De la edición Septiembre/Octubre 2014 de la revista Discernir

Un corazón que sirve

Hay dos caminos que podemos tomar en la vida: el camino del dar o el camino del obtener. Las consecuencias del egoísmo están dondequiera que miramos, pero aún podemos desarrollar un corazón que sirve.

Era un mundo no muy diferente al nuestro, lleno de competitivos líderes y grupos opositores manipulando a la gente para obtener lo que deseaban.

En la nación más influyente de la época, la mala combinación de un rey déspota e indiferente, un pueblo abrumado por años de impuestos altos y trabajo forzado, y un astuto líder opositor aprovechándose del descontento para tratar de usurpar el trono, estaba por desatar una gran tormenta política.

El destino del país dependía de una sola decisión. El rey había escuchado la súplica del pueblo —“disminuye tú algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre nosotros, y te serviremos”— y ahora debía escoger entre las dos soluciones que sus consejeros proponían.

Por un lado, los ancianos del pueblo le aconsejaban con su experiencia, sabiendo cómo funcionan las cosas en la vida: “Si tú fueres hoy siervo de este pueblo y lo sirvieres, y respondiéndoles buenas palabras les hablares, ellos te servirán para siempre”.

Lamentablemente, la sabiduría tiende a rebotar en oídos sordos. Molesto con este consejo, el rey pidió la opinión de sus jóvenes amigos y ellos le aconsejaron castigar la inconformidad en lugar de tenerla en cuenta: “así les hablarás: El menor dedo de los míos es más grueso que los lomos de mi padre”. En otras palabras, “¿creen que el yugo de mi padre era pesado? ¡Pues ahora verán el mío!”.

Ciego ante la ley de la reciprocidad —que servir con amor inspiraría al pueblo a servirlo y amarlo de manera recíproca— el rey siguió el camino que tantos líderes han escogido a través de la historia: gobernar con dominio y por la fuerza. “Mis súbditos están aquí para servirme y mi bien es más importante que el de los demás”.

La nación del relato es el antiguo Israel. En ese momento —tras la muerte del sabio rey Salomón— Israel se encontraba en pleno apogeo. Pero la insensata decisión de su hijo Roboam pronto causó una gran división de la cual el pueblo nunca se recuperó.

Esta historia se encuentra en la Biblia (1 Reyes 12) y data de hace casi 3.000 años. Sin embargo, la lección que nos deja sigue siendo tan relevante como lo fue en ese entonces.

La maldición del “yo primero”

El camino del obtener ha sido siempre uno de los mayores problemas de la sociedad. Pero tal parece que nunca aprendemos la lección. Seguimos creyendo que la filosofía del “yo primero” es la que nos llevará a la felicidad y el éxito, cuando en realidad sólo nos ha causado dolor y sufrimiento. El egoísmo nunca trae bien a la sociedad y, cuando viene de quienes tienen poder sobre otros, sus efectos son realmente devastadores.

Es cierto, no muchos estamos a la cabeza de un país, pero la mayoría sí lidera una familia, un negocio o una comunidad, y los principios del liderazgo son los mismos para todos. ¿Cuántos matrimonios y familias deben su éxito al amor desinteresado? ¿Y cuántos han fracasado a causa del egoísmo de una persona?

Señal del tiempo del fin

Una de las razones por las que este tema es importante es que se trata de una señal del tiempo del fin. Como Jesucristo nos advirtió, el egoísmo se irá intensificando a medida que el fin se acerca hasta que “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12).

Además, en 2 Timoteo 3:1-5, el apóstol Pablo enumera 19 tendencias de los “tiempos peligrosos” que anunciarían el regreso de Cristo. La primera en la lista es “hombres amadores de sí mismos”, y muchas de las que siguen también están directamente relacionadas con el egocentrismo. El “peligro” de estas actitudes es que destruyen nuestro carácter, crean conflicto y lastiman a quienes nos rodean.

