Las Escrituras muestran que la Iglesia de Dios, fundada en Jerusalén, guardaba fielmente el séptimo día, el sábado. Posteriormente, Roma cambió el sábado a otro día de adoración. ¿Aprobó Dios este cambio?
Abraham, el padre de los fieles (Romanos 4:16), obedecía a Dios.
- “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa” (Hebreos 11:8-9).
- “Por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Génesis 26:5).
Dios claramente ordena el cumplimiento de su ley, y Abraham obedeció a Dios fielmente.
Fue en esta tierra que Dios escogió —la tierra de los profetas, el Mesías y la Iglesia del Nuevo Testamento— la tierra que más tarde se conocería como la Tierra Santa, donde Dios comenzó una obra de salvación.
La obediencia de Abraham a Dios era un común denominador entre los profetas, apóstoles y otras personas de Dios en sus diferentes épocas. Dios trabajó con ellos allí en la Tierra Santa, representada por su ciudad capital, Jerusalén. El Cuarto Mandamiento, el mandamiento del sábado, era una parte integral en esa obediencia a Dios; y Jesucristo y la Iglesia que Él fundó, guardaban el día de reposo.
Mucho después de la resurrección y ascensión de Cristo, el apóstol Pablo dijo que guardar la ley de Dios era algo en lo que se deleitaba: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:22).
Incluso cuando viajaba fuera de la Tierra Santa, Pablo y las iglesias que él visitaba santificaban y guardaban el día de reposo: “y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días. Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido” (Hechos 16:12-13).
Pablo, el apóstol de Jesucristo a los gentiles, continuaba guardando el sábado, el séptimo día dado por Dios.
Fundamentos paganos vs. mandamientos de Dios
Cuando leemos que los intentos posteriores por manipular la ley de Dios se dieron en Roma, una ciudad que estaba inmersa en el paganismo, esto nos hace cuestionar este cambio. Ya que ese cambio hizo que se implementara un día pagano para reemplazar el día de reposo dado por Dios, es evidente que el sincretismo estaba ganando aceptación. La mezcla del cristianismo bíblico y el paganismo romano, fue y sigue siendo hasta el día de hoy, una mezcla de dos religiones incompatibles.
Jesucristo dijo: “No penséis que he venido para abrogar la ley [de Dios] o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mateo 5:17-19, énfasis añadido).
Muchas denominaciones quebrantan el Cuarto Mandamiento y enseñan “a los hombres” a transgredirlo. En cambio, la Iglesia de Dios practica y enseña los mandamientos de Dios. Aún si alguien piensa que el mandamiento del sábado es “uno de estos mandamientos muy pequeños”, el hecho es que Dios creó el día de reposo y se seguirá cumpliendo “hasta que pasen el cielo y la tierra”.
A diferencia del sábado establecido por Dios, el día de adoración que Roma estableció, no se enseña en ninguna parte de la Palabra de Dios. Tampoco se practica en la Tierra Santa o en la ciudad de Jerusalén. Por el contrario: fue en la ciudad de Roma, dominada por los paganos, donde surgió este nuevo “sábado” dominical. Pronto este cambio sería establecido como obligatorio por las autoridades seculares y religiosas de Roma.
El gobierno romano impone y ejecuta este cambio
Muchos lectores se sorprenderán al saber lo exitoso que fue el emperador romano Constantino al moldear la sociedad de su tiempo conforme a sus caprichos personales. Fue capaz de unir al Imperio Romano bajo la bandera “cristiana” alrededor del año 312 d.C. Aunque todavía no profesaba completamente ningún tipo de cristianismo, los cambios que impuso en el cristianismo son, hasta el día de hoy, abrumadoramente comunes en todo el mundo. “El emperador Constantino convirtió el domingo en un día [cristiano] de reposo, cerrando los tribunales de justicia y prohibiendo todo tipo de trabajo excepto el trabajo agrícola” (Paul Johnson, A History of Christianity [La historia del cristianismo], p. 68).
Constantino escribió la siguiente amonestación para aquellas personas que ignoraran sus decretos: “Puesto que, como ya no es posible tolerar sus errores perniciosos, estamos advirtiéndoles por este presente estatuto que, de ahora en adelante, ninguno de ustedes deberá reunirse o congregarse. Por consiguiente, hemos ordenado, que seáis privados de todas las casas en las que estáis acostumbrados a celebrar vuestras asambleas: e insistimos y prohibimos en este respecto, cualquier celebración de vuestras reuniones supersticiosas y sin sentido, no solamente en público, sino que en cualquier casa o lugar privado. Por lo tanto, aquellos de ustedes, que estén deseosos de aceptar la religión verdadera y pura, tomen la mejor decisión de entrar a la Iglesia católica... A partir de este día, ninguna de vuestras asambleas ilegales puede ser vista en ningún lugar público o privado” (Eusebius, The Life of the Blessed Emperor Constantin [La vida del bendecido emperador Constantino], Libro 3, pp. 175-176).
