“La paradoja del perdedor”. ¿Qué es y cómo vencerla?
El camino cristiano es un rascacielos de emociones y desafíos. En ocasiones las dificultades pueden parecernos tan grandes que nos hacen sentir que aceptar el fracaso es la única opción. Sin embargo, la Biblia nos revela que podemos ser más que vencedores en el camino de Dios.
Cuando era niño me gustaba mucho jugar al fútbol, pero no se lo decía a la gente para evitar el rechazo y la frustración, porque sabía que nadie me querría elegir en su equipo, porque no jugaba bien. Debido a un desorden alimenticio en mi infancia tuve un incremento considerable de mi masa corporal, lo cual me impedía moverme adecuadamente y mucho menos realizar alguna actividad deportiva. Esa situación se hubiese salido de control si mis padres no hubiesen ejercido disciplina amorosa conmigo.
Cuando llegaba la temporada deportiva en mi barrio o en mi escuela, yo optaba anticipadamente por decirles a las personas que no me gustaba jugar al fútbol. Así me escondía, cada vez más, detrás de mi aparente libertad de elección. Me sentaba a mirar por horas cómo los demás jugaban y se divertían. Esto me dolía profundamente en mi corazón desde que tenía apenas 8 años, pero el miedo a enfrentar el fracaso me tenía paralizado.
Así lo hacía él, una y otra vez, para mostrarme que yo podía continuar corriendo. De esta manera comprendí que, aunque mis fuerzas parecían agotarse, mi ánimo por mejorar mi condición física iba en aumento con cada vuelta más. Luego de un año de duro entrenamiento empecé a jugar fútbol, ahora con 12 kilos menos que cargar sobre mi cuerpo. Así empecé mi lucha contra la paradoja del perdedor.
¿Cuál es la paradoja del perdedor?
En términos generales se llama “la paradoja del perdedor” al esfuerzo mental que hace una persona, de manera automática e inconsciente, por verse reflejado en un personaje que tiende al fracaso o a ser malo.
Este concepto se puede aplicar en los deportes, en los juegos de mesa, en las finanzas, en las contiendas políticas y, en general, en toda área de la vida donde existe la posibilidad de ganar o perder. El fracaso y la victoria no son sólo aspectos ligados a los juegos y al entretenimiento, también existen en la vida cotidiana. La paradoja del perdedor puede estar en todos lados, incluso en su lucha contra el pecado y en su relación con Dios.
Los estudiosos del tema señalan cuatro razones por las cuales las personas nos conectamos fácilmente con las historias de fracaso:
- Porque el éxito de los demás activa cuestionamientos propios. Cuando vemos que alguien es más exitoso que nosotros, nos preguntamos: ¿Por qué él sí y yo no? Normalmente eso nos hace sentir incomodidad, por ello preferimos conectar con las historias de fracaso.
- Porque todos fracasamos de vez en cuando y hemos conectado con esa emoción. Nos es más fácil simpatizar con el fracaso de los demás, porque también hemos fracasado en algún momento. Nos cuesta reconocer el fracaso en nosotros mismos, pero reconocer esta emoción en los demás nos hace sentir bien.
- Porque nos han entrenado para reaccionar así. Los seres humanos somos programables. Por muchos años hemos recibido información de la sociedad a favor del lado perdedor, por eso ya estamos acostumbrados a reaccionar de esa manera.
- Porque escuchar de los fracasos de los demás nos hace justificar nuestras razones. Ver fracasar a los demás nos hace justificar nuestra situación. Es más fácil normalizar nuestra situación que trabajar duro para lograr cambios notables.
El enfoque de Dios para que seamos vencedores en nuestra vida no se centra en frivolidades como la fama, el poder y la fortuna.
Notemos que todas estas razones tienen que ver con las emociones difíciles que atravesamos ante cambios sustanciales en nuestra vida. Esto arroja una verdad crucial acerca del ser humano, una verdad que Dios nos revela en su palabra mucho antes que nadie. Se trata de nuestra capacidad de cambiar nuestra mentalidad (Romanos 12:2). ¡Podemos cambiar nuestra manera de pensar y programarnos para vivir una vida de éxito!
