El Pentateuco

¿Qué es el Pentateuco? ¿Qué significa esta palabra? ¿Y cuán importante es para comprender el resto de la Biblia?

El “Pentateuco” es el conjunto de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. La palabra proviene del griego penta, que significa “cinco”, y teuchos, “un volumen, un libro”.

En su libro Old Testament Survey [Visión general de Antiguo Testamento], William LaSor, David Hubbard y Frederic Bush explican que: “El ‘Pentateuco’ se compone de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). Este término se deriva del griego Pentateuchos, ‘cinco-volúmenes (libros)’. Los judíos lo conocen como Torá (i.e., ‘instrucción’), o la ‘Ley’. Nehemías 8:8 dice: ‘Y leían en el libro de la ley [Torá] de Dios claramente, y [los levitas] ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura’”.

La Biblia hebrea se divide en tres partes: la Ley (Torá), los Profetas y los Escritos. Podemos encontrar evidencia de esto en el Nuevo Testamento; más específicamente, en las enseñanzas de Cristo después de la resurrección.

Lucas 24:44, por ejemplo, nos dice: “Y [Cristo] les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos [Escritos]”.

Claramente, Cristo de estaba refiriendo a las tres divisiones del Antiguo Testamento. Como mencionamos arriba, la primera de ellas (la Ley) se conoce como Pentateuco e incluye los primeros cinco libros de Biblia.

Los libros del Pentateuco (la Ley)

Analicemos brevemente cada uno de ellos:

Génesis

El título de este libro fue traducido de la Biblia Septuaginta (la Biblia griega) y significa “comienzo” u “origen”. Génesis presenta a Dios como Creador y describe el origen y propósito de toda su creación.

En hebreo, su nombre proviene de la frase “En el principio”, que también alude a la idea de origen (Génesis 1:1).

Génesis describe los comienzos del hombre, el matrimonio, el pecado humano, el gobierno humano, las lenguas y las naciones (incluyendo a Israel).

En Mateo 19:4-5, Cristo citó este libro demostrando que es parte de la Palabra inspirada de Dios.

Resumen de Génesis: Los primeros 11 capítulos relatan la historia del mundo hasta Abraham (cuatro de ellos dedicados a la historia de Noé) y los 39 siguientes se enfocan en las vidas de cuatro hombres: Abraham (vv. 12-25), Isaac (25-28), Jacob (28-36) y José (37-50).

Además, los capítulos 1 al 3 de Génesis contienen una de las lecciones más importantes de la Biblia: la historia de cómo Adán y Eva (los primeros humanos) dañaron su relación con Dios al cometer un error inmenso —un error que lamentablemente se ha repetido generación tras generación hasta hoy. Adán y Eva conocieron personalmente a su Creador, y Él les enseñó su camino de vida dándoles la oportunidad de vivir en plenitud y abundancia.

Pero todo cambió cuando Satanás entró en escena. Adán y Eva decidieron rechazar las claras instrucciones de Dios y comieron del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. En otras palabras, rechazaron las leyes y el camino de Dios que definen lo que es correcto e incorrecto. Desde entonces, toda la humanidad ha seguido los pasos de los primeros humanos, obteniendo sólo avaricia, peleas, violencia, rebeldía, guerras y otros males.

Al desobedecer a Dios, Adán y Eva perdieron su relación y contacto directos con Él y fueron expulsados del jardín de Edén (Génesis 3:24).

Así comenzó la historia de un mundo engañado y aprisionado por Satanás hasta el día de hoy (Apocalipsis 12:9).

Éxodo

Como sucede con el resto del Pentateuco, el nombre de este libro proviene de la Biblia Septuaginta. “Éxodo” significa “salida” o “partida”, lo cual alude a la salida de Israel de Egipto. Su protagonista es Moisés cuyo nombre significa “sacado” (del Río Nilo) a quien Dios utilizó para rescatar a Israel de Egipto y “bautizarlos” en el Mar Rojo (1 Corintios 10:1-2).

Éxodo describe cómo Dios empezó a trabajar con Israel como nación; hasta entonces sólo había trabajado con individuos. Dado que ahora se trataba de todo un pueblo, Dios les dio las leyes civiles, estatutos y sentencias necesarias para su gobierno. Además, estableció sus fiestas santas y al sacerdocio (Éxodo 12; 23:14-17; 40:13-15).

Los diez mandamientos: Dios dio los diez mandamientos (su ley espiritual y eterna) al pueblo de Israel en el Monte Sinaí. Estos mandamientos son una bendición para la humanidad, pues nos enseñan cómo tener una relación sana y cercana con nuestro Creador, lo que nos conducirá a una vida feliz y plena.

Lamentablemente, la mayoría de la gente cree que estas leyes no están vigentes en la actualidad. Muchos así lo enseñan a pesar de que el Nuevo Testamento demuestra lo contrario.

Santiago 2:12, por ejemplo, revela que todos seremos juzgados por “la ley de la libertad”, y 1 Juan 5:3 nos dice: “éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”. Obedecer los mandamientos de Dios es una manera de mostrarle amor y respeto.

¿Por qué entonces tanta gente creerá que sus leyes son represivas y gravosas?

