Algunos creen que el Antiguo Testamento está compuesto por mitos antiguos. Otros creen que sí es relevante para los cristianos. ¿Podemos probar su valor en la actualidad?
El Antiguo Testamento ha sido el blanco de muchos críticos de la Biblia que lo han llamado una colección de mitos, sin autoridad divina en nuestra vida. Aun teólogos reconocidos han rechazado algunas partes de las Escrituras Hebreas, negando que éstas sean un registro de la revelación de Dios a la humanidad. Ellos pasan por alto las pruebas que tenemos de que los profetas y los escribas han sido inspirados por el Creador del universo, que preservó estos escritos para nuestro beneficio.
El diseño del Antiguo Testamento
Este artículo está relacionado con el diseño y desarrollo del Antiguo Testamento, con el fin de demostrar que ha sido diseñado y preservado cuidadosamente y todavía sigue siendo útil para nosotros en la actualidad.
Al comienzo de las Biblias cristianas hay una lista de los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con un total de 39 en el Antiguo y un total de 27 en el Nuevo. Estas páginas del contenido hacen una lista de los libros en el orden con el que estamos más familiarizados.
Sin embargo, el número real de los libros de las Escrituras Hebreas era 22. Es importante entender que no hay diferencia en el contenido, sino en la forma en que los libros fueron agrupados.
El Antiguo Testamento está dividido en 3 secciones
La traducción de las Escrituras llamada Tanaca, producida por la Sociedad de Publicaciones Judías, agrupa los libros en tres categorías principales: Ley, Profetas y Escritos. Jesús reconoció estas secciones (Mateo 5:17; Lucas 24:44).
Veamos los libros de cada división:
- Ley (llamada Torá en hebreo y conocida como el Pentateuco en griego): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
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Profetas:
— Profetas anteriores: Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes.
— Profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y 12 profetas menores. - Escritos: Salmos, proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Ruth, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías y 1 y 2 de Crónicas.
En las Escrituras hebreas, los que ahora contamos como 39 libros, originalmente estaban agrupados en 22. El alfabeto hebreo tiene 22 caracteres, así que 22 era el número que encajaba en los libros de la Biblia hebrea.
Josefo, historiador judío que escribió en el primer siglo, afirma: “lo que sucede es que no tenemos miríadas de libros inconsistentes, en conflicto entre sí. Nuestros libros, aquéllos reconocidos son 22, y contienen el registro de todo lo acontecido” (Contra Apión 1:8).
En tiempos posteriores se reconocieron 24 libros. En ambos casos los profetas menores se consideraban un libro, y los siguientes libros estaban combinados: 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, Esdras y Nehemías, y 1 y 2 de Crónicas.
Hay varias teorías acerca de cómo dos libros más fueron combinados para llegar hasta los 22 libros nombrados por Josefo. Muchos creen que Jueces y Ruth estaban combinados, además de Jeremías y Lamentaciones.
Otra propuesta combina a Josué con Jueces y a Samuel con Reyes. ¿Por qué esta combinación? Josué y Jueces hablan de una época en la que Israel no tenía rey, en tanto que Samuel y Reyes son de la época en que Israel tenía reyes. Así, dos períodos diferentes, distintos, son el tema. Esta propuesta hace que Ruth y Lamentaciones se ubiquen en la sección de los Escritos, en donde están ubicados actualmente según los judíos.
Algunos se preguntan por qué está Daniel en la sección de los Escritos. Su misión era diferente de la de los demás profetas. Los otros profetas hablaban principalmente de Israel, en tanto que Daniel menciona especialmente a los reinos gentiles. Él habla del pueblo de Israel en la medida en que entraban en contacto con los gentiles.
Daniel es un libro de esperanza, y muestra que después del reinado de los reinos gentiles, El reino de Dios va a ser establecido en la tierra. Daniel no se refiere únicamente a la primera venida de Cristo (Daniel 9:24:27), sino también a su segunda venida o regreso a la tierra como Rey de Reyes y Señor de Señores (Daniel 2:44; 7:27).
