Ten misericordia de mí, oh Eterno, porque estoy enfermo
Eterno, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira. Ten misericordia de mí, oh Eterno, porque estoy enfermo; sáname, oh Eterno, porque mis huesos se estremecen. Mi alma también está muy turbada; y tú, Eterno, ¿hasta cuándo?
David era un hombre de fuertes emociones con un profundo entendimiento de lo correcto y de lo incorrecto. Él sabía que Dios tenía muchas razones para odiar las acciones incorrectas, las cuales conducen únicamente al sufrimiento y la muerte. Él sabía que por amor, Dios nos reprende. Pero él le rogó al Dios todopoderoso que recordara cuán débil somos los humanos y que tuviera misericordia.
La misericordia siempre ha sido parte de la naturaleza amorosa de Dios, pero Él nos lo demostró de la forma más contundente cuando el Verbo se hizo carne y sufrió y murió para que nosotros podamos ser perdonados y vivamos (Juan 1:14; 3:16). Jesucristo puede “compadecerse de nuestras debilidades” y nos permite “[acercarnos]… confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
Eso es lo que David estaba haciendo en el Salmo 6: apelando confiadamente por la misericordia de Dios y porque terminara su terrible prueba.
Para más información acerca del cuidado que Dios tiene por nosotros, lea nuestro artículo “Su mejor amigo”.