Si los analizamos con atención, además notaremos que los primeros cuatro mandamientos definen cómo debe ser nuestra relación con Dios y los otros seis, cómo debemos relacionarnos con nuestro prójimo. Esto concuerda perfectamente con lo que Cristo dijo sobre “el gran mandamiento en la ley” en Mateo 22:36-40. En otras palabras, el Nuevo Testamento no niega la enseñanza del Antiguo Testamento acerca de la importancia de la ley de Dios; más bien, ahonda en ella y la ratifica.

Levítico

Su nombre proviene del título en la Vulgata (versión de la Biblia al latín) que a su vez proviene de la Biblia Septuaginta y significa “libro de los levitas”. Dios apartó a Aarón y sus descendientes para el sacerdocio, pero también encomendó el servicio del tabernáculo al resto de tribu de Leví. El trabajo de los levitas incluía transportar el tabernáculo y su mobiliario cuando el campamento debía moverse de lugar.

El tabernáculo fue dedicado en el primer día del segundo año desde que Israel salió de Egipto. Este era el principal lugar de adoración y el punto de encuentro entre Dios y su pueblo. Pero cuando Israel iba por el desierto, Dios se mostraba a través de una nube que los protegía de día y una columna de fuego que los iluminaba de noche. Claramente, quería hacer saber a su pueblo que siempre estaba con ellos.

Sistema expiatorio: El propósito del sistema expiatorio era enseñar obediencia a Israel. Dios estableció los sacrificios de animales a causa de los pecados del pueblo y para guiarlos hacia su camino (Gálatas 3:19, 24). Estos sacrificios además representaban el supremo, definitivo y perfecto sacrificio de Jesucristo.

Los sacrificios eran sombra de lo que vendría y durarían sólo “hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10; 10:1-3). Es más, Dios no los estableció cuando Israel salió de Egipto, sino tiempo después, para enseñarles a obedecer (Jeremías 7:22).

Santos seréis: En Levítico 19:2, Dios dice a Israel: “Santos seréis, porque santo soy yo el Eterno vuestro Dios”. Éste es un tema recurrente en el libro. Si el pueblo obedecía a Dios, Él los bendeciría con abundancia, pero si desobedecía, sólo tendían maldiciones (Levítico 26:3-39).

Para poder presentarse ante Dios, los israelitas debían ser “santos”. El sistema expiatorio les permitía arrepentirse de sus pecados y les enseñaba que el pecado es destructivo y sólo puede ser perdonado por medio de sacrificio. Dios nunca crearía un sistema dañino para el ser humano; la expiación era una provechosa herramienta de instrucción para Israel.

Números

El título hebreo de este libro proviene de la frase “en el desierto” (Números 1:1). Su nombre en español, en cambio, fue tomado de la Biblia Septuaginta y hace referencia a los dos censos de Israel que encontramos en el relato: uno en Sinaí y el otro al finalizar su viaje por el desierto (capítulos 1 y 26).

Este libro cuenta la historia del pueblo de Israel desde que dejaron Sinaí en el segundo mes del segundo año después de salir de Egipto, hasta llegar a las llanuras de Moab en el décimo mes del año 40 de su viaje por el desierto.

Números es también un libro de pruebas y de fe, pues en él vemos cómo a Israel le faltó fe para entrar a la tierra prometida aun habiendo sido testigos del increíble milagro del Mar Rojo con el que Dios los sacó de Egipto.

La lección para los cristianos modernos es clara. El Nuevo Testamento la resume diciendo: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:8-13; 4:2).

Deuteronomio

Deuteronomio es el último libro del Pentateuco y su nombre significa “segundo recuento de la ley” o “repetición de la ley”. Comienza con el discurso de Moisés en las llanuras de Moab (undécimo mes del año 40 después del éxodo) y concluye con su muerte y el consecuente luto del pueblo ese mismo año. Su contenido reitera las leyes dadas anteriormente y además agrega la instrucción de salir del desierto y entrar en la Tierra Prometida.

Dado que los israelitas ya conocían muy bien la ley de Dios, el énfasis está en recordar sus instrucciones y obedecerlas. El pueblo debía guardar cuidadosamente todos los mandamientos, incluyendo el sábado (Deuteronomio 4:1, 5-6, 9, 14; 5:1, 13-15).

En Mateo 4:1-11, Cristo citó este libro tres veces para enfrentar la tentación de Satanás y, por lo tanto, lo validó como palabra inspirada.

Además, Deuteronomio ilustra el sincero amor y devoción de Dios hacia Israel en varias ocasiones; Él era su “Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7:9).

Meditando en la ley

La Biblia es una guía muy valiosa para nuestra vida diaria. Es la Palabra inspirada de Dios, nuestro Creador, y contiene las enseñanzas y verdades que nos llevarán a una vida realmente plena y feliz.

Es por esto que, en Lucas 21:34, Cristo nos aconseja: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen… de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día [su regreso]”. No permita que los afanes de la vida ocupen todo su tiempo y le impidan estudiar las escrituras. Como dijo David: “Bienaventurado el varón que… en la ley del Eterno está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Salmos 1:1-2).

Depende de cada uno de nosotros hacer la prueba y descubrir si Dios dice la verdad.

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