Este mundo necesita desesperadamente más personas que sigan el ejemplo de Cristo y no sólo hablen de Él-El egoísmo es tan propio de la naturaleza humana que aun los 12 discípulos de Cristo tuvieron este problema ―discutiendo sobre quién sería el mayor en el Reino de Dios en tres ocasiones. Pero como Cristo constantemente les recordaba, pensar de esta manera es simplemente inútil. Si realmente queremos seguir a Dios, “no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:42-45).

La actitud de Roboam y los discípulos no es la excepción a la regla. Es más, todos tendemos a ser egoístas por naturaleza. Afortunadamente, las instrucciones de Cristo y ejemplos como el de Roboam nos sirven para comparar y examinar nuestras propias vidas. ¿Qué hay de usted? ¿Es de los que dicen “yo primero” o de los que piensan en los demás? ¿Sigue el camino del dar o el camino del obtener?

Todos escogemos un camino más seguido que el otro, pero nunca es tarde para desarrollar un corazón que sirve. Veamos algunos consejos para hacerlo.

Siga el ejemplo, sea el ejemplo

Jesucristo no se quedó en las palabras. Su vida fue un ejemplo del camino del dar. Cuando veía a alguien necesitado, ayudaba; cuando veía sufrimiento, sanaba; cuando veía ignorancia, enseñaba; y, ante el abuso, defendía. Consolaba, oraba, se interesaba por los demás, incluyendo a sus enemigos.

Este mundo necesita desesperadamente más personas que sigan el ejemplo de Cristo y no sólo hablen de Él —personas que “[visiten] a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y [se guarden] sin mancha del mundo [un mundo egoísta]”, que es la “religión pura” (Santiago 1:27).

<p>El voluntario de la Fundación de ayuda internacional, Joel Bosserman (derecha) posa con uno de sus estudiantes en un exposición artística de trabajos hechos por estudiantes en el YMWA Centro de Educación especial en Amán, Jordania; uno de los estudiantes del Centro YMWA, pinta una artesanía.</p>

El voluntario de la Fundación de ayuda internacional, Joel Bosserman (derecha) posa con uno de sus estudiantes en un exposición artística de trabajos hechos por estudiantes en el YMWA Centro de Educación especial en Amán, Jordania; uno de los estudiantes del Centro YMWA, pinta una artesanía.

El amor desinteresado es una de las cualidades más importantes que un padre puede inculcar en sus hijos. Enseñándoles, sí; pero sobre todo siendo un ejemplo vivo de servicio —no hay instrucción más efectiva que ésta. Quien lo hace, está dando a sus hijos una mayor oportunidad de escoger el camino del dar.

Invite a servir

Conocí a una familia cuya tradición del Día de Acción de Gracias era servir comida en un albergue de mujeres antes de disfrutar su propia cena. Al involucrar a sus hijos en este servicio, les estaban enseñando compasión, consciencia de que existen realidades diferentes a la suya y el hábito de ayudar a los menos afortunados.

A menudo, servir es más divertido y efectivo si lo hacemos en grupo. También conozco a una joven que acaba de regresar de un voluntariado en Jordania (consulte el artículo relacionado), y dice que la experiencia cambió su vida. Además, le abrió una puerta que no esperaba para desarrollar su profesión (¡servir a los demás puede darnos muy buenas recompensas!). Sin embargo, confiesa que la única razón por la que decidió dar este gran paso es porque sus amigos la invitaron.

A veces nuestros compañeros de trabajo, escuela o vecinos sí están dispuestos a ayudar. Sólo necesitan que alguien eche a andar un proyecto. ¡Usted puede ser de los que ayudan a los demás a ayudar!

Atienda la necesidad cuando la vea

El artículo acerca de la princesa Saravath El Hassan de Jordania nos habla de alguien que simplemente vio una necesidad y decidió suplirla. Actualmente, sus esfuerzos han beneficiado a miles de personas.

Hay gente sufriendo en todas partes. ¿Qué puede hacer usted, y qué hará para marcar la diferencia? En la conmovedora parábola del buen samaritano vemos cómo muchos ignoran a un hombre herido, hasta que un samaritano (un pueblo menospreciado) lo ayuda misericordiosamente (Lucas 10:25-37). Y, al terminar el relato, Cristo nos dice: “Ve, y haz tú lo mismo”.

