Como pastor de la Iglesia que regularmente se ofrece como voluntario para servir en el campamento de verano de jóvenes, con frecuencia escucho preguntas de jóvenes que quieren saber más de la Biblia. Una tarde un adolescente me preguntó: “¿cómo sabemos que la Biblia es el libro correcto para leer? ¿Qué podemos decir de otros libros religiosos, tales como el Corán?”.
Esta pregunta con varias partes era sincera, honesta y el reflejo de alguien que estaba tratando de abrirse paso en medio de la filosofía de sentirse bien, no tomar partido y validar todas las opiniones, que permea mucho de la sociedad actual. Y en el meollo de este tema está la preocupación de si los cristianos pueden confiar en el libro sobre el que construyen su fe. Al fin y al cabo, ésta es la obra que revela quién es Dios y qué está haciendo. Ofrece guía para nuestra vida y esperanza para el futuro.
Desde el comienzo, deberíamos reconocer que todo aquel que no quiera creer en la Biblia puede hallar muchas razones aparentemente buenas para no hacerlo. Los escépticos de la Biblia tienen una multitud de argumentos que a primera vista parecen creíbles. Abarcan desde aquellos que afirman que la Biblia está llena de contradicciones hasta la creencia de que no es científica, y de la percepción de que el Dios de la Biblia muestra favoritismos e incita a la violencia contra otros.
Pero cuando usted estudia la Biblia y ahonda un poco en sus páginas, se da cuenta de que no se contradice, de que la buena ciencia y la interpretación bíblica acertada están de acuerdo y de que Dios ama a la humanidad (si desea estudio adicional, vea “Dios y la ciencia” y “La ciencia y la Biblia”).
Para las personas de cualquier edad que están tratando de decidir entre propuestas contrarias, la mejor pregunta podría ser: ¿hay algunas cosas en la Biblia que nos den razones válidas para confiar en ella como la Palabra de Dios y el fundamento de nuestra vida?
Creo que la respuesta es un contundente sí. Creo que hay múltiples razones para que nosotros confiemos en este sorprendente libro.
Veamos algo de la evidencia que muestra que la Biblia es única entre todos los escritos religiosos y vale la pena estudiarla y respetarla.
En términos de organización, período de tiempo, número de escritores humanos, consistencia de su mensaje y el número de copias impresas, la Biblia no tiene comparación. Es por mucho el libro más vendido y el más popular de todos los tiempos. Se estima que se han impreso 6.000 millones de copias en cientos de idiomas. El segundo libro más vendido es el que contiene los dichos de Mao Tse-tung y, en comparación, solamente se han impreso aproximadamente 900 millones de copias de él.
La autoría de la Biblia
La razón de la consistencia de la Biblia es el hecho de que Dios mismo es el autor primario.
Aunque se atribuye a cerca de 40 personas la autoría de los 66 libros de la Biblia en un período de 1.500 años aproximadamente, hay una consistencia sin precedentes en sus enseñanzas. La razón de la consistencia de la Biblia es el hecho de que Dios mismo es el autor primario.
Al explicarle este punto a Timoteo, Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Esto se refleja en el hecho de que en “más de 3.800 ocasiones las palabras son introducidas con fórmulas tales como: ‘el Eterno dijo’, ‘dice el Eterno’ y ‘vino la Palabra del Eterno’” (Compendio manual de Eerdmans, p. 33). Aunque cada autor escribió en su propio estilo, todos registraron lo que Dios les reveló o directamente o por el Espíritu Santo (1 Pedro 1:10-12).
Jesús afirmó en el Nuevo Testamento que la palabra de Dios “es verdad”, “y la Escritura no puede ser quebrantada” (Juan 17:17; 10:35). Pablo también afirmó lo mismo al referirse a “las sagradas Escrituras” (Romanos 1:2; 2 Timoteo 3:15, énfasis añadido). Por esto es que las Biblias modernas, que incluyen el Nuevo Testamento, llevan el nombre de Santa Biblia.
Organización de la Biblia
Tal como es de esperarse teniendo en cuenta al autor de toda la Biblia, la Biblia está bien organizada (1 Corintios 14:33). El Antiguo Testamento tiene tres secciones —la Ley, los Profetas y los Escritos— y el Nuevo Testamento tiene cuatro secciones —los Evangelios y Hechos, las Epístolas de Pablo, las Epístolas Generales y Apocalipsis.
Al comparar la Biblia con otros escritos religiosos, el Comentario expositor de la Biblia (editor general Frank E. Gaebelein) dice que el Corán [aproximadamente una décima parte de la longitud de la Biblia] es realmente el producto de un hombre, Mahoma, cuyos escritos fragmentados fueron recopilados después de su muerte en un solo libro al que le falta desesperadamente organización…”.
“Los llamados libros sagrados de otras religiones, incluyendo el libro del Mormón, tienen un carácter menos unificado que la Biblia, y sus características mitológicas, sus particularidades históricas cuestionables y las inconsistencias en la perspectiva religiosa nos deberían poner en guardia para no hablar de ‘las Biblias de la humanidad’” (Vol. 1, artículo “La autoridad e inspiración de la Biblia”).
Para estudio adicional de la organización de la Biblia, vea “Datos fascinantes de la Biblia”.
Preservación de la Biblia
Una de las indicaciones más fascinantes de la autenticidad de la Biblia es la historia de su preservación. Su historia comienza con los escritos de Moisés, la porción más antigua de la Biblia. Él se las dio a los sacerdotes con la orden de que debían leérsela a todo Israel cada siete años en la fiesta de Tabernáculos (Deuteronomio 31:9-11).
