énfasis en que toda la comunidad debía observar estos días y regocijarse juntos. Los levitas, los extranjeros, las viudas y los huérfanos debían recibir un apoyo económico con el fin de que pudieran regocijarse con los demás (v. 29).
Estas convocaciones les recordaban a los israelitas su relación especial con Dios, sus bendiciones y el hecho de que compartían identidad como su pueblo, unidos en adoración y en fe.
Un legado espiritual
Cuando los israelitas celebraban estas santas convocaciones ordenadas, Dios quería que recordaran como se había involucrado en su creación y en la historia de su nación.
En cuanto a no trabajar en el sábado semanal, también debían recordar que “en seis días hizo Dios los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay y descansó en el séptimo día” (Éxodo 20:11). Descansar en el séptimo día era una forma de imitar lo que hizo el Creador.
Deuteronomio 5 también añade que, al guardar este día, los israelitas debían: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que el Eterno tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual el Eterno tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo” (v. 15).
Este asombroso milagro de liberación de la esclavitud —bajo la cual probablemente no tenían un día de descanso— también estaba relacionado con la celebración de la fiesta de las Semanas y la fiesta de Tabernáculos (Deuteronomio 16:13, Levítico 23:42-43).
Reunirse para celebrar los días santos de Dios les permitía a los antiguos israelitas recordar su historia —recordar cómo Dios los había liberado— y les había dado una base sólida para su identidad, sentido de pertenencia y más importante aún, una profunda apreciación de su Dios.
Tristemente, los antiguos israelitas olvidaron casi en su totalidad estas instrucciones. Crearon sus propias formas de adoración que incluían la adopción de prácticas paganas. El rechazo del séptimo día, el sábado, condujo a la mayoría de las doce tribus de Israel a perder su identidad y su relación con Dios.
Sólo la tribu de Judá, cuyos descendientes continuaron celebrando el sábado, retuvieron su identidad.
A los cristianos del Nuevo Testamento que celebren el sábado de Dios y sus días santos, se les han ofrecido beneficios de pertenencia similares a la comunidad, con aún mayor significado espiritual.
La solución bíblica para la pertenencia
Muchas personas asumen erróneamente que las fiestas que Dios dio al antiguo Israel eran simplemente celebraciones ceremoniales exclusivas de esa nación. Sin embargo, el registro bíblico muestra que Jesús, los apóstoles y la Iglesia del primer siglo continuaron celebrándolas, ahora con un significado espiritual adicional.
Por ejemplo:
- La observancia de la Pascua está relacionada con el hecho de que Dios dio su vida para el perdón de nuestros pecados (1 Corintios 5:7).
- Los días de Panes Sin Levadura nos recuerdan cómo podemos vivir nuestra vida de acuerdo con Dios (1 Corintios 5:6-8).
- Pentecostés conmemora el hecho de que aquellos que fueron llamados para formar la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento recibieron el Espíritu Santo en ese día (Hechos 2:1-4).
- La fiesta de Trompetas simboliza el regreso de Jesucristo, quien vuelve para reinar en la Tierra (Apocalipsis 11:15).
- El día de Expiación simboliza que Satanás será atado para que los seres humanos ya no sean engañados más por él ni por sus demonios (Apocalipsis 20:1-3).
- La fiesta de Tabernáculos prefigura el reinado de Cristo en la Tierra, con la ayuda de los santos, por mil años (v. 4).
- El Octavo día representa el momento del juicio en que cada ser humano que no haya conocido plenamente los mandamientos de Dios va a recibir la oportunidad de escoger sus caminos y recibir la vida eterna (vv. 11-12).
Estas fiestas señalan un futuro en el que las personas tendrán la oportunidad de vivir en comunidades de acuerdo con Dios, basadas en amor, armonía, gobierno justo, una forma justa de vivir, oportunidades y el sentido de pertenencia a la mayor comunidad de todas.
Las fiestas de Dios nos revelan cómo es que Él está trayendo a muchos hijos e hijas a su familia de seres espirituales para que vivan con Él por toda la eternidad. Ésta es la razón principal por la cual Jesús vino a la Tierra —para morir, para pagar por los pecados de aquellos que se arrepientan de su forma pecaminosa de vivir, con el fin de convertirse en parte de su familia espiritual.
Como señaló Juan: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
Al profundizar en este propósito, Jesús enseñó que era el pan de vida y que aquellos que creyeran en Él, tendrían vida eterna (Juan 6:35-40).
La comunidad eterna y el propósito en la familia de Dios son la última solución para el aislamiento y la soledad —tanto ahora como para siempre.
Actualmente, la Iglesia de Dios continúa disfrutando de los beneficios de estas fiestas. Si desea profundizar en este tema lo invitamos a ver: “Las fiestas santas de Dios: Él tiene un plan para usted”.