De la edición Mayo/Junio 2016 de la revista Discernir

Una nueva batalla para Gran Bretaña

Cuando el Reino Unido vote para decidir si permanece en la Unión Europea, el resultado puede tener profundas consecuencias para el Reino Unido y para toda Europa.

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 “¿Debería el Reino Unido permanecer como miembro de la Unión Europea o dejarla?”

¿Cuál será la respuesta de los votantes el 23 de junio? Las encuestas sugieren que el resultado del referendo es demasiado parejo como para especular, pero a la larga, el impulso inicial para permanecer se ha evaporado, y una salida británica o “Brexit” es una posibilidad factible.

La “Isla del Cetro” ha tenido una relación tormentosa con el continente desde hace mucho tiempo. Hace cinco siglos, Enrique VIII propuso una versión del “Brexit”, en la que renunciaba al catolicismo y se divorciaba de Catalina de Aragón. Disfrutando de un “aislamiento maravilloso” detrás de la protección del Canal Inglés, Gran Bretaña siempre ha resistido amenazas continentales, de la Armada Española y la Fuerza Aérea Alemana. Y en otros momentos clave en la historia, Gran Bretaña ha intervenido en los asuntos continentales, enviando ejércitos a lo largo del canal y pagando un alto precio en vidas y recursos para equilibrar la balanza contra Felipe II, Luis XIV, Napoleón, el Káiser y Hitler.

Gran Bretaña se une, pero no de inmediato

El ministro de relaciones exteriores francés, Robert Schuman, promovió la idea de una Comunidad Europea como un medio para hacer que la guerra entre Francia y Alemania sea “no sólo impensable, sino materialmente imposible”.

Gran Bretaña no estuvo entre las seis naciones europeas occidentales que formaron el Pacto Europeo y la Comunidad del Acero en 1951, y en los años sesenta, el presidente Charles de Gaulle vetó su membresía, acusando a Gran Bretaña de una “falta de interés” y “una hostilidad profunda” hacia la construcción europea.

Con una economía postguerra en ruinas y su imperio destrozado, Gran Bretaña era ampliamente percibida como “el hombre enfermo de Europa”. Pero en 1973 al Reino Unido le fue permitido adherirse a la unión que se estaba expandiendo, entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE), y en un referendo dos años después, se aprobó su ingreso a la CEE por un margen de dos a uno.

Desde entonces el bloque se ha disparado en su alcance y ambición, pasando de 12 estados miembros de la CEE a 28 naciones en el gigante burocrático (ahora llamado la Unión Europea o UE), con su propia moneda, constitución, ley, corte y parlamento. Aunque Gran Bretaña optó por no unirse a la moneda única europea, o euro, la maquinaria regulatoria de la UE está ligada estrechamente en prácticamente todo aspecto de la vida nacional en Gran Bretaña.

 Una visión diferente de Europa

Los “euroescépticos” se lamentan de la falta de libertades y la imposición de las cargas económicas de la UE, pero todo ha sido diseñado hacia “una unión aún más cercana”.

Los arquitectos y visionarios de la Unión Europea, según Jeremy Rifkin, el autor de The European Dream [El sueño europeo], tienen la estrategia de “moverse paulatinamente con medidas técnicas y económicas diseñadas para progresivamente traer a los estados miembros a una red de relaciones comerciales sin fisuras e interdependientes. Cada pequeño paso hacia la integración económica resultará en una pequeña erosión, algunas veces imperceptible, de su soberanía nacional. Ninguno de los pasos por sí mismo, creen ellos, sería suficiente para despertar la ira de los estados miembros y amenazar el fomento de la unión. El resultado de esta estrategia fragmentaria será que un día los gobiernos nacionales se despertarán para encontrarse inmersos en una ‘red de actividades internacionales y agencias que se expande’ de la cual les será imposible librarse” (pp. 203-204).

Ecos y advertencias del pasado

A medida que Inglaterra se aferra a su decisión de si/no, muchos se están refiriendo nuevamente a las inolvidables palabras de sus dos figuras políticas más grandes del siglo XX, Margaret Thatcher y Winston Churchill.

Churchill, quien acuñó el término “Estados Unidos de Europa”, previó el mercado común como la única forma de impedir que se repitiera la guerra. Pero, muy temprano, en 1930, al escribir para el Saturday Evening Post, Churchill declaró que: “Nosotros tenemos nuestro propio sueño y nuestra propia tarea. Estamos con Europa pero no somos de ella. Estamos vinculados, pero no abarcados. Estamos interesados y asociados, pero no absorbidos”.