En realidad es muy simple: cuando veamos una necesidad, debemos atenderla. Ya sea que ayudemos a una o mil personas, nuestro esfuerzo valdrá la pena.

Es bueno para usted

Servir no sólo beneficia a los demás, ¡también nos beneficia a nosotros mismos! En un mundo donde el amor se enfría cada vez más, necesitamos que la generosidad, bondad y preocupación por otros protejan nuestro corazón manteniéndolo cálido (Mateo 24:12).

Todos debemos escoger uno de estos caminos y afrontar las consecuencias. ¿Escogeremos el ancho y popular camino del obtener que lleva a la destrucción? ¿O el camino angosto del dar, que nos llevará a la vida? Su decisión definitivamente hará la diferencia —no sólo para quienes le rodean, sino también para usted mismo. 

 

 

Un corazón que sirve En persona Entrevista con la princesa Sarvath El Hassan

La princesa Sarvath El Hassan de Jordania es un inspirador ejemplo de liderazgo en un país aquejado de problemas. Sus esfuerzos han marcado una gran diferencia no sólo para su pueblo, sino también para los voluntarios que le ayudan.

Por Clyde Kilough

Cerca de 3.000 años atrás, el corrupto rey de Jerusalén Roboam optó por buscar sus intereses personales en lugar de servir a su pueblo. Hoy, a 70 km. de ahí, encontramos a otro miembro de la realeza que ha decidido tomar un camino diferente.

Hace 40 años, la princesa Sarvath El Hassan —esposa del príncipe El Hassan bin Talan de Jordania— se propuso suplir una necesidad apremiante de su gente. Desde entonces, sus esfuerzos y la ayuda de muchos voluntarios han cambiado la vida de aproximadamente 2.500 familias jordanas de escasos recursos con niños discapacitados.

Por su propio esfuerzo, la princesa levantó el Centro de Educación Especial de la Young Muslim Women’s Association [Asociación de Jóvenes Musulmanas] (YMWA) en Bunayat, prácticamente de la nada y se ha encargado de él desde entonces. El Centro comenzó en 1974 con sólo 18 estudiantes y tres empleados, pero actualmente presta servicios a más de 170 estudiantes en edades de preescolar, primaria y secundaria.

Además, la princesa Saravath ha patrocinado muchos otros proyectos humanitarios y educacionales en Jordania, y ha aceptado voluntarios de todo el mundo, cuyas vidas se han visto transformadas por esta experiencia de servicio. Desde 1982, 150 adultos jóvenes han ayudado voluntariamente en sus proyectos, primero bajo el auspicio de la Fundación Ambassador, y luego de la Fundación de Ayuda International (FAI). El propósito de la FAI es promover proyectos humanitarios y el desarrollo de liderazgo y carácter en las personas, especialmente en adolescentes y jóvenes adultos alrededor del mundo.

La inspiradora historia de la princesa Saravath El Hassan es prueba de que una simple idea y un genuino deseo de servir bastan para transformar vidas más allá de lo que nos imaginamos. Sin duda, es un ejemplo moderno de liderazgo y de cómo un buen líder puede marcar la diferencia. En una entrevista con Discernir el pasado mayo, la princesa nos cuenta su historia.

Discernir: ¿Qué la llevó a interesarse e involucrarse en [este proyecto]?

Princesa Sarvath El Hassan: Bueno, fue muy sencillo. Llegué a Jordania hace 46 años y tenía el deseo de hacer algo por la gente; no quería ser lo que llamo una “princesa de ceremonias”, quería hacer algo que marcara la diferencia. Cuando vi que no teníamos nada para los discapacitados mentales que podían recibir educación, pensé: “¿qué hay de estos jóvenes y sus familias? Aún pueden hacer algo con su vida”.

Comencé casi desde cero. No había dinero en ese entonces. La guerra de 1967 acababa de terminar y habíamos perdido la mitad del país; no teníamos recursos como para andarlos regalando. Entonces tomé la decisión de recaudar los fondos necesarios y, con el apoyo de algunos amigos que compartían mi deseo, dije: “manos a la obra”. Para entonces me habían puesto a cargo del YMWA, una institución muy, muy pequeña instalada en un diminuto apartamento en algún lugar de Jabal al-Weibdeh. No era muy importante que digamos en ese momento.

