¿Cuál es el significado de Juan 13:14: “Lavarse los pies los unos a los otros”?
¿Por qué Jesús lavó los pies de los discípulos durante la Pascua? ¿Por qué les dijo que siguieran su ejemplo? ¿Qué nos enseña esta ceremonia de lavado de pies?
Durante la última Pascua de su vida humana, Jesucristo introdujo tres nuevos símbolos en una velada antigua e increíblemente importante. Esos tres símbolos eran el pan sin levadura, el vino y el lavado de pies.
Más de 1.400 años antes, Dios había instituido la observancia de la Pascua como un recordatorio anual de cuando Él había quitado el yugo de los amos egipcios sobre Israel y había comenzado a sacar a los israelitas de la esclavitud y llevarlos a la Tierra Prometida.
Casi un milenio y medio después, el Hijo de Dios les estaba mostrando a sus discípulos que la Pascua se trataba de algo más grande.
Si… mucho más grande.
El sacrificio requerido en la Pascua era un cordero “sin defecto, macho de un año” (Éxodo 12:5). A través de los símbolos del pan y el vino, Jesús reveló que Él era el último y verdadero cordero de la Pascua.
Jesús estaba a punto de convertirse en el sacrificio perfecto, ofreciendo su cuerpo y su sangre para pagar la pena por el pecado y liberar al pueblo de Dios de sus garras (Mateo 26:26-28; Juan 8:34-36; 1 Corintios 5:7).
(Para obtener más información sobre la Pascua, estudie nuestro artículo "¿Qué es la Pascua y por qué es tan importante?")
El lavado de pies es un símbolo
El tercer símbolo de la Pascua era un poco diferente: no un recordatorio del rescate que pagó Jesús, sino de la actitud detrás del pago.
Jesús “se levantó de la cena, se quitó su manto y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido” (Juan 13:4-5).
El lavado de pies era el acto requerido de un sirviente. De hecho, en cierto modo, esta persona estaba incluso por debajo de un sirviente. Muchos de los ejemplos de lavado de pies del Antiguo Testamento muestran a personas lavándose los propios pies (Génesis 18:4; 24:32; 43:24).
Pedro, que ya había llegado a reconocer a Jesús como “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16), estaba muy incómodo con lo que Jesús estaba por hacer. Los otros discípulos probablemente sintieron lo mismo. Pedro trató de negarse, pero Jesús respondió: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” (Juan 13:8).
Esto era y es muy importante.
Después de lavar los 12 pares de pies, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (versículos 12-15, énfasis añadido).
Cristo esperaba una actitud continua de lavado de pies
En estos tiempos, cuando se pide a alguien que lave algo, probablemente usted espera que lo laven una vez y listo. Pero cuando Juan escribió su evangelio, usó una palabra griega que implica acción repetida. Jesús no les estaba diciendo a los discípulos que se lavaran los pies unos a otros una vez, sino repetidamente.
Hay dos grandes lecciones aquí:
1. El lavado de pies es un recordatorio anual.
Jesús esperaba que sus discípulos continuaran observando la Pascua anualmente. Tenía la intención de que estos nuevos símbolos, el pan, el vino y el lavamiento de pies, recordaran a sus discípulos el significado espiritual de la ceremonia de la Pascua año tras año. Jesús estaba a punto de convertirse en el Cordero Pascual, y dejó instrucciones a sus discípulos de comer el pan y beber el vino en memoria de Él (1 Corintios 11:24-25) y de “lavarse los pies unos a otros”.
Hoy, unos 2000 años después, los cristianos bautizados de todo el mundo todavía se reúnen una vez al año para hacer exactamente esto: conmemorar la muerte de Jesucristo comiendo el pan que simboliza su cuerpo, bebiendo el vino que simboliza su sangre y lavándose los pies uno a otros como símbolo de la actitud de servicio humilde que Cristo tuvo.
2. El lavado de pies representa una actitud permanente de humildad.
Aunque este lavado de pies ocurre sólo una vez al año, la mentalidad de lavar los pies —una mentalidad de humildad y servicio— debe ser un hábito continuo durante todo el año.
Jesús, Quien que nos enseñó a hacer del lavamiento de pies una práctica anual, también nos dio ejemplo de una vida activa al servicio de los demás. Su instrucción fue: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15). Esta es más que una ceremonia anual. Se trata de una forma de vida.
El lavado de pies era el acto requerido de un sirviente. De hecho, en cierto modo, esta persona estaba incluso por debajo de un sirviente.
El apóstol Pablo instó a los filipenses diciendo: “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”. (Filipenses 2:2-4).
Cuando vemos a los demás como más importantes que a nosotros mismos, cuando buscamos activamente maneras de servir a sus necesidades en lugar de sólo a las nuestras, comenzamos a desarrollar la mentalidad de humildad y servicio “que hubo también en Cristo Jesús” (versículo 5).
