Están en todas partes: en la carretera, en el trabajo, en el supermercado, en la iglesia, y aun en su propia familia. ¿Cómo podemos responder a las personas difíciles de una forma que agrade a Dios?
Cuando pensamos en las personalidades difíciles, podemos rápidamente nombrar algunas: dominantes, bruscas, todo lo saben, hablan todo el día por teléfono, son lloronas, criticonas. Éstas y otras palabras son utilizadas para describir y categorizar a otros. Tal vez estas mismas etiquetas nos las han puesto a nosotros.
El Manual de Diagnóstico y Estadística de Desórdenes Mentales agrega unas cuantas etiquetas adicionales que son utilizadas por los profesionales de la salud: antisociales, obsesivo-compulsivos, narcisistas y pasivo-agresivos, entre otros.
Desafortunadamente, si bien esto puede ser útil para el tratamiento, las etiquetas también pueden impedirnos entender verdaderamente a las personas.
Ver al ser humano
Las personas son algo más que las etiquetas que las definen.
Las personas son algo más que las etiquetas que las definen. Las etiquetas pueden impedirnos llegar a conocer verdaderamente a las personas y descubrir cuán únicas y complejas son en realidad. No hay dos personas iguales, ni están motivadas ni moldeadas por las mismas cosas.
Imagínese a cada persona que conoce como un rompecabezas que usted debe armar. Usualmente, cuando armamos un rompecabezas usted tiene todas las piezas y una foto de lo que usted está armando. ¿Qué sucedería si usted tiene la foto pero no tiene todas las piezas? ¿Qué pasaría si usted ni siquiera sabe cuáles piezas le faltan o qué es lo que tiene que armar?
Cuando un terapista se entrevista con un cliente nuevo, le pregunta muchas cosas para poder tener tantas piezas del rompecabezas como le sea posible. Los terapistas no quieren suponer nada, y ellos necesitan ser capaces de ensamblar las piezas difíciles dentro un contexto significativo. Esto les ayuda a entender y sentir empatía con esa persona única que su cliente tiene que llegar a ser.
Sin embargo, en las relaciones personales, tropezamos con normas sociales y el deseo que tiene la persona de tener privacidad. Lo que es aceptable para un profesional, es inaceptable para los demás.
Entonces, ¿cómo podemos llegar a conocer y a apreciar a alguien —especialmente si esta persona es una persona difícil?
Vivir la Regla de Oro
Comenzamos entendiendo que hay alguien que conoce todo acerca de cada uno de nosotros. Dios ve el cuadro completo; Él tiene todas las piezas y Él verdaderamente nos entiende a nosotros. Su amor y compasión por nosotros no está definido por lo fácil que nos sea llevarnos con Él. Él nos ama a pesar de nuestras partes difíciles y nos da un ejemplo maravilloso de cómo hacer lo mismo con otros (Romanos 5:6-8).
En Mateo 7:12, Jesús nos dice que debemos tratar a otros de la misma forma en que queremos ser tratados, unas palabras conocidas como la Regla de Oro. Esto no siempre es fácil de hacer, porque nuestra tendencia natural es vengarnos cuando hemos sido ofendidos por las palabras o acciones de otros. Tal vez nos digamos: “justicia es justicia”.
Pero el verdadero cristianismo implica elevarnos por encima de lo que nuestra naturaleza humana quiere hacer. Es vivir como Jesús vivió, porque Él vino a mostrarnos un camino mejor. Por esto es que Él compartió estas palabras:
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo; no resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (Mateo 5:38-42).
Esto no quiere decir que Dios espere que le permitamos a alguien que abuse de nosotros o nos maltrate, o que le permitamos a alguien que nos quite nuestras posesiones. En vez de esto, lo que está hablando es acerca del deseo humano de tomar venganza o represalia. Aunque pensamos que es correcto “hacer que el otro pague por lo que me hizo”, esto no es lo que se espera que hagamos. En vez de ello, somos instruidos a dejar la venganza en manos de Dios, que sabe exactamente qué es lo mejor (Romanos 12:19).
Dar a otros lo que no se merecen
Si Dios nos fuera a dar lo que nosotros merecemos, ¿qué recibiríamos? Ya que todos hemos pecado, merecemos la muerte (Romanos 6:23). Sin embargo, Dios, en su infinito amor, pagó el precio de nuestros pecados por medio del sacrificio de su hijo, Jesucristo. Él nos da a cada uno la oportunidad de tener vida eterna en el momento correcto.
Dios nos ama a todos, y Él espera que tratemos a los demás como Él nos trata a nosotros. Por esto es que nos dice: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lucas 6:27-28; énfasis añadido).
