Ten misericordia de mí, oh Eterno, porque estoy enfermo

Salmos 6:1-3  

Eterno, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Eterno, porque estoy enfermo; sáname, oh Eterno, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; y tú, Eterno, ¿hasta cuándo?

David era un hombre de fuertes emociones con un profundo entendimiento de lo correcto y de lo incorrecto. Él sabía que Dios tenía muchas razones para odiar las acciones incorrectas, las cuales conducen únicamente al sufrimiento y la muerte. Él sabía que, por amor, Dios nos reprende. Pero él le rogó al Dios todopoderoso que recordara cuán débil somos los humanos y que tuviera misericordia.

La misericordia siempre ha sido parte de la naturaleza amorosa de Dios y Él nos lo demostró de la forma más contundente cuando el Verbo se hizo carne y sufrió y murió para que nosotros podamos ser perdonados y vivamos (Juan 1:14; 3:16). Jesucristo puede “compadecerse de nuestras debilidades” y nos permite “[acercarnos]… confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).

Eso es lo que David estaba haciendo en el Salmo 6: apelando confiadamente por la misericordia de Dios y porque terminara su terrible prueba.

Para complementar más acerca del cuidado que Dios tiene por nosotros, contamos con un muy inspirador artículo “Su mejor amigo”.

Ask a Question