Dios nos dio leyes para vivir, especialmente los Diez Mandamientos. ¿Pero ha pensado en los valores que representan? ¿Está usted viviendo los valores detrás de las leyes?
¿Por qué tenemos leyes? En lugar de todas las leyes de límites de velocidad, ¿por qué no decir: “Conduce con cuidado”? ¿Sería suficiente? ¿Funcionaría?
Desde una perspectiva religiosa, ¿por qué necesitamos los Diez Mandamientos? ¿Por qué no resumirlos diciendo: “Ama a Dios y ama a tu prójimo”?
Los resúmenes pueden ser atractivos, pero en la sociedad, así como en algunas religiones, la elaboración (o el cambio) de las leyes parece no tener fin. ¿Por qué?
Crecimiento espiritual
Para entender la ley bíblica, debemos comenzar por entender el concepto de educación y crecimiento espiritual. A lo largo de la Biblia, se nos exhorta a crecer espiritualmente. Pedro concluye su segunda epístola con este desafío: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18).
Las actitudes humanas hacia la ley de Dios son muy variadas. Una manera de ver el crecimiento espiritual es a través de un proceso de cuatro etapas que muestra el cambio en el acercamiento a la ley de Dios:
- Anarquía y rebeldía: Para muchos, este es el punto de partida, donde hay poca comprensión de las leyes de Dios o deseo de obedecerlas.
- Obediencia ciega: Éste es el punto donde llegamos a darnos cuenta de que Dios tiene leyes que deben ser obedecidas, pero no entendemos el por qué y cómo cumplir plenamente la ley.
- Consentimiento informado: Ésta es la etapa en la que llegamos a un entendimiento básico de la ley y nos comprometemos a obedecer. (Éste es el punto donde a menudo buscamos el bautismo.)
- Vida basada en valores: Ésta es la etapa de crecimiento final y de toda la vida en la que vivimos no sólo la letra de la ley, sino los valores detrás de ella.
Quizás la mayor dificultad es hacer la transición de la tercera etapa a la cuarta etapa. Jesús dejó esto muy claro cuando amonestó a los escribas y fariseos: “ ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23:23).
Aquí Jesús trazó una línea entre el consentimiento informado (sólo obedecer la letra de la ley) y la vida basada en valores (además, vivir los valores de la ley). Muchos no llegan nunca a esta cuarta etapa, lo que puede explicar en parte por qué Jesús dijo: “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mateo 22,14).
¿Cuál es el papel de la ley en el crecimiento espiritual?
Desde una perspectiva religiosa, la razón de la ley de Dios es clara. La ley muestra lo que está bien y lo que está mal a los ojos de Dios. Muestra lo que produce buenos resultados y lo que conduce a la muerte. La ley de Dios define el pecado (1 Juan 3:4).
Y hay otra razón para la ley. Meditar en la letra de la ley puede ayudarnos a aprender los valores subyacentes: el espíritu de la ley. La ley representa los deseos y valores de Dios.
Cuando pienso en la relación entre las leyes y los valores, me acuerdo de un trabajo que tuve durante un verano cuando estaba en la universidad. Trabajé en un gran astillero conocido por construir todo tipo de navíos, desde submarinos atómicos hasta portaaviones.
Para asegurar un trabajo de calidad, había un sinnúmero de reglas, normas y procedimientos laborales (las leyes). Pero los valores estaban expresaron de una manera muy elocuente en la inscripción de una estatua del fundador, ubicada en la entrada principal del patio por donde pasaban diariamente la mayoría de los trabajadores. La inscripción decía: “Construiremos buenas naves, con utilidades si podemos, con pérdidas si es necesario, pero construiremos buenas naves”.
¿Hubo algún error en la ley —o en la gente?
El problema es que las leyes no pueden cubrir todas las posibilidades. Considere las leyes de impuestos sobre la renta de los Estados Unidos. Según un artículo publicado en el Washington Examiner del 15 de abril de 2015, el código fiscal ha crecido de unas 26.000 páginas en 1984 a más de 74.000 en la actualidad. ¿Por qué este increíble crecimiento? Es, en parte, un intento de cubrir cualquier vacío legal posible o situación que pueda ocurrir.
Y ése es el problema con las leyes: no pueden ser escritas para cubrir todas las situaciones. Tome algo tan simple como la ley de límite de velocidad de 120 kilómetros por hora en muchas carreteras abiertas. Mientras que ésta es quizás una velocidad segura en clima despejado, ¿qué pasa con el clima lluvioso? ¿Y durante una tormenta de nieve? En tales condiciones, el valor de “conducir con seguridad” anula cualquier límite de velocidad.