El poder y el control que Constantino ejercía sobre el cristianismo eran una cosa; pero su propia práctica, era algo muy diferente. Aunque su alianza con la iglesia romana era estrecha, él solo se convirtió a la iglesia romana durante sus últimas horas de vida, cuando se hallaba en su lecho de muerte. Su conversión al cristianismo, fue en gran medida, algo inventado por él.
¿Cómo es posible que un hombre cualquiera, aun siendo un importante y poderoso emperador romano de carne y hueso, insignificante en comparación con el Dios Todopoderoso —tuviera la osadía de cambiar el día del Cuarto Mandamiento (algo que Dios había establecido para siempre)?
La Palabra de Dios responde a esta pregunta, y es enfática acerca de este cambio de su día de reposo: “Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8-9, énfasis añadido).
No es sólo el sábado judío
John Eadie (1810-1876), un teólogo escocés y crítico bíblico, escribió lo siguiente: “El domingo era un nombre dado por los paganos al primer día de la semana, porque era el día en que ellos adoraban al sol...
“‘Acuérdate del día de reposo para santificarlo’, se basa en el hecho de que el séptimo día fue bendecido y santificado por Dios mismo... Este mandamiento es de obligación universal y perpetua...
“El Creador bendijo el séptimo día — declaró que era un día por encima de todos los otros días, un día en el que otorgaría su favor confiadamente...
“Entonces, mientras el hombre exista, y el mundo que lo rodea permanezca, la ley original del sábado permanecerá. No puede dejarse de lado...
“No es el sábado judío... el que está ordenado en el Cuarto Mandamiento. Cuando leemos el mandamiento completo acerca del día de reposo, no hay mención de ningún elemento judío, como tampoco lo hay en el tercer mandamiento o en el sexto” (Eadie's Biblical Cyclopedia [Enciclopedia bíblica de Eadie], edición de 1872, p. 561, énfasis añadido).
John Eadie concluyó que el Cuarto Mandamiento del sábado no es exclusivamente judío, así como tampoco lo son los otros mandamientos. Todos los mandamientos se aplican a todas las personas. Etiquetar el Cuarto Mandamiento como “judío” es tratar de abrir una brecha entre el día de reposo de Dios y el cristiano.
Nuestro Dios que nunca cambia no cambió el día de reposo
¿Por qué usaría Dios a Roma para aprobar un día de adoración con raíces paganas? ¿Por qué escogería a esa tierra tan malvada, ordenando a los cristianos a guardar el domingo que ellos guardaban —su “venerable día del sol”— como su santo día de reposo?
Es imposible que los mandamientos de los hombres reemplacen los mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios son santos porque Dios es santo.
Dios es enfático al respecto: “guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas… no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios; porque toda cosa abominable que el Eterno aborrece, hicieron ellos a sus dioses… Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio 12:30-32, énfasis añadido).
Cuando consideramos los versículos anteriores, ¿hubiera cambiado Dios de opinión posteriormente diciendo: “Ignora lo que te he enseñado”? ¿Habría dicho Él: “te mando ahora que hagas lo mismo que hacen los paganos? Ahora quiero que me adores a la manera de ellos y en su día de reposo. Presta atención a la forma en que ellos sirven a sus dioses, ¿y tú harás lo mismo”? ¡Absolutamente no, Dios nunca nos pediría hacer eso!
¿Son el Padre y Jesucristo realmente tan inconsistentes y cambiantes? No lo son, son exactamente lo opuesto: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (Hebreos 13:8-9; vea también Malaquías 3:6).
Es imposible que los mandamientos de los hombres reemplacen los mandamientos de Dios. Los mandamientos de Dios son santos porque Dios es santo. Cualquier intento de adorar a Dios y a su Hijo con doctrinas que no son de Dios es adorarle “en vano”.
El futuro del sábado de Dios
Los esfuerzos engañosos de Constantino por reemplazar lo que Dios había ordenado dio lugar a un día de adoración que no se basaba en las enseñanzas de Dios ni en la iglesia que fue fundada en Jerusalén. Esa verdadera Iglesia de Dios fue despreciada, y era considerada “judía” por las autoridades romanas seculares y religiosas, mientras que esas mismas autoridades imponían y coaccionaban para que el domingo se impusiera en el cristianismo convencional. Muchos cristianos, judíos y gentiles, fueron perseguidos por guardar el Cuarto Mandamiento de Dios.
La fiel Iglesia de Dios que guarda el sábado sobrevivió y continúa advirtiendo acerca de las falsas doctrinas hasta el día de hoy. Lo hará hasta que Cristo regrese y establezca el Reino de su Padre.
En el Reino de Dios, la verdad del sábado de Dios se dará a conocer desde la capital del mundo: Jerusalén (Isaías 2:1-4). Entonces toda la humanidad guardará con alegría el día de reposo de Dios, su santo sábado (Isaías 56:6-7).