El canon
La palabra canon es utilizada por los eruditos de la Biblia para referirse a los libros que son aceptados como parte legítima de la Santa Biblia. “Canon” se deriva de una palabra que significa caña, dando a entender un estándar, regla o instrumento para medir. Cuando se aplica a la Biblia, se refiere a aquellos libros que se consideran parte de las Sagradas Escrituras y tienen autoridad divina.
El Nuevo Testamento es prueba del Antiguo
Romanos 3:2 nos revela que Dios le dio a las autoridades religiosas judías el papel de proteger y preservar los oráculos de Dios—que incluyen las escrituras del Antiguo Testamento (Hebreos 5:12; 1 Pedro 4:11).
Jesús se refiere a las tres divisiones en Lucas 24:44, como la Ley de Moisés, los profetas y los Salmos. (Salmos es el libro más grande y el primero de la sección de los escritos en la Biblia hebrea, así que toda la sección fue llamada con frecuencia “Salmos”).
Veamos como Neil R. Lightfoot en su libro How We Got the Bible [Cómo llegó la Biblia hasta nosotros], explica el contexto de la declaración de Cristo:
“Existe buena evidencia en el Nuevo Testamento que muestra que en la época de Jesús, el canon del Antiguo Testamento ya había sido fijado. No se puede cuestionar que Jesús y sus apóstoles, vez tras vez, citan de un cuerpo autorizado de escrituras. Ellos las llaman la “Escritura” (Juan 7:38; Hechos 8:32; Romanos 4:3), “Las Escrituras” (Mateo 21:42; Juan 5:39; Hechos 17:11), “Las sagradas Escrituras” (Romanos 1:2), “Las santas Escrituras” (2 Timoteo 3:15), y así sucesivamente. Con frecuencia, ellos introducen las citas con: “como está escrito”, esto es, como algo que está firmemente escrito y es indiscutiblemente algo verdadero” (p. 153).
Jesús también se refirió a la disposición original de los libros mencionados arriba, cuando habló de la época “desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías que murió entre el altar y el templo” (Lucas 11:51). El primer mártir nombrado fue Abel y el último Fue Zacarías (Génesis 4:8; 2 Crónicas 24:20-21). Cristo reconoció que el primer libro era Génesis, y de allí la referencia a Abel, y el último era Crónicas, y por ello la referencia a Zacarías.
En su confrontación con el diablo, Cristo afirmó: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4). Ése “de toda palabra” incluye la totalidad de las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos. Por lo tanto no es sabio que los cristianos eviten leer y poner atención a su mensaje.
El apóstol Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). En el momento en que Pablo escribió esto, él se estaba refiriendo directamente a la autoridad divina de las Santas Escrituras hebreas (vers. 15).
El Antiguo Testamento fue preservado acertadamente por los escribas
Aquellos escribas judíos que tenían a cargo la preservación de las Escrituras, fueron extremadamente cuidadosos y meticulosos en la forma en que ellos manejaban y preservaban el texto. Ellos eran entrenados en el arte de la escritura y eran especialistas en la trasmisión exacta del texto bíblico.
Ellos seguían requisitos extenuantes con el fin de asegurarse de no cometer errores cuando se estaban haciendo nuevas copias de las Santas Escrituras. Por ejemplo, cuando se hacía una nueva copia, ellos contaban el número de palabras. Si la copia no tenía el número exacto de palabras, el manuscrito era destruido. Esto aseguraba que ni la más mínima palabra era omitida o agregada.
Entre el siglo siete y el siglo 11, muchos de estos profesionales escribas eran conocidos como los Masoretas, y de ahí surgió la costumbre de llamar el texto hebreo oficial como el Texto Masorético.