Veamos cómo Dios reconoce este problema. “Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto” (Hebreos 8:7-8).
La culpa en la ley no es de la ley en sí, sino de la gente, que no veía la ley como una declaración de valores, sino más bien como un conjunto de reglas. No los obedecían, y ciertamente no vivían sus valores espirituales.
El versículo 10 muestra el remedio de Dios: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo”.
Se necesita un don de Dios —el don del Espíritu Santo— para entender los valores de la ley.
Los valores expresados por los Diez Mandamientos
El valor del amor define todos los mandamientos. ¿Pero qué hay de cada mandamiento en específico? ¿Hay valores específicos detrás de cada uno?
¿Alguna vez ha analizado los valores que se expresan en los Diez Mandamientos? Jesús expresó claramente los valores generales cuando se le preguntó qué mandamiento es el más grande. Cristo dijo: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39).
El valor del amor define todos los mandamientos. ¿Pero qué hay de cada mandamiento en específico? ¿Hay valores específicos detrás de cada uno? Éstos son algunos de los valores que asocio con cada mandamiento, y es probable que a usted se le ocurran otros diferentes y quizás muchos más. Algunos de ellos son obvios, pero otros no tanto:
1. No adorar a otros dioses. Nadie sino Dios es digno de nuestra adoración. Cuando Dios estaba liberando a los antiguos israelitas de la esclavitud, seis veces envió a Moisés con este mensaje al Faraón: “Deja ir a mi pueblo para que me sirva en el desierto” (Éxodo 7:16; 8:1, 20; 9:1; 10:3). También, al final cuando Satanás intentó probar a Jesús: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10). Jesucristo vino a servir, y quiere que aprendamos a servir también (Mateo 20:26-28). Un valor clave que veo implícito al Primer Mandamiento es el servicio a Dios.
2. No adorar ídolos. Ninguna imagen física puede plasmar la grandeza del Todopoderoso. Pablo expresó un valor detrás de este mandamiento. “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.” (Romanos 1:22-23). Veo que Dios nos dice que no seamos tontos.
3. No tomar el nombre de Dios en vano. Este mandamiento enseña respeto por Dios.
4. Acordarse del sábado y santificarlo. “Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico.” (Éxodo 31:13). Un valor aquí es la santificación: ser apartados para el deber sagrado. ¿Sabe para qué labor está siendo llamado por Dios?
5. Honrar a los padres. Este mandamiento expresa directamente un valor: el honor. En un sentido más amplio, sugiere el valor del respeto por los demás, especialmente por la familia.
6. No matar. Toda vida humana tiene valor. Para mí, considerando el comentario de Jesús en Mateo 5:21-26, este mandamiento enseña la reconciliación y la fe en Dios.
7. No cometer adulterio. Fidelidad.
8. No robar. Este respeto por la propiedad de los demás demuestra el valor de Dios de la justicia.
9. No mentir. Verdad y honestidad.
10. No codiciar. Al contentarnos con lo que tenemos y no desear lo que pertenece a los demás, aprendemos los valores de la generosidad y el altruismo.
¿Qué enseñó Jesús?
Así como la Palabra de Dios (Jesucristo antes de su nacimiento como ser humano) apareció en el Monte Sinaí para dar los Diez Mandamientos a su pueblo llamado, así también Jesús habló desde una montaña a sus discípulos llamados al principio de su ministerio.
Esta enseñanza se conoce ahora como “El sermón del monte”. Al explicar la ley de Dios, Jesús enseñó valores como la humildad, la empatía, la mansedumbre, la búsqueda de la justicia, la misericordia, la pureza, la pacificación y soportar la persecución con gozo, tanto por la justicia como por Cristo (véase Mateo 5:1-12).
Al leer los cuatro Evangelios, es claro que Jesús hizo énfasis en los valores. No para remplazar la ley, sino como un complemento de la ley —la mentalidad espiritual— necesaria para obedecer plenamente la intención de la ley de Dios. Como Él dijo específicamente: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (Mateo 5:17).
¿Qué hay de usted? ¿Está viviendo la letra de la ley? ¿O también está viviendo los valores de las leyes de Dios?
Para aprender más acerca de la ley de Dios, descargue nuestro folleto gratuito Los Diez Mandamientos: Todavía importan.
Y echa un vistazo a nuestra interesante serie de videos “Los Diez Mandamientos: Un asunto del corazón”.