“Y la verdad os hará libres”: el significado de Juan 8:31-32
En Juan 8:32, Jesús les prometió a sus discípulos que su verdad los haría libres. ¿De qué nos puede liberar la verdad? ¿Cómo puede ofrecer libertad la verdad de Dios?
¿Qué dice Juan 8:31-32?
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.?”.
¿Alguna vez había escuchado la frase, “y la verdad os hará libres”?
Éste es un dicho que muchas personas logran identificar, ya que ha sido utilizado cómo lema en instituciones educativas e incluso quizás como motivador para decir la verdad. No obstante, esta frase tiene un significado más profundo de lo que la mayoría de las personas se imagina.
Esta frase proviene de una lección que Jesucristo les dio a “los que habían creído en Él”. En Juan 8:31-32, lo citan diciendo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.
Jesús estaba hablando acerca de una libertad que Dios puede ofrecer por si mismo— una libertad que se le concede sólo a aquellos que creen y son fieles a su verdad.
¿Cuál es esa libertad de la que habló Jesús? ¿Y exactamente, de qué debemos ser liberados?
¿Cuál es el significado de las palabras de Jesús en Juan 8:31-32?
¿De qué nos puede liberar la verdad?
En el versículo 33, los judíos respondieron algo confusos por las palabras de Cristo —¿cómo podemos ser liberados si nunca hemos estado en cautividad? Su reacción fue desconcertante, teniendo en cuenta la historia de sus ancestros como esclavos en Egipto, su deportación de Babilonia durante 70 años y su sometimiento a Roma en ese momento.
Al igual que los judíos en Juan 8, nosotros en el mundo occidental podríamos decir que nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿De qué pues, podríamos ser liberados?
La respuesta está en el tipo de esclavitud a la que Jesús se refiere.
Jesús no estaba hablando acerca de la libertad de una esclavitud física, en absoluto, En el versículo 34, Él revela un tipo de cautividad muy diferente de la cual debemos liberarnos. “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”.
Después de arrepentirnos, la verdad de Dios y el sacrificio de Jesucristo quitan el peso de nuestra sentencia de muerte y nos liberan de las cadenas del pecado.
Si pecar nos hace esclavos del pecado, entonces todos nosotros hemos estado en cautiverio —cautiverio espiritual del pecado. Romanos 3:23 nos dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos nosotros, por lo tanto, debemos admitir que hemos estado en cautiverio. Todos hemos sido esclavos del pecado.
Hasta que nos arrepentimos, el pecado nos mantiene cautivos en nuestra vida cotidiana, impidiéndonos alcanzar el potencial con el cual Dios nos creó. Incluso puede ser peor, ya que el pecado conlleva una sentencia de muerte. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
Estar condenados a muerte a causa de nuestros pecados es la forma final en que el pecado nos esclaviza.
Después de arrepentirnos, la verdad de Dios y el sacrificio de Jesucristo quitan el peso de nuestra sentencia de muerte y nos liberan de las cadenas del pecado. Sólo podemos ser liberados de la pena de muerte que se cierne sobre nosotros mediante la redención ofrecida por medio del sacrificio de Jesucristo.
Si usted desea conocer más acerca del tema de la redención, lo invitamos a leer nuestro artículo “¿Qué significa redención en la Biblia?”.
¿Cómo “nos hace libres” la verdad?
Jesucristo nos dice que sólo podemos ser libres de esta esclavitud espiritual por medio de su verdad. ¿Pero cómo funciona eso? ¿Simplemente conocer la verdad intelectualmente nos hace libres de nuestros pecados? ¿O hay algo más que eso?
En pocas palabras, la verdad de Dios tiene que llevarnos a algo más que a una comprensión intelectual. Conocer la verdad de Dios debe llevarnos a la acción. Pablo explicó que se requiere obedecer a Dios. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:17-18).
Hasta que no llegamos a ese punto, estamos cegados por los engaños de Satanás (2 Corintios 4:4). El miedo, la confusión y el engaño abundan en este mundo como resultado del pecado.
Podemos liberarnos del engaño aprendiendo la verdad y obedeciendo la ley de Dios. La confusión, el miedo y la desesperanza tan comunes en nuestro mundo, pueden ser reemplazados por la libertad de conocer el propósito, el plan y el camino de vida de Dios. También podemos recibir bendiciones en nuestra vida al obedecer la verdad revelada en su Palabra. Estas bendiciones nos liberan de las consecuencias de desobedecer a Dios.
El libro de Hebreos compara esto con correr una carrera espiritual libre de cualquier peso o carga innecesaria: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).
Así como las ataduras mantienen sometido a un esclavo, el pecado nos pesa. Nos impide alcanzar todo el potencial que Dios nos ha dado, nos impide terminar la carrera. Pero responder a la verdad nos lleva a obedecer a Dios, lo que nos motiva a vencer las cadenas del pecado. Ya no estamos agobiados por el peso que añade a nuestras vidas, y podemos correr con determinación.
La verdad nos da libertad para elegir a nuestro amo
Como todo en la vida, liberarse del pecado es una decisión, pero Dios es el que toma la iniciativa. Primero, Él nos expone al mensaje del evangelio. Luego, Él abre la mente de aquellos que Él selecciona para la salvación como primicias para que puedan entender, y ellos se concientizan de su condición miserable y pecaminosa. Esto es un llamado.
Pero después de ser llamados, debemos decidir por nosotros mismos si le vamos a obedecer. Él no va a tomar esa decisión por nosotros. Cuando nuestros ojos son abiertos y entendemos la verdad, debemos elegir a quien queremos servir. (Si usted aprender más acerca de este proceso, lo invitamos a leer nuestro artículo “Llamados y Escogidos”.)
Al convertirnos en esclavos de la justicia, nos comprometemos de todo corazón a servir a Dios y a no volver jamás a las cadenas de una vida de pecado.
La Biblia es clara al decir que sólo hay dos opciones: seremos esclavos del pecado y de Satanás o seremos esclavos de la justicia y de Jesucristo (Romanos 6:19).
Jesucristo fue contundente al afirmar que no hay cabida para servirle a Él y al pecado (Mateo 6:24). Sólo podemos servir a un amo —no hay comunión entre la justicia de Jesucristo y la maldad del pecado.
Una vez liberados de la esclavitud del pecado, debemos elegir conscientemente servir a Dios. Al convertirnos en esclavos de la justicia