Llevar muchos hijos a la gloria
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
El libro de Hebreos empieza demostrando que Jesucristo, el Hijo de Dios, es superior a los ángeles y a todo lo demás. En los versículos previos a este pasaje, el autor cita el Salmo 8 para hablar del propósito y potencial de los seres humanos. Dios creó al hombre para que tuviese dominio sobre todas las cosas —¡el universo entero! Pero “todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas” (Hebreos 2:8). Por ahora, Jesús, quien vino a morir para hacer posible que nosotros vivamos por siempre, es el único que ahora está “coronado de gloria y de honra” (v. 9).
Cada uno de nosotros ha pecado y se ha acarreado la pena de muerte por quebrantar la ley de Dios buena y perfecta. La justicia de Dios requiere el pago por esa pena, y nuestro Dios amoroso discurrió un plan que permitió que Jesucristo viniese a la Tierra como un ser humano para pagar esa pena por cada uno de nosotros.
¡Cuán increíble que nuestro Dios amoroso considerara “apropiado” que Jesucristo quien nunca pecó muriera para permitir el perdón para todos nosotros pecadores! Y cuán increíble que Aquel que era perfecto estuvo dispuesto a sufrir para completar su sacrificio perfecto.
La palabra “perfecto” viene del vocablo griego teleioo el cual significa “traer a un fin al completar o perfeccionar” y “llevar a la totalidad” (Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento exhaustivo de Vine). Jesucristo no tuvo pecado ni imperfecciones morales (Hebreos 4:15), pero estuvo dispuesto a sufrir para perfeccionar su sacrificio como nuestro Salvador.
¡Dios hizo todo esto porque Él quiere más hijos!
Lea más acerca de nuestro inspirador potencial en el artículo “Hijos de Dios”.