¡Dios oye!
Mas tú, Eterno, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé al Eterno, y él me respondió desde su monte santo. Selah
La inscripción dice que David escribió este salmo cuando huía de delante de Absalón su hijo. Aun en esta circunstancia tan estresante y desalentadora, David supo que Él podía contar con Dios. Dios era su escudo —su ayuda y quien le daba ánimo.
Aun más, el gran Creador del universo estaba dispuesto a oírlo. Aun en nuestros momentos más desalentadores, Dios está dispuesto a oírnos desde su alto trono en el cielo. Debemos desarrollar el hábito de llevar nuestros problemas delante de Dios. Se requiere de carácter y de fe para hacer esto y para confiar en que Él nos puede librar.
Estudie más acerca de la oración en nuestro artículo titulado “Cómo debemos orar”.