Jesús también les dijo a sus discípulos: “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:26-28).
Como el Hijo de Dios, Jesús tenía todo el derecho de venir a la Tierra exigiendo y mereciendo el servicio de los demás.
Pero no fue lo que hizo.
Él sirvió. Y dijo que también nosotros sirviéramos.
A los ojos de Dios, la grandeza de alguien está en su servicio. Más que un acto de una vez al año, la mentalidad de lavar los pies debería impulsarnos a buscar oportunidades para servir a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Y como el lavado de pies, ese servicio debe ser una acción habitual y repetida, no un evento de una sola vez.
Consejos para mantener una mentalidad de lavamiento de pies
La mentalidad de lavar los pies no es algo natural para la mayoría de nosotros.
Servir a los demás requiere de humildad y esfuerzo. Nuestra naturaleza humana, naturalmente, nos lleva a poner nuestras necesidades primero, antes que las necesidades de los demás.
Es por eso que prestar atención a las necesidades de los demás requiere esfuerzo.
He aquí algunos pasos que cada uno puede dar para construir y mantener la mentalidad del lavamiento de pies, que Jesús quiere de sus discípulos:
1. Tratarse unos a otros como verdaderos hermanos
El apóstol Pablo explicó a los creyentes de Corinto que “son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo” (1 Corintios 12:20). Cuando nos hacemos parte de la Iglesia de Dios, nos unimos a un cuerpo espiritual en el que cada cristiano está conectado. Es una calle de doble sentido: lo que afecta a nuestros vecinos nos afecta a nosotros; lo que afecta a nosotros afecta a nuestros vecinos.
Como dijo el apóstol Pablo: “si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él” (versículo 26).
Cuando servimos a los demás, ayudamos a todo el cuerpo, y nos ayudamos a nosotros mismos. Un solo acto de servicio puede rebosar en la vida de innumerables personas, a medida que continuamos “creciendo en todo, en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. (Efesios 4: 15-16).
La mentalidad del lavado de pies debería llevarnos a servir a los demás simplemente porque queremos hacer el bien, y nos ayuda recordar que el bien que estamos haciendo beneficia a todo el Cuerpo de Cristo.
2. Siembre ahora lo que le gustaría cosechar
Servir a los demás es muy parecido a plantar una semilla. A veces podemos encontrarnos sirviendo y preguntándonos si realmente estamos logrando algo útil. Un labrador, igualmente, “espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía” (Santiago 5:7).
La mentalidad de lavar los pies debería llevarnos a servir a los demás ahora, sabiendo que estamos plantando semillas de bondad, compasión y generosidad que producirán una cosecha en el futuro.
En ambos casos, la cosecha se acerca y, “el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9:6).
Es posible que no veamos los resultados de nuestro servicio durante meses, años o incluso décadas, pero eso no significa que no valga la pena plantar las semillas: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. . . Y no nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:7, 9-10).
La mentalidad de lavar los pies debería llevarnos a servir a los demás ahora, sabiendo que estamos plantando semillas de bondad, compasión y generosidad que producirán una cosecha en el futuro, en nuestras vidas y en las vidas de los demás.
3. Seguir a Jesús es más que una búsqueda intelectual
Una parte importante de ser cristiano es estudiar la Biblia, la Palabra de Dios. Pero una parte aún más importante es poner en práctica la Palabra de Dios. Santiago le recordó a la Iglesia que debemos “ser hacedores de la palabra, y no solamente oidores” (Santiago 1:22).
No podemos ser cristianos si nuestro conocimiento nunca se traduce en acción.
Jesús hizo una advertencia escalofriante acerca del juicio que dictaría sobre los cristianos que no sirvieran a los demás: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis” (Mateo 25:41-43).
Él aclaró que cuando fallamos en servir “a uno de estos, mis hermanos más pequeños” (versículo 40, compárelo con el versículo 45), fallamos en servirlo a Él.
La mentalidad de lavar los pies nos mantiene enfocados en el hecho de que cuando servimos a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia, en realidad estamos sirviendo a Jesucristo, y cuando los descuidamos, en realidad estamos descuidando a Jesucristo.
“También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”
El mandato de lavarse los pies unos a otros tiene enormes implicaciones para todos los cristianos. El hecho de que debemos continuar lavándonos los pies, se relaciona con el hecho de que Dios espera que todos los cristianos bautizados asistan al servicio anual de la Pascua, compartiendo los símbolos importantes de la sangre y el cuerpo de Jesucristo, pero también se relaciona con el hecho de que debemos desarrollar una mentalidad de lavado de pies, un enfoque continuo en servir a los demás de la manera en que Jesús nos sirvió, dando nuestro tiempo y energía para ayudar cuando y donde podamos. Cuanto más aprendamos a hacer esto, mejor cumpliremos la instrucción de nuestro Maestro: “para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”.
Fecha de publicación: Febrero 23, 2024