Jesucristo nuestro Sumo Sacerdote: ¿Qué significa Hebreos 4:15?
¿Que nos da a entender el título de Cristo como Sumo Sacerdote acerca de lo que Él es y de lo que Él ha hecho? ¿Qué esperanza nos da Hebreos 4:15 a nosotros, cómo nos afecta?
¿Qué dice Hebreos 4:15?
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”.
Escuchamos mucho acerca de lo que Jesús hizo durante su ministerio de tres años y medio, pero escasamente escuchamos acerca de lo que Él está haciendo ahora —o lo que Él ha hecho en los últimos dos mil años. Según Hebreos 4:15, además de ser nuestro Salvador, Jesucristo es nuestro sumo sacerdote y está en esa labor día y noche.
¿Cómo llego a calificar Jesucristo para convertirse en un sumo sacerdote? ¿Qué hace un sumo sacerdote? ¿Cómo se relaciona esto conmigo? ¿Cuál es el significado de Hebreos 4:15?
¿Cómo cumple el papel de sacerdote y sumo sacerdote Jesús?
Cerca de 1.500 años antes de los sucesos del primer siglo, el Dios del cielo y la Tierra había elegido a un grupo relativamente pequeño de personas para que fueran su pueblo especial. Ellos eran descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Nosotros los conocemos a ellos como la nación de Israel.
Dios les dijo a ellos que debían construir una estructura en medio de su campamento para que Él viviera, como una señal de su presencia especial entre ellos. El edificio inicialmente un tabernáculo y más tarde un templo, era un lugar de adoración en donde las personas podrían acercarse a Dios (Números 16:4-9).
Los sacerdotes eran esencialmente unos mediadores, que iban entre el uno y el otro y facilitaban la relación entre el hombre y Dios.
Pero el hecho era que Dios es santo y las personas son pecadoras. La decisión que tomaron Adán y Eva en el huerto del Edén, afectó la relación entre el Creador y su creación y ha causado un abismo de separación.
Debido a la brecha creada por el pecado, la humanidad no podía ir directamente a la presencia de Dios ya que Dios “está airado contra el impío todos los días” (Salmos 7:11) y “de ningún modo tendrá por inocente al culpable” (Números 14:18). Para acercarse a Dios los israelitas comunes requerían dos cosas: una ofrenda por su pecado (para que fuera perdonado) y un mediador.
Ahí es donde el papel de los sacerdotes entraba en escena. Ellos eran un grupo de personas que hacía que los demás se acercaran a Dios, enseñándoles su ley y las clases de ofrendas y sacrificios por su pecado.
Ellos eran esencialmente unos mediadores, que iban entre el uno y el otro y facilitaban la relación entre el hombre y Dios.
El sumo sacerdote y el día de Expiación
Un pasaje que nos enseña acerca de que la humanidad necesita un sacrificio y un mediador para poder presentarse delante de Dios lo encontramos en la ceremonia del día de Expiación en Levítico 16. (Para más detalles del significado profético del día de Expiación puede ver nuestro artículo: “El día de Expiación: se remueve el enemigo; reconciliación de todos con Dios”).
Una vez al año el sumo sacerdote debía ir dentro del tabernáculo y detrás del velo —la parte más santísima del santuario al cual nunca se podía acercar en ningún otro momento. Allí el sumo sacerdote haría una ofrenda para: “hacer expiación una vez al año por todos los pecados de Israel” (Levítico 16:34).
Esta ceremonia anticipaba el proceso por el cual a la humanidad le sería concedida la reconciliación por medio de la provisión de un sacrificio —permitiéndonos literalmente que fuéramos “uno con Dios”.
Indicaba cuál sería la labor de Cristo después de que hubiera estado en la Tierra. Él subió al trono real de Dios y presentó su propia sangre sacrificial para reconciliar a todos los que se arrepintieran. Él era tanto la ofrenda por el pecado como el sumo sacerdote. Jesucristo fue: “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) y le dio su vida a la humanidad para que su acceso a Dios le fuera restaurado.
De hecho, leemos que en el momento en que Jesucristo exhaló su último aliento: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (Mateo 27:51).
Este evento fue una demostración dramática de la intervención sobrenatural de Dios para mostrar cómo ahora estaba disponible el acceso directo a Dios —haciendo que ya no fuera necesario un sacerdocio humano.
Jesucristo fue el sacrificio de una vez por todos y señaló el camino para el perdón de los pecados y una relación abierta con Dios el Padre. Ahora debido a su obra completa, podemos: “entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo” (Hebreos 10:19, 22).
El hecho de que Jesús sea nuestro Sumo Sacerdote y representante, quita la necesidad que tenemos de acercarnos a Dios por un intermediario. Cualquiera que afirme funcionar como mediador entre Dios y el hombre está usurpando la posición que ahora Jesús tiene. Dios lo utilizó a Él para lograr lo que ningún ser humano podía o ninguna cantidad de sacrificios animales jamás podría lograr.
Aunque se aleja del propósito de nuestro artículo, también es importante que tengamos claro que Jesús no tiene el oficio de ningún sacerdote levítico y tampoco es un sumo sacerdote según la línea de Aarón. Jesucristo sirve como un sumo sacerdote “según el orden de Melquisedec” (Hebreos 5:6, 10). Si desea aprender más puede leer “¿Quién fue Melquisedec?”.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse con nuestras debilidades”
Uno de los más grandes temas de misterio, fascinación y sorpresa, es esta verdad bíblica: Dios se convirtió en un ser humano.
Pero, ¿por qué el Creador de los cielos y la Tierra se despojó así mismo de su gloria y magnificencia para venir a la Tierra como un ser humano de carne y hueso? (Filipenses 2:6-7). ¿Podría haber Dios arreglado el plan de otra forma?