Margaret Thatcher también tuvo el don de entender perspicazmente el incambiable carácter de la naturaleza humana y la geopolítica. Aunque era una proponente pragmática del comercio europeo, ella predijo que la Unión Europea terminaría con lágrimas.

En su último libro, Statecraft [Estrategias para un mundo cambiante], ella escribió: “Ese proyecto irracional y tan innecesario como lo es el de construir un súper estado europeo fue emprendido, pero en años futuros tal vez pensaremos que será la locura más grande de la era moderna. Y que Inglaterra, con sus fortalezas tradicionales y destino global, al ser parte de él aparecerá como un error político de magnitud histórica” (p. 410).

La crisis detrás de la pregunta del referendo

Aun después de los ataques terroristas en París y Bruselas, la cercanía europea es una quimera, una construcción en condiciones ideales, incapaz de hacer frente a las tormentas cuando éstas golpean. Los temas paralelos de altísima inmigración y seguridad han reemplazado las preocupaciones financieras y de soberanía como lo más importante.

“El flujo de inmigrantes”, según el editorial del Wall Street Journal, ha “reafirmado las percepciones inglesas de un continente que ha perdido el control de sus fronteras, ha perdido la perspectiva de su identidad europea y ha permitido a su vez tener una invasión de extranjeros peligrosos. Agregue a esto décadas de mal manejo económico europeo y una amplia percepción de que el euro ha sido un fracaso costoso, y tenemos un gran caso político para que el Reino Unido se salga”.

Si bien el Reino Unido no es miembro de los 26 países que no tienen fronteras y conforman el área de Schengen, el mal manejo de la crisis de inmigrantes deja a Gran Bretaña expuesta a las órdenes de inmigración de Bruselas.

¿Está mejor Gran Bretaña fuera de la UE?

Es difícil hacer un balance de las pérdidas y ganancias de la membresía británica en el bloque comercial más grande del mundo. Gran Bretaña tiene una contribución neta de 9.800 millones de libras anuales a la UE —una fracción pequeña de su producto interno bruto— y recibe a cambio un acceso libre de aranceles a un mercado de 500 millones de personas.

El pronóstico del actual canciller George Osborne de que el Brexit será “un choque económico”, está respaldado por un análisis de la Confederación de la Industria Británica (CIB) que afirma que dejar la Unión Europea podría crear un hueco de 100 mil millones de libras en la economía del Reino Unido y haría que se perdieran más de 950.000 empleos para el 2020.

Los proponentes del Brexit dicen que la elección implica la subyugación o la soberanía, prediciendo virtualmente ninguna consecuencia económica aparte de lo que el anterior canciller Nigel Lawson denominó como “una molestia a corto plazo”.

¿Será el Brexit un escape de la cárcel?

Los que quieren la salida, están mostrando realmente más fervor y determinación. Seis ministros del gabinete y más de 100 parlamentarios del partido conservador están respaldando la campaña de “salir”. El carismático alcalde de Londres, Boris Johnson, se ha convertido en el estandarte abanderado de la galvanización, burlándose de los “mercaderes del pesimismo” que alimentan a cuenta gotas una dieta de historias apocalípticas de horror acerca del futuro de Gran Bretaña fuera de la Unión.

Johnson vocifera el mensaje de “un nuevo futuro fantástico” afuera de la UE —uno donde no tendrán que regatear con 27 capitales distintas, de París a Praga— en donde Gran Bretaña podría ser el centro de actividad de nuevos arreglos de comercio alrededor del mundo.

Él hace énfasis en que la presencia continua de Gran Bretaña en la disfuncional UE conduciría a una erosión de la soberanía y ha comparado la salida de la UE con un escape de la prisión.

El alcalde de Londres no es el único que tiene una perspectiva color de rosa del Brexit. Según una editorial de negocios del The Telegraph: “Gran Bretaña podría estar a la cabeza de una red de trabajo de por lo menos seis o siete naciones que se gobiernan a sí mismas; éstas seguramente incluirían a Noruega, Suiza, Islandia, pero seguramente vendrían otras más, incluyendo tal vez algunas naciones no europeas, tales como Dinamarca y aun Holanda, que cada vez es una nación más anti-UE”.

¿Un salto gigante a la oscuridad?

El primer ministro David Cameron está dirigiendo la campaña de “permanecer”, declarando que “un voto para salir es la apuesta del siglo” y “un salto gigante a la oscuridad”.

Si sale, Inglaterra necesitaría improvisar más de 100 nuevos arreglos de comercio mientras todavía permanezca atada a las reglas europeas. Como lo informó The Telegraph, el ministro de economía alemán, Wolfang Schäuble, advirtió que Gran Bretaña tendría que pagar por el privilegio de acceder sola al mercado. europeo “Sería extremadamente difícil o aun imposible negociar un precio especial en una atmósfera post-Brexit”.

