De la edición Enero/Febrero 2016 de la revista Discernir

Prioridades cristianas: cómo lograr que Dios sea lo primero

Establecer las prioridades correctas en nuestra vida es crucial si queremos tener éxito como cristianos.

El escritor alemán Johann Wolfang von Goethe comprendió la importancia de las prioridades. En cierta ocasión dijo: “Las cosas que son más importantes nunca deben estar a merced de las cosas que importan menos”.

Stephen R. Covey, en su best seller The 7 Habits of Highly Effective People [7 hábitos de las personas altamente efectivas], dijo: “Como alguien que ha estudiado durante mucho tiempo este fascinante campo [de la vida y el manejo del tiempo], estoy persuadido de que la esencia del mejor pensamiento en el área del manejo del tiempo puede ser resumido en una sola frase: Organice y ejecute todo en torno de sus prioridades”.

También escribió: “uno de mis ensayos favoritos es ‘El común denominador del éxito’, escrito por E.M. Gray. Él estuvo toda su vida en busca de aquel común denominador que compartían todas las personas exitosas. Descubrió que no era el trabajo duro, la buena suerte o la habilidad en las relaciones humanas, aunque todo ello era importante. El único factor que parecía trascender por encima de los demás… [era] poner primero lo primero” (1990, pp. 148-149).

Fijar las prioridades correctas es crucial para tener éxito, y esto no sólo se aplica al éxito material.

La Biblia fija prioridades que conducen a la vida eterna

La Palabra de Dios nos dice que es vital poner nuestras prioridades en el orden correcto y luego cultivarlas con celo y entusiasmo.

Analicemos tres de las prioridades.

Cuando Dios dio los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, dijo con voz potente: “Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

Dios no quiere que pongamos nada por delante de Él. Su deseo es que lo adoremos -y lo adoremos sólo a Él. Él debe ser lo primero en nuestra vida.

La Biblia nos narra la historia de dos hermanas, María y Marta, que eran amigas fieles de Jesucristo. Cuando Cristo las visitó, cada una de ellas quería servirle de la forma que le parecía más importante. Veamos el relato: “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:38-42).

Servir a otros es algo muy elogiado en la Biblia. Servir es correcto. Pero en este caso, lo que estaba en juego eran las prioridades. Escuchar las enseñanzas de Cristo era aún más importante que preparar la comida.

¿Cómo podemos demostrar que amamos verdaderamente a Dios y queremos poner sus enseñanzas primero?

El apóstol Juan nos da la respuesta: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). La evidencia de que amamos a Dios es nuestra lucha por guardar sus mandamientos.

“El que dice, yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado” (1 Juan 2:4-5, énfasis añadido).

Debemos ser honestos con nosotros mismos. ¿Estamos poniendo primero nuestra relación personal con Dios, o estamos permitiendo que otros aspectos de nuestra vida estén por encima de nuestra adoración al verdadero Dios?

Las prioridades equivocadas

La Biblia registra un incidente en el que Pedro, Santiago y Juan, a quienes Cristo estaba llamando para que fueran sus discípulos, tenían sus prioridades en el orden correcto: “Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo le siguieron” (Lucas 5:11).

Por otra parte, la Biblia también tiene ejemplos de personas cuyas prioridades estaban distorsionadas, y que de hecho rechazaron la oferta de Cristo de convertirse en uno de sus discípulos. Como vemos en Lucas 9:57-62, aparentemente para algunos era más importante su comodidad física y su prosperidad. Para otros, hacerse cargo de asuntos familiares era más crucial que ayudar a Cristo con la predicación del evangelio.

Ninguna de estas excusas en sí misma era algo equivocado. ¿Es malo quedarnos con nuestro padre hasta que muera o dedicar un largo período para despedirnos de nuestros familiares? Claro que no. Sin embargo, Cristo estaba enseñándoles una lección importante: Dios no era la primera de sus prioridades.

Con frecuencia, es difícil escoger entre los asuntos de este mundo y las enseñanzas de Cristo. Él afirmó: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26-27).

