Resolución de conflictos: ¿debería decir algo?
Esta publicación es la primera de una serie de tres partes acerca de la resolución de conflictos. ¿Cuándo debemos dejar pasar algo por alto y cuándo debemos enfrentarnos directamente?
¿Alguna vez ha ofendido a alguien? Usted no está solo. Aunque a veces parece que a algunas personas les gusta ofender a otras, en general, la mayoría trata de evitarlo. Pero aun así sucede, ¡a menudo!
Si no se controla, la ofensa puede llevar a la amargura, a los chismes, a los rencores y la ira que pueden durar mucho tiempo. La Biblia nos advierte que debemos evitar ofender a los demás. Tenga en cuenta estas escrituras:
- En Mateo 18:7 Jesús dijo: “!!Ay del mundo por los tropiezos! ¡porque es necesario que vengan tropiezos, pero !!ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!”
- En 1 Corintios 10:32 Pablo escribió: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios”.
- En Proverbios 18:19 el rey Salomón reflexionó: “El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, Y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar”.
El punto es claro: Trate de no ofender a los demás. Sin embargo, todavía ofendemos a los demás, y hemos sido ofendidos por otros —probablemente demasiadas veces como para contarlas. Sucede y tenemos que estar preparados para cuando pase.
La ofensa
Entonces, imagine que lo han ofendido. Esto puede suceder directamente, a través de un comentario o acción, o indirectamente, a través de un mal ejemplo o comportamiento que hiere a las personas que nos importan.
Aquí hay algunos ejemplos:
- Alguien hace un comentario en público descaradamente grosero refiriéndose a nosotros.
- Alguien hace un acuerdo con nosotros y luego no muestra ningún interés en cumplir ese acuerdo.
- Alguien está demostrando constantemente características de una persona difícil: comportamientos que contradicen el amor de Dios y los otros frutos del Espíritu de Dios (Gálatas 5:22-23), sin tener la intención ni el deseo de cambiar.
- Alguien nos está haciendo daño, se está haciendo daño así mismo o a otros que nos importan a través de un comportamiento inmoral y destructivo, actitudes y lenguaje.
Así que, de nuevo, imaginemos que nos han ofendido, ya sea directa o indirectamente. ¿Y ahora qué? Afortunadamente, la Biblia nos da una guía para la pregunta: “¿Digo algo o no?”.
Aunque hay muchos caminos que podemos seguir, como vimos anteriormente, el conflicto necesita ser tratado de una manera u otra para evitar la amargura y que se dañen las relaciones.
Tres cosas para recordar antes de decir algo
1. La persona que cometió la ofensa no es perfecta y nosotros tampoco.
El primer paso para decidir si va a decir algo es erradicar completamente cualquier actitud de “no hay nadie más santo que yo” que se haya podido construir en nuestras mentes debido a la ofensa. El rey Salomón puso a prueba la falacia de ese pensamiento diciendo:
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque. Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se hablan, para que no oigas a tu siervo cuando dice mal de ti; porque tu corazón sabe que tú también dijiste mal de otros muchas veces” (Eclesiastés 7:20-22).
Con la mayoría de las ofensas pequeñas, la mejor respuesta es simplemente perdonar la ofensa, reconocer que hemos ofendido a otros de manera similar y tener paciencia con la otra persona en amor (Efesios 4:2).
2. La oración y el ejemplo a menudo pueden ser más poderosos que las palabras.
La sociedad moderna a menudo elogia los arrebatos de ira y “decirle las verdades a alguien” en lugar de las poderosas herramientas de la oración y el ejemplo personal. Muchas situaciones requieren la intervención de Dios para que haya alguna posibilidad de cambio. Muchos de nosotros podemos escuchar correcciones de otros hasta el cansancio, pero si Dios no está involucrado en cambiar nuestros corazones, no cambia nada. Aquí es donde entra en juego la oración.
Un ejemplo personal positivo puede ser una opción en lugar de una confrontación directa. En 1 Timoteo 4:12 el apóstol Pablo le dijo a Timoteo que fuera un ejemplo para otros “palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. Tratar a una persona, que nos ha maltratado, con amor y amabilidad a menudo puede ser la clave para resolver un conflicto.
3. Nuestro propósito debe ser el de ayudar a la persona.
Tenemos que examinar cuidadosamente nuestros motivos para confrontar a alguien antes de hacerlo. Haga varias preguntas:
- ¿Realmente quiero ayudar a esta persona y a las personas afectadas por su comportamiento?
- ¿Quiero sanar legítimamente la relación, o sólo busco justicia o reivindicación?
- ¿Sólo quiero tener razón? Si nuestro único motivo es tener razón, entonces es probable que empeoremos el conflicto a través de nuestra reacción.
Nuestros motivos para confrontar a los demás deben venir del amor puro y de acuerdo a Dios y del deseo de reconstruir la relación (Efesios 4:29).
A veces una confrontación es necesaria
Aunque hay muchos caminos que podemos seguir, como vimos anteriormente, el conflicto necesita ser tratado de una manera u otra para evitar la amargura y que se dañen las relaciones. Por lo tanto, a veces tenemos que decir algo. En la próxima publicación vamos a abordar ese ejercicio tan delicado (ver “Resolución de conflictos: ¿Cómo debo decir las cosas?”)
Para más información acerca de cómo resolver conflictos, lea “Siete claves para tener mejores relaciones”.
Fecha de publicación: Diciembre 7, 2016