Con la ayuda de Dios estas cuatro acciones —amar, hacer el bien, bendecir y orar— son posibles, no importa cuán difícil pueda ser una persona.
No sea antagonista
Cada uno tiene “unos puntos detonantes” que cuando son tocados, pueden desencadenar y de hecho lo hacen, lo peor de nosotros. Cuanto entendemos esto acerca de alguien más, debemos evitar tocar estos puntos. No debemos sumergirnos en debates o confrontaciones que saquen a la luz temas candentes (vea 2 Timoteo 2:23).
Debemos escoger nuestras palabras cuidadosamente.
Todos sabemos que no debemos tirar gasolina a un fuego —si lo hacemos, provocaremos una explosión o un infierno devorador. Sin embargo, ¿cuántas veces avivamos la situación con nuestras palabras? Proverbios 15:1 dice: “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”. Y en Romanos 12:18, Pablo escribe: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”.
Cambie el tema si fuera necesario. Si no funciona, tal vez usted se pueda excusar amablemente y retirarse de la conversación. En otras ocasiones tal vez sea necesario decir francamente: “hablemos de otra cosa”.
Verse en el espejo
Los grandes observadores han notado que todos somos en ciertas ocasiones una persona difícil para los demás.
Algunas veces la razón por la cual los demás sacan lo peor de nosotros la podemos encontrar analizando detenidamente nuestro interior y nuestras motivaciones.
Algunas veces la razón por la cual los demás sacan lo peor de nosotros la podemos encontrar analizando detenidamente nuestro interior y nuestras motivaciones. Algunas personas tal vez puedan, por lo menos exteriormente, recordarnos ofensas pasadas que pueden revivir recuerdos dolorosos. Es fácil estar a la defensiva hasta que nos detenemos y pensamos por qué estamos reaccionando de esta manera. Al hacerlo, ganamos conocimiento de nosotros mismos que nos puede ayudar en el futuro.
Ver lo mejor en los demás
Recuerde, no tenemos todas las piezas del rompecabezas de la otra persona. Hay cosas acerca de la otra persona que no sabemos o no entendemos. Pero Dios si las conoce y las entiende. Él nos puede ayudar a ser amables y pacientes hasta que descubramos cosas para valorar de la otra persona.
En 1 Corintios 13:4 leemos que el amor es paciente y sufrido. No somos naturalmente de esta forma, pero Dios si lo es. Podemos ir delante de Dios en oración y pedirle que nos revele lo que necesitamos saber —para ayudarnos a estar con esa persona tratándola con paciencia y amabilidad, que es la forma en que Dios nos trata a nosotros.
Sea realista
Algunas personas han sido verdaderamente dañadas y con frecuencia ese daño se propaga a otros. Puede que sus heridas no lleguen a sanarse en esta vida, lo que significa que tenemos que aceptar la realidad y las limitaciones de lo que son.
Pero aunque ellas tal vez no lleguen a cambiar, nosotros si podemos hacerlo, si cambiamos nuestra forma de reaccionar o la forma en que respondemos. Debemos pensar acerca de la forma en que generalmente interactuamos con ellas. ¿Hay una forma diferente, más amable de responder? ¿Podemos reemplazar la agresividad con compasión? Algunas veces ser amables es lo máximo que podemos hacer, pero esto es mejor que tomar represalias. La amabilidad puede ayudarnos mucho para llevarnos bien con personas difíciles.
Cuando todo fracase, es mejor alejarse
Hay momentos en que es necesario distanciarnos de algunas personas —aquellos que por alguna razón quieren antagonizarnos o aun hacernos daño. Evitar todo contacto o tener un mínimo contacto puede ser la mejor opción en algunas situaciones. Dios no espera que mantenga relaciones en las que abusan de usted (Proverbios 22:24; vea además nuestro artículo: “amistades nocivas”).
Él, sin embargo, quiere que desarrollemos su mente para ayudarnos a interactuar con todos en el futuro, de una manera que le agrade a Él.
Las personas pueden ser difíciles y la forma en que se comportan puede sacar lo peor de nosotros. Necesitamos recordar que nuestra reacción natural no siempre es la mejor forma de responder. Dios nos da una mejor forma —una forma más amable, más paciente— de interactuar con otros. Es su camino y necesitamos que se convierta en nuestro camino también.
Si desea información adicional acerca de cómo aprender a tratar a otros de la misma forma en que Dios lo hace, vea nuestro artículo “Como ser un buen vecino”, o nuestros artículos en la sección “El fruto del Espíritu”.