Aunque a los judíos les fue dada la responsabilidad de preservar “los oráculos” de Dios (Romanos 3:2), ellos no la tomaron siempre tan seriamente como debían. Sorprendentemente, Dios no permitió que desaparecieran estos escritos inspirados.
Durante el reinado del rey Josías, quien instituyó el retorno a la adoración de Dios, fue “hallado el libro de la ley en la casa del Eterno” (2 Reyes 22:8).
Cuando el sacerdote Esdras regresó a Jerusalén del cautiverio en Babilonia, el rey Artajerjes notó que Esdras estaba por ser enviado a “visitar a Judea y a Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios que está en tu mano” (Esdras 7:14). Después de que los judíos comenzaran a reconstruir el muro alrededor de Jerusalén, Nehemías el gobernador, Esdras y los levitas enseñaron a las personas del “libro de la ley de Moisés, la cual el Eterno había dado a Israel”, durante los días de fiesta anuales en el séptimo mes (Nehemías 8:1-8).
En el siglo III a.C. se comenzó la obra de la Septuaginta —una traducción de la Biblia en griego por judíos que estaban viviendo en Alejandría, Egipto. El nombre Septuaginta significa 70 y se derivaba del número de traductores involucrados en el proyecto. (Una leyenda afirma que en realidad eran 72 traductores, seis de cada una de las tribus de Israel). Aunque su propósito original era ayudar a los judíos en Alejandría, cuyo uso del hebreo estaba desapareciendo, también servía como protección adicional de la Biblia de cualquier intento que hubiera para destruirla.
Subsecuentemente, apareció allí un gobernante seléucida llamado Antíoco Epífanes (reinó del 175 al 164 a.C.), que trató de exterminar la religión judía y lograr que los judíos se convirtieran en griegos. Él prohibió la adoración y el estilo de vida judío tradicional y destruyó todas las copias de las Escrituras que pudo hallar.
Pero estos intentos no tuvieron éxito. De hecho, la Biblia ha sido cuidadosamente protegida y preservada. Los rollos del mar muerto, que datan de alrededor del 200 a.C. al 68 d.C., fueron descubiertos en 1947. Estos descubrimientos confirman que hoy tenemos el mismo Antiguo Testamento que existía entonces.
Jesús afirmó claramente: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).
El espacio no nos permite hacer un bosquejo detallado de la preservación del Nuevo Testamento, pero hay un punto que vale la pena considerar. Mientras estaba dando su discurso acerca de los eventos del tiempo del fin, Jesús afirmó claramente: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento de la Biblia han sido preservados exactamente para nosotros hoy.
Si desea profundizar en el tema, vea: “Los Manuscritos del Mar Muerto”.
¿Son necesarios escritos adicionales?
Algunos, que entienden que no hay otras obras que se acerquen a la dimensión de la Biblia, han sugerido que hay otros escritos que sencillamente son adiciones a la Biblia y ofrecen una mayor profundización o entendimiento. Es interesante anotar que la Biblia menciona esta suposición.
Pablo le escribió a Timoteo que: “Toda la Escritura es inspirada por Dios… a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). En otras palabras, toda la instrucción que necesitamos para saber cómo vivir la encontramos en la Biblia.
Al concluir el libro de Apocalipsis, Juan escribió: “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Apocalipsis 22:18-19).
Si bien esta instrucción de no añadir algo se aplica claramente al libro de Apocalipsis también puede ser un concluyente recordatorio. La orden de no añadir a las palabras de Dios no es exclusiva de Apocalipsis —también puede encontrarse en Deuteronomio 4:2, 12:32 y Proverbios 30:5-6.
Apocalipsis describe el cumplimiento de las profecías del tiempo del fin, previamente dadas en toda la Biblia como una conclusión que encaja con el libro que Dios ha preservado para nosotros hoy.
No hay un libro como la Biblia, ¡porque de hecho es la Palabra de Dios!
Para profundizar en la veracidad de la Biblia, vea el folleto: ¿Es cierta la Biblia?
Recuadro: ¿Pensaban los apóstoles que sus escritos eran parte de la biblia?
Cuando leemos que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), surge la pregunta: ¿qué quiso decir Pablo con Escritura? Si bien el Antiguo Testamento era considerado claramente Escritura (el Antiguo Testamento es citado con frecuencia por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento), ¿creían Pablo y los apóstoles que sus escritos eran también divinamente inspirados y que por lo tanto debían ser incluidos como parte de la Biblia?
Pablo y Juan afirmaron específicamente que sus enseñanzas eran divinamente inspiradas por Dios (1 Tesalonicenses 2:13; 1 Corintios 14:37; 1 Juan 4:6). Esto implicaba que sus escritos, los cuales documentaban sus enseñanzas, eran también de Dios.
Pedro, que escribió su segunda epístola alrededor del mismo tiempo que Pablo escribió 2 de Timoteo, se refirió a los escritos de Pablo como partes de las “Escrituras” (2 Pedro 3:15-16). Pedro además recordó a sus lectores “que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles” (2 Pedro 3:2).
Pablo también hace una afirmación directa acerca de que el Nuevo Testamento era Escritura. Al escribirle a Timoteo, Pablo dice: "Pues la Escritura dice: No pondrá bozal al buey que trilla, y: Digno es el obrero de su salario" (1 Timoteo 5:18).
La última cita: "No está con tantas palabras en el Antiguo Testamento y, sin embargo, el apóstol la aduce evidentemente como una cita de las Escrituras… pareciera probable entonces, que él hubiera visto el Evangelio de Mateo o de Lucas y que citó esto como parte de la Escritura, y consideraba el Libro del que hizo la cita como algo que tenía la misma autoridad que el Antiguo Testamento" (Albert Barnes, Notas de toda la Biblia).
Estos pasajes indican que los apóstoles consideraban que sus escritos eran parte de la Escritura.