Tres formas en que Pentecostés nos señala el futuro
Este día de fiesta anual tiene mucho más que decirnos acerca del futuro que del pasado. Esto es lo que pasa cuando miramos Pentecostés con los lentes del futuro.
Muchos cristianos reconocen Pentecostés como el día en que la Iglesia del Nuevo Testamento comenzó, el día en que Dios derramó su Espíritu Santo en su pueblo y puso en marcha la era moderna. (Si a usted no le es familiar este concepto, puede leer acerca de esto en Hechos 2.)
Pero Pentecostés es más que un memorial en un espejo retrovisor. De hecho, algunos de los aspectos más importantes de Pentecostés son aquellos que nos señalan hacia el futuro. Analicemos ciertos aspectos de estas señales en los postes y veamos lo que nos muestran acerca del plan que Dios tiene para la humanidad.
Para obtener más información sobre este festival especial, lea “Pentecostés: Dios da el Espíritu Santo”.
1. El Día del Señor
Dios no dio su Espíritu a los discípulos de Cristo en secreto. En el día de Pentecostés del año 31 d.C, las multitudes pudieron escuchar: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2:2). A medida que esas multitudes se preocuparon por lo que estaba pasando, se sintieron asombradas al descubrir que los discípulos estaban hablando en sus propios idiomas (Hechos 2:6-11).
Pedro, uno de los discípulos explicó a los que estaban sorprendidos y perplejos que lo que estaba pasando tenía que ver con una antigua profecía del libro de Joel (vv. 12-16). En esa profecía, Dios prometió que: “derramaré mi espíritu sobre toda carne” (v. 17) y hacer que los siervos hablen por inspiración —exactamente era lo que estaba pasando en ese momento ante sus propios ojos.
Pero hay más acerca de la profecía de Joel, Dios también prometió:
En la actualidad Dios está trabajando con sus primicias espirituales —y Pentecostés hace que nuestra atención se dirija hacia esa importante verdad.
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2: 19-20).
Esto no fue lo que sucedió en Pentecostés del año 31 d.C., cerca de 2.000 años después, y todavía no ha pasado. La profecía de Joel fue sólo parcialmente cumplida cuando comenzó la Iglesia —todavía está en el futuro y promete ser un período de tiempo determinado en el cual Dios va a llevar a cabo el juicio en las naciones por sus actos impíos.
El día del Señor es algo que tiene mucho peso en el plan de Dios y el mensaje que Pedro dio en Pentecostés nos recuerda que todavía no ha llegado. Está representado en el próximo festival en el plan de Dios: “La fiesta de Trompetas”.
Para profundizar más en Pentecostés de Hechos 2, consulte nuestro "Plan de lectura de Hechos 2" en nuestra página de Planes de lectura temáticos.
2. La cosecha de las primicias
Miles de años antes de que los discípulos recibieran el Espíritu Santo, Dios introdujo la fiesta de Pentecostés a los Israelitas como una de sus fiestas anuales. En ese día a los israelitas se les ordenó ofrecer “las primicias al Señor” (Levítico 23:17) de su cosecha de primavera. Al darle a Dios de su propia cosecha, su atención debía dirigirse hacia el Dios que había hecho posible las primicias o primeros frutos en primer lugar.
En la actualidad Dios está trabajando con sus primicias espirituales —y Pentecostés hace que nuestra atención se dirija hacia esa importante verdad. Santiago nos dice: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18).
El día del Señor es algo que tiene mucho peso en el plan de Dios y el mensaje que Pedro dio en Pentecostés nos recuerda que todavía no ha llegado.
Primicias es una palabra importante. Nos muestra que no estamos hablando de un gran numero de personas actualmente por lo que Cristo llamó a sus seguidores una “manada pequeña” (Lucas 12:32). También nos recuerda que las primicias son cosechadas primero. Jesús explicó que a su regreso: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31).
El saber que este momento va a llegar debiera cambiar la forma en que vivimos y nos conducimos diariamente, porque en algún momento en el futuro Jesús va a regresar para reunir a sus elegidos. Como primicias debemos esforzarnos por vivir de una manera que refleje quién es Dios, y quién es el que nos ha llamado a ser.
3. Una cosecha más grande
Otro elemento que podemos aprender de la palabra primicias es algo obvio e importante: las primicias son sólo una parte de la cosecha.
El plan de Dios no termina con las primicias. Las primicias tienen un papel que desempeñar y Pentecostés subraya ese papel —pero el plan final de Dios abarca toda la raza humana. Cuando Pedro citó a Joel durante su mensaje de Pentecostés él se refirió a la promesa que Dios había hecho: que derramaría su Espíritu en toda carne (Hechos 2:17). No sólo unos pocos, no sólo los elegidos, no sólo las primicias.
Toda carne.
La Biblia nos promete un día en que: “Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2:14). Dios creó toda la humanidad con el potencial de conocerlo y volverse como Él (1 Corintios 13:12; 1 Juan 3:2), y las primicias de Pentecostés representan solamente una porción infinitesimal de todos aquellos que han vivido o vivirán alguna vez.
Esto puede ser lo más maravilloso acerca de las primicias —la implicación de que habrá mucho más en el futuro que vendrá. El plan de Dios está lleno de esperanza para toda la raza humana y al enfocarnos en las primicias Pentecostés nos recuerda que hay aún una cosecha más grande que va a venir.
Pentecostés es mucho más que un memorial de eventos pasados —es también un recordatorio anual de todas las cosas que están por venir.
Fecha de publicación: Junio 12, 2024