El voto para quedarse, según Cameron, le daría a Gran Bretaña más apuntalamiento y autoridad para hacer las reglas estando adentro, en vez de dejar a Gran Bretaña fuera de los mercados europeos que representaban 45 por ciento de las exportaciones del Reino Unido y 53 por ciento de las importaciones en 2014.

Otro riesgo es que los líderes de negocios se asusten con el estatus de Londres como una capital financiera global. La ciudad de Londres representa el 10 por ciento del producto interno bruto, 12 por ciento de los recibos de impuestos del tesoro y es el exportador más grande de servicios financieros en el mundo. Cualquier pérdida del sector financiero —el hogar de más de 250 bancos extranjeros, todos los cuales utilizan Londres como el trampolín del mercado único por la membresía de Inglaterra de la UE—causaría temblores a través del Reino Unido.

Además del respaldo de los negocios, Cameron está contando con los votantes de entre 20 y 30 años —la llamada generación del Easyjet— que son más pro UE porque ellos aprovechan más los vuelos baratos, la facilidad de las comunicaciones y la capacidad de vivir y trabajar por toda Europa. Una reciente encuesta de YouGov muestra que 75 por ciento de las personas menores de 25 años votarían para quedarse. En contraste, casi 70 por ciento por encima de los 65 años quiere irse de la UE.

Primero Brexit, ¿después el rompimiento?

¿Qué le haría el Brexit a la UE? Según el The Guardian: “El ministro de finanzas de Italia, Pier Carlo Padoan, dijo que la partida de Gran Bretaña causaría un efecto dominó en el que los partidos “euroescépticos” y el electorado se sentirían envalentonados, en tanto que el ministro de finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, afirmó que un voto para salir sería ‘veneno’ para la economía de Gran Bretaña, UE y del mundo”.

El referendo podría conducir a un sinfín de otros referendos. El anterior primer ministro Tony Blair dice que “cambiará por completo la dinámica alrededor de la independencia escocesa”, ya que los escoceses respaldan más el ser miembros de la UE que los ingleses. El proceso de paz en el norte de Irlanda y el estatus de Gibraltar podrían también verse en peligro en la cadena de eventos del Brexit.

El futuro de Europa

Cualquiera que sea el resultado del referendo, éste no será el fin de la historia. La salida británica rebajaría el producto interno bruto de toda nación en el bloque durante muchos años. Aun con el voto de quedarse, las tensiones inherentes a la membresía británica quedarían y dejarían cicatrices que tal vez nunca logren sanar.

Gran Bretaña ha sido largamente un contrapeso para Alemania, siendo Londres el asiento del sistema financiero europeo y Berlín la capital económica de Europa. El Reino Unido es el segundo mayor contribuyente a la UE después de Alemania, y es un imán para la inversión extranjera directa. Después del Brexit, la dominancia alemana de la UE podría intensificarse aún más, haciendo que el centro de Europa se desplace más al oriente, tal vez para incluir nuevos mercados y el poderío militar de Rusia.

Timothy Ash en el The Guardian, afirma: “Cualquier cosa que pase, el resultado parece que será el triunfo del temor sobre el temor. La pregunta es: ¿cuál temor es el que prevalecerá? ¿El temor de ser arrastrado aún más a un súper estado europeo naciente, con la expectativa de perder soberanía, democracia, identidad y control de las fronteras nacionales? ¿O el de ser dejado fuera en el frío, como Noruega o Suiza, con las reglas fijadas por una UE en la cual usted no tiene voz?”

Si bien el resultado del voto es incierto, las palabras seguras de la Biblia —relativas tanto a la historia como a la profecía— nos dan una perspectiva del rumbo al cual se dirige todo.

La profecía bíblica nos muestra un coloso militar y económico de los tiempos del fin, compuesto por 10 naciones centrales (Apocalipsis 17:12-15; 18:9-19) que tendrán una misma mente (Apocalipsis 17:13). Otras profecías muestran que éste no incluirá a Gran Bretaña. En realidad este poder llevará a la cautividad a muchas naciones descendientes de los israelitas (vea “Las 12 tribus de Israel en la actualidad: ¿Quiénes son?”), en una época conocida como “tiempo de angustia de Jacob” (Jeremías 30:3-9, 14-15; vea: “Tiempo de angustia de Jacob: ¿qué es?”), justo antes del fin de esta era.

Observar cómo se desarrollan los eventos mundiales tan aleccionadores debería motivarnos a cada uno de nosotros a examinar nuestra condición espiritual a la luz de la Palabra de Dios.

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