Desagradecidos con nuestro Creador

Romanos 1:21  

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

En los primeros capítulos de Romanos, Pablo muestra la pecaminosidad de todos los hombres, gentiles y judíos. Este versículo viene después de la vehemente declaración de que “las cosas invisibles de Él, su eterno poder y gloria, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (v. 20). La creación de Dios es prueba de que Él existe, por lo que aun los que no tienen antecedentes bíblicos no tienen excusa.

Pero los gentiles del tiempo de Pablo ponían a Dios fuera de sus mentes y no le daban gloria ni le mostraban agradecimiento. Muchas personas hoy en día siguen este mismo ejemplo. La ingratitud es una característica de la naturaleza humana y especialmente de este tiempo del fin (como Pablo menciona en 2 Timoteo 3:2; vea nuestro artículo “La ingratitud: una señal de tiempos peligrosos”).

El Salmo 100: “un salmo de agradecimiento”, provee la cura para este padecimiento común. “Reconoced que el Eterno es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre” (Salmos 100:3-4).

Para más información acerca de la gratitud, vea nuestros artículos “Dad gracias en todo” y “‘Dad gracias en todo’ (¿en serio?)”.

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