La promesa

Hechos 2:39  

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Dios hace muchas promesas en su Biblia, pero la que Él hizo en Hechos 2:38 es fundamental: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

El sacrificio perfecto de Jesucristo hizo posible que nosotros fuéramos perdonados de nuestros pecados pasados y pudiéramos recibir el don del Espíritu Santo —el pago inicial de vida eterna y el poder de Dios. Recibir el Espíritu Santo marca el principio de una nueva vida como un hijo de Dios. Responder a la guía del Espíritu obedeciendo a Dios es parte de desarrollar la mente y carácter de Dios. El Espíritu Santo también nos guía a vencer los pensamientos y acciones malos.

En ese Día de Pentecostés en Hechos 2, cuando la Iglesia del Nuevo Testamento empezó la obra de predicar el evangelio y hacer discípulos, para lo cual Jesucristo la había comisionado (Mateo 28:19-20; Hechos 1:8), el apóstol Pedro explicó que esta promesa no era solo para quienes lo oyeron ese día. Esta promesa también era para sus descendientes y “para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”. Qué maravillosa bendición es el hecho de que Dios quiere que cada persona reciba la verdad en el momento que Él lo determina, que es el mejor para cada persona (1 Timoteo 2:4).

Para más información acerca del don del Espíritu Santo, vea nuestro artículo “¿Cómo saber si tiene el Espíritu Santo?

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