No obstante, también tenemos la capacidad de resistirnos al cambio. Al hacerlo, estamos programando nuestra vida para el fracaso… y eso a Dios le duele en su corazón (Deuteronomio 5:29).
Programándonos para ser vencedores
Dios quiere que seamos vencedores en la vida. Cristo vino para que tengamos vida en abundancia. Necesitamos tener ese punto muy claro. Por supuesto, el enfoque de Dios para que seamos vencedores en nuestra vida no se centra en frivolidades como la fama, el poder y la fortuna. Todas esas cosas se pueden obtener en la vida, pero cuando la Biblia habla acerca de ser vencedores se extiende más allá de nosotros mismos. La victoria real en la vida del ser humano es sobre el pecado que conduce a la muerte (Romanos 6:15), la cual se logra a través del Espíritu de Dios, que nos hace ser verdaderos hijos de Dios (Romanos 8:2,14).
Podemos vencer el pecado enfrentándolo cara a cara. En Proverbios 28:13, el rey Salomón es inspirado por Dios para guiarnos por el camino hacia la victoria contra el pecado. Él nos dice: “El que encubre sus pecados no prosperará. Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”.
La forma de enfrentar el pecado no es escondiéndolo o negándolo, es dejar de hacer lo malo que estamos haciendo. Dejar de pecar implica cambiar nuestro modo de pensar. Eso es difícil e incómodo, pero no es imposible, si contamos con la ayuda de Dios. Como lo expresó el apóstol Pablo, luego de recordar sus constantes luchas en la predicación del evangelio: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13)”.
Dios quiere que seamos vencedores del pecado, para que llegado el momento entremos a su reino. (para conocer todas las promesas que Dios ofrece a sus vencedores, lea Apocalipsis 21). Él está dispuesto a ayudarnos y fortalecernos en este camino de vida. Empiece a descubrir cómo hacerlo, leyendo nuestro artículo Más que vencedores.
Luchando contra la mentalidad de fracaso
El apóstol se enfocó en la esencia de la victoria espiritual: mantenerse fiel a las leyes de Dios hasta el final de su vida.
Pablo enfrentó de lleno la mentalidad de la “paradoja del perdedor”, al escribirles a los cristianos en Roma sobre el futuro glorioso que nos espera. El apóstol se encontraba preso en Roma y era consciente que su vida se acabaría pronto, debido a una condena en su contra. En ese escenario de evidente derrota física, él hace una declaración poderosa en contra del fracaso espiritual, animando a los otros cristianos a mirar más allá de las adversidades. Él les dice en Romanos 8:37-39: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Es probable que los cristianos en Roma se encontrasen desanimados y atemorizados al ver que el apóstol estaba cerca de atravesar el camino hacia la muerte. Pero Pablo no se sentía derrotado. Este punto se reafirma en una de sus cartas a los cristianos en Corinto, cuando les escribe: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos (2 Corintios 4:8-10)”.
¡Qué mentalidad de vencedor tenía Pablo! ¿No le gustaría a usted compartir esa misma mentalidad en su vida diaria?
Pablo se llama a sí mismo un vencedor en Cristo. En medio de todas sus angustias y tribulaciones, y del final inminente de su vida (Romanos 8:36-37), él no se dejó vencer. No se victimizó, no consideró su trabajo como un fracaso, ni se comparó con un perdedor en manos del Imperio Romano. Por el contrario, se enfocó en la esencia de la victoria espiritual: mantenerse fiel a las leyes de Dios hasta el final de su vida. Yo quiero ser un vencedor en la vida cristiana, como lo fue el apóstol Pablo, y estoy seguro de que usted también.
Al igual que la mentalidad de perdedor que atravesé en mi infancia, estorbó mi crecimiento físico, la mentalidad de perdedor frente al pecado y los desafíos de la vida puede ser un enemigo de nuestro crecimiento espiritual. Necesitamos la ayuda de Dios, su poder y su misericordia, para cambiar nuestra mente y vencer. Si usted desea estudiar más acerca del tema, lo invitamos a leer nuestro folleto ¡Cambie su vida!
Fecha de publicación: Julio 21, 2023