Pero Cristo no estaba diciendo que no debemos cuidar a cada miembro de nuestra familia. Lo que estaba enseñando es que debemos ponerlo primero a Él en nuestra vida. Dejar a Dios fuera de nuestros planes es insensato (Santiago 4:13-16).

Recuerden las palabras de Cristo: “Ninguno que, poniendo su mano en el arado, mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Cuando ya determinamos que seguir a Cristo es nuestra prioridad principal, no hay manera de echarnos para atrás (Hebreos 10:37-39).

¿Qué es un carácter justo según Dios?

Un bien conocido educador religioso, Herbert W. Armstrong, escribió la siguiente definición de carácter perfecto: “Es la habilidad que tiene un ente independiente, dotado de libre albedrío, de llegar al conocimiento del bien y del mal —de lo verdadero y de lo falso— y de elegir lo bueno, y tener la voluntad para ejercer la autodisciplina a fin de hacer lo bueno y resistir lo malo” (El increíble potencial humano, p. 72; si desea saber más al respecto del Sr. Armstrong, puede leer nuestro artículo: “La Iglesia: una obra a nivel mundial”).

 En su libro The Death of Character [La muerte del carácter], James Davinson Hunter escribió: “¿Importa realmente el carácter? La antigua sabiduría diría que sí importa en gran medida. Tanto en la cultura clásica como en la bíblica —las civilizaciones que han influido tanto en nuestra formación— las personas entendían bien que había una asociación directa entre el carácter de las personas y el bienestar de la sociedad como un todo. El carácter individual era esencial para la decencia, el orden y la justicia en la vida pública. Sin él, las dificultades no estaban muy lejanas… de hecho, mucha de la historia de los antiguos hebreos podría resumirse diciendo que es la historia de sus bendiciones por su fidelidad a Dios —por permanecer en los estándares de santidad de Dios— y su castigo por abandonar dichos estándares” (p. 4).

El señor Hunter cita Deuteronomio 30:15-19 como respaldo para sus afirmaciones.

¿Nuestra voluntad o la voluntad de Dios?

Cuando tocamos el tema de las decisiones importantes, ¿qué es lo que usualmente tiene la prioridad en nuestra vida? ¿Es nuestra voluntad o la voluntad de Dios?

El apóstol Pablo exhortó a los cristianos diciendo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

Ser guiados por la voluntad de Dios es encarnar el carácter de Dios —convertirnos en seres semejantes a Dios.

Cristo dio el ejemplo perfecto

Cristo les enseñó a sus seguidores a que oraran con frecuencia para que el Reino de Dios fuera establecido, y que además le pidieran a Dios: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). También les dijo que había venido a la Tierra a llevar a cabo la voluntad de su Padre (Juan 6:38).

 Aun cuando tuvo que enfrentar una horripilante prueba de dolor físico y tormento mental, Cristo oró: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Vencer nuestra naturaleza egoísta y reemplazarla con el carácter de Dios debe ser lo más importante en nuestra mente. Como Cristo nos enseñó, debemos esforzarnos por ser “perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).

En su Sermón del Monte, Cristo enseñó varios de los principios de la vida cristiana más importantes en la Biblia (Mateo 5-7). Uno de ellos es este: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [mencionadas en los versículos anteriores] os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Este versículo no sólo resume las dos primeras prioridades —enfocarse en Dios y su justicia— sino que además nos señala la importancia del Reino de Dios. ¿Qué es el Reino de Dios? Es el gobierno perfecto y justo de Dios que será establecido en la Tierra al regreso de Cristo, cuando: “los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).

Si desea saber más acerca del Reino de Dios, descargue nuestro folleto gratuito El Misterio del Reino. Usted descubrirá información sorprendente acerca de uno de los temas más importantes en la Biblia.

No olvide estas prioridades

1.  Dios debe ser primero

2.  Desarrollar un carácter justo según Dios

3.  Buscar primero el Reino de Dios

Para comenzar, lo animamos a que revise estos artículos relacionados:

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