¡Jerusalén!
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
Poco antes de su crucifixión, Jesús reflexionó acerca de todos los pecados de Jerusalén, especialmente los cometidos por sus líderes religiosos y sus antepasados. ¡Ellos mataron a los profetas de antaño y en ese momento se estaban preparando para matar a su Creador y Salvador! Por causa de estos pecados, la ciudad va a ser castigada y destruida (Mateo 23:36, 38).
Pero Jesús mostró lo que había en su corazón. Él se lamentó por los pecados de ellos y por no permitir que Él que los protegiera y cuidara. Él se preocupaba por ellos profundamente y anhelaba poder reunirlos. Pero ellos lo rechazaron.
Dios también desea reunir a todas las personas que está llamando actualmente. Nosotros debemos responder a ese llamamiento y apreciar su protección, no debemos rechazarlo. Para conocer más acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestro artículo “Muchos son llamados, y pocos escogidos”. Si desea más información acerca de la historia y el futuro de Jerusalén, lo invitamos a ver nuestro artículo “Jerusalén en la profecía”.