Neil R. Lightfoot nos da detalles acerca de porqué estas personas eran tan estimadas: “Los Masoretas no estaban preocupados con asuntos tales como la forma correcta de pronunciación. Ellos estaban siempre buscando formas y métodos para eliminar errores de adición u omisión de la escritura.
Esto se lograba por medio de un intricado procedimiento para contar. Ellos numeraban los versículos, las letras, las palabras de cada libro. Ellos contaban el número de veces que se usaba cada letra en cada libro. Ellos anotaban los versículos que contenían todas las letras del alfabeto, o por lo menos cierto número de ellas. Ellos calculaban la letra del medio, la palabra del medio, y el versículo de la mitad del Pentateuco; el versículo en la mitad de Salmos, el versículo en la mitad de toda la Biblia hebrea, y así sucesivamente. De hecho, ellos contaban casi todo lo que podía ser contado.
Con estas seguridades, y otras, cuando un escriba terminaba de hacer una copia del libro, entonces podía revisar la precisión de su trabajo antes de utilizarla (Cómo llegó la Biblia hasta nosotros, p. 132).
Dios quería que estas importantes verdades estuvieran disponibles para toda la humanidad y preservó el conocimiento y la esperanza que están al alcance de todos nosotros. Él se aseguró que este precioso entendimiento pudiera continuar de generación en generación hasta la época actual.
En marzo de 1948, mientras estaba buscando una cabra que se había perdido, un joven árabe accidentalmente tropezó con varias jarras que contenían viejos rollos con una escritura en ellos. Después se dieron cuenta que estos manuscritos eran uno de los descubrimientos más trascendentales de épocas recientes y se conocieron como los Rollos del Mar Muerto. Estos rollos eran mucho más antiguos que el Texto Masorético más antiguo y confiable que tenemos en la actualidad.
Entre los rollos había numerosos manuscritos de los textos bíblicos, pero el más sobresaliente era el rollo del libro de Isaías. Después de un examen exhaustivo, los eruditos quedaron sorprendidos porque se dieron cuenta que con excepción de unos pocos cambios menores, el texto era muy similar al Texto Masorético del Antiguo Testamento. No era exactamente el mismo, ya que los responsables de los Rollos del mar Muerto no eran tan meticulosos como los escribas oficiales que mencionamos anteriormente.
La Biblia es un libro vivo
La Biblia es la revelación divina del plan y propósito de Dios para la humanidad. Nos da la verdad acerca de porqué fueron creados los seres humanos y su destino final glorioso—si ellos siguen su forma de vida. Además, nos da esperanza para el futuro en un mundo lleno de problemas que cada vez son más difíciles de resolver para la humanidad.
En una encuesta reciente dirigida por Investigaciones Barna, encargada por la Sociedad Bíblica Americana, la mayoría de los americanos (69%) dijeron que creían que la Biblia tenía las respuestas para vivir una vida con propósito. Pero si bien el 79% pensaba que tenían cierto conocimiento de la Biblia, el 54% no fue capaz de identificar correctamente los primero cinco libros de la Biblia. Cerca de la mitad (46%) dijeron que leían la Biblia no más de una o dos veces al año (Lamar Vest, “¿Importa todavía la Biblia en 2012”?; FoxNews.com).
Se les pidió a los participantes que dijeran qué era lo que más les frustraba acerca de leer la Biblia. La respuesta más frecuente fue que ellos “no tenían tiempo para leerla”.
Piense acerca de esto. ¿No hay un instante para que nosotros descansemos en medio de una vida apurada y meditemos en el significado profundo, para cada uno de nosotros, de lo que el libro de instrucción para la humanidad nos enseña acerca del propósito de la vida, ahora y en la eternidad?
Ahora es el momento, más que nunca antes, de leer y estudiar toda la Biblia—tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento—la que Dios nos ha dado como muestra de su gran amor por nosotros. Como Pablo le dijera a Timoteo, las Sagradas Escrituras: “te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:15).