“Y los limpiaré”
Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron.
Mientras estaba en prisión por profetizar que Jerusalén caería ante el ataque de Nabucodonosor (Jeremías 32:1-5; 33:1), Jeremías también profetizó acerca de las buenas noticias más allá de las malas. En el futuro, Dios traería del cautiverio ambas, Judá y las otras tribus de Israel (Jeremías 33:7). (Únicamente Judá regresó históricamente. Esta es una profecía que describe uno de los eventos del tiempo del fin cuando Jesucristo regrese.)
Entonces Dios compartió aún mejores noticias. Él haría posible no sólo remover la pena del pecado, sino también limpiarnos de las horribles manchas que el pecado deja en nosotros.
Esta limpieza y perdón, desde luego, fueron hechos posibles por el sacrificio de Jesucristo, y están disponibles únicamente para quienes se arrepienten (Juan 1:29; 1 Juan 1:9; Hechos 2:38). David demostró arrepentimiento sincero cuando le pidió a Dios “lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:2).
Si usted desea más información acerca del arrepentimiento, vea nuestro artículo titulado “¿Qué es el arrepentimiento?”.