La justicia de Dios
Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia.
En la primera parte del libro de Romanos, el apóstol Pablo mostró que ambos, gentiles (griego ethnos, otras naciones) y judíos eran culpables ante Dios, por haber quebrantado las santas leyes de Dios y con ello haberse acarreado la pena de muerte. Ya que las leyes de Dios son buenas y para nuestro beneficio, quebrantarlas es algo que es destructivo para uno mismo, y hace que seamos destituidos de la gloria de Dios. (Vea usted más información acerca del hecho que “Todos han pecado” en nuestro comentario acerca de Romanos 3:23).
Así, ya que todos han pecado y el guardar la ley no puede justificarnos de un solo pecado en el pasado, la única forma en que los pecadores pueden ser declarados justos es aceptando el sacrificio de Jesucristo. Él pagó la pena de muerte por todos los que tienen fe en Jesucristo y su sacrificio y quienes se arrepienten y comprometen a cambiar.
Pablo dice que la ley y los profetas dieron testimonio de este camino a la justicia. En el Antiguo Testamento encontramos profecías acerca del Mesías que sería herido por nuestras transgresiones (Isaías 53:8). Además, Pablo estaba creando el escenario para los ejemplos de Abraham y David que él usa en Romanos 4.
Esta justicia imputada es un don de Dios, y este don nunca podría merecerse por medio de guardar la ley. Pero esto no cambia el hecho de que las leyes de Dios son buenas y que nos ordena obedecerlas. Pablo señala: “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Romanos 6:1-2).
Si usted desea más información acerca del pecado y su cura, vea nuestro folleto titulado ¡Cambie su vida! Y nuestro artículo “Cómo ser justos”.