Jesucristo es capaz de sentir empatía con nosotros sin importar dónde estemos en la vida, sin importar lo que hemos visto o lo que nos ha sucedido.
Dios quería que hubiera un sumo sacerdote que pudiera “compadecerse de nuestras debilidades”. Esto es, que tuviera la capacidad de relacionarse con las personas a los cuales Él les ministraba. La habilidad de ponerse en los zapatos del otro debería ser una forma común de describir este requisito esencial.
No podemos dejar pasar por alto que sólo un ser humano podría sufrir de la misma manera que otros seres humanos, experimentar dolor como los otros seres humanos, sentir las emociones y entender toda la condición humana en general. Por lo tanto, el sumo sacerdote debía ser “tomado entre los hombres” (Hebreos 5:1).
Entonces para poder entender verdaderamente al hombre, Dios se convirtió en un hombre.
Las buenas noticias son que Jesucristo, quien actualmente está sentado a la diestra del Padre, puede identificar el sufrimiento del hombre porque Él vivió como un hombre. Él sabe lo que es estar con hambre, lo que es estar físicamente débil, totalmente agotado, sin fuerzas, mal comprendido, traicionado, abandonado, despreciado, estresado, se mofaron de Él, lo torturaron y muchas cosas más.
Él es capaz de sentir empatía con nosotros sin importar dónde estemos en la vida, sin importar lo que hemos visto o lo que nos ha sucedido.
No es que Jesucristo sólo tenga un entendimiento teórico de nuestros desafíos y problemas. Él sintió todo eso de primera mano.
Fue tentado en todo, pero sin pecar
Esta parte del versículo complementa lo que significa “debilidad”. Incluye nuestras fragilidades espirituales, así como las físicas.
En otras palabras, Jesucristo fue un ser humano, no un medio ser humano o un súper humano.
No hay nada de las experiencias humanas que Jesucristo no entienda. Su experiencia la obtuvo al vivir como ser humano por especie de unos 33 años y medio.
De hecho, la experiencia de Jesús fue tan completa, que aún tuvo que enfrentarse a la tentación como nosotros lo hacemos. Durante toda su vida, Satanás trato de influenciar al Hijo de Dios para que pecara, y especialmente en el ayuno de 40 días que Él hizo.
Pero allí, donde el resto de nosotros —bien sea permitiendo que nuestra mente se entretenga en la idea, o físicamente llevándolo a cabo —Jesucristo se detuvo. Él mantuvo un perfecto control de su mente y de sus acciones y se mantuvo completamente libre de pecado.
Jesús vivió como un ser humano esto lo calificó para ser el Sumo Sacerdote perfecto. Él sabe a nivel personal que es ser tentado.
La enseñanza bíblica acerca de la humanidad de Jesús debía ser claramente establecida, porque hace que pongamos su sacrificio en el contexto correcto. ¿Cómo podemos apreciar realmente la gravedad de la misión de Jesús de convertirse en nuestro Salvador y Sumo Sacerdote a menos que entendamos que Jesús era verdaderamente un ser humano?
Él resistió cada tentación que Satanás le presentó a Él por Satanás el diablo. Tuvo la devoción de permanecer en contacto perfecto con el Padre cada día de su vida. Ejerció la fortaleza de carácter perfecta para soportar la burla, la violencia y la crucifixión. Y todo esto Él lo hizo sin pecar una sola vez.
(Para leer más acerca del significado de la tentación de Cristo ver nuestro artículo: “¿Por qué Cristo fue tentado en el desierto?”.)
La importancia de esto no puede ser sobreestimada: cuando Jesús vivió como un ser humano esto lo calificó para ser el Sumo Sacerdote perfecto. Él sabe a nivel personal que es ser tentado. Él sabe cuán poderosamente nos pueden influenciar los deseos de la carne, el deseo de conformarnos a este mundo, eso es lo que Jesucristo entiende.
El autor de Hebreos lo expreso de esta manera: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17). Fíjese que Él no sufrió algunas cosas sino “todas las cosas”.
“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:17-18, énfasis añadido).
En este punto en nuestro caminar como cristianos, nunca deberíamos caer en la creencia de que Jesucristo no puede sentir empatía con nuestras debilidades o que Él puede conocer muy poquito acerca de lo que experimentamos diariamente.
Por el contrario, podemos esperar ayuda, entendimiento, misericordia y compasión.
Podemos tener la confianza de que Jesucristo va a interceder por nosotros para convencer al Padre de la debilidad de la carne humana y la influencia de Satanás el diablo porque Él vivió eso.
Podemos estar seguros de que el tiempo que Jesucristo vivió como un ser humano le permite ahora tener compasión: “para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad” (Hebreos 5:2, énfasis añadido).
¿Qué está haciendo ahora Jesucristo?
No se equivoque.: “teniendo un gran sumo sacerdote” (Hebreos 4:14).
Y aquellos que han aceptado a Jesucristo como Sumo Sacerdote pueden testificar cuán realmente grande es el que los sirve constantemente. Sentado a la diestra de Dios el Padre en el tercer cielo, Jesucristo da a los descendientes de Abraham ánimo, descanso, paz de mente y consejería (Hebreos 2:16). Él los libra de cada prueba y los salva de todas sus aflicciones como dice el Salmo 34:19.
Pero su tiempo no está copado —sus recursos no se han agotado hasta el punto en que Él sea alguien que no pueda ayudarnos a todos también.
Cada uno tiene la prerrogativa de pedir por estas cosas (Santiago 1:5).
Y cuando pidamos podemos esperar que lo vamos a recibir.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).
Éste es el significado inspirador y animador de Hebreos 4:15.
Fecha de publicación: Abril 28, 2023