Empezamos la recaudación. Comenzamos literalmente haciendo jaleas y mermeladas, e hice incontables muñecos de peluche y velas —ya sabe, ese tipo de pequeños negocios hogareños.

Finalmente, logramos recaudar $20.000 dólares, y cuando lo hicimos, mi esposo nos dio otros $20.000. Además, el actual rey de Baréin —muy buen amigo de mi esposo— se estaba quedando con nosotros y, al verme ocupada haciendo velas, me preguntó: “¿Qué haces?” Le dije, y me dio $20.000 más.

Así empezamos con $60.000. Con ese dinero, mandamos a tres psicopedagogos (educadores), uno a África, otro a Gran Bretaña y la tercera, que se especializaba en al ámbito vocacional, a Noruega. Cuando regresaron, comenzaron la escuela en un apartamento con 20 estudiantes, y el resto, como dicen, es historia.

P: Si no me equivoco, en su sitio web dice que [desde la inauguración] el Centro ha ayudado a aproximadamente 2.000 familias.

R: ¡Por lo menos! Y estamos hablando de familias. Probablemente 90 por ciento de nuestros estudiantes son de muy, muy escasos recursos. Entonces, cuando aceptamos a un niño en el Centro, en realidad estamos ayudando a toda su familia.

P: ¿Qué ha sido lo más gratificante para usted tras 40 años de manejar la escuela?

R: Obviamente hemos ayudado a estos niños y sus familias, pero también creo que hemos cambiado la mentalidad de la gente. Cuando comencé, me encontré con muchas críticas; [para] mucha gente de la región —e incluso de los Estados Unidos— los discapacitados son algo que hay que esconder. Algunos incluso pensaban que era una especie de castigo para la familia, que Dios les había dado un hijo discapacitado por haber hecho algo malo.

Fue una lucha cuesta arriba. Y, como dije, el país aún se estaba recuperando de la guerra de 1967; los refugiados seguían llegando y la gente me decía: “¿Por qué pierdes el tiempo?” y “¿por qué sigues molestándonos con estos niños?”

Creo que ahora nadie diría eso. Tal vez en el mundo, tal vez sólo en el país, pero creo que la gente se ha dado cuenta de que estas personas pueden hacer su parte en la sociedad, y es nuestra responsabilidad cuidar de ellos. Como sabe, actualmente [hay] muchos centros en el país —alguno buenos, otros no tanto— pero pienso que la mentalidad ha cambiado.

Si hemos contribuido, aunque sea un poco a que eso suceda, me sentiría satisfecha.

P: En los años que se ha encargado de este programa, ha visto a los voluntarios ir y venir. ¿Podría hablarnos de cómo ellos han contribuido, cómo se han visto beneficiados y cómo esta experiencia ha cambiado su perspectiva de la vida?

R: Pienso que el concepto de voluntariado no es muy común en el mundo árabe. Sin duda, ver a estos brillantes jóvenes viniendo hasta aquí, dándose a sí mismos y dando su tiempo sólo por satisfacción personal —y prácticamente sin compensación monetaria— es una muy buena lección para todos alrededor. Especialmente aquellos que trabajaron en Bunayat y en el Centro para Discapacitados de Al-Hussein.

El voluntariado fue muy provechoso desde ese punto de vista, además de lo que aportaron en sí —habilidades, música, arte, y algunos incluso tenían muy buenas habilidades administrativas. Los voluntarios han contribuido al éxito del Centro en muchos niveles. Pero creo que su ejemplo altruista y deseo de servir a la gente es muy valioso también.

P: Cuando sus hijos eran pequeños, ¿les inculcó [la mentalidad de servir a los demás] conscientemente?

R: Creo que no conscientemente, es sólo el ambiente en que crecemos. Veían a su padre trabajar y a mí también. Mis padres también estaban involucrados en este tipo de cosas y mis abuelos desarrollaron proyectos, ayudaban a la gente y la educaban. Creo que más bien se trata del ambiente en que crecemos. 

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