El asombroso amor de Dios: ¡llamados a ser sus hijos!
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
El apóstol Juan —el apóstol que Jesús amó de manera especial— usa diferentes formas de la palabra amor 46 veces en esta carta. Aquí él nos pide que prestemos atención a algo tan asombroso que parece incomprensible. ¡El eterno Creador Dios Todopoderoso quiere que estemos en su familia! No como una mascota o sirviente de la casa, sino como un hijo parecido a su Hijo Primogénito, Jesucristo. Él quiere que heredemos inmortalidad y entonces vivamos con Él en un nivel divino de existencia por siempre.
Estas promesas increíbles deben motivarnos enormemente a cambiar —llegar a ser más y más como nuestro Hermano mayor puro y santo (v. 3).
Estos versículos hablan acerca de un tiempo futuro cuando nosotros seremos transformados de vida física en el nivel humano a vida espiritual en la propia familia de Dios. Pero en un sentido nosotros somos “ahora” hijos de Dios. Dios cuenta las cosas que serán como si ya fueran (Romanos 4:17). Nosotros todavía podemos descalificarnos a nosotros mismos (1 Corintios 9:27; Hebreos 10:26-29), pero Dios tiene toda la intención de hacernos miembros de su familia (Filipenses 1:69).
Para aprender más acerca de este proceso de conversión y transformación al cual Dios llama a los cristianos, vea nuestros artículos “¿Qué significa nacer de nuevo?” e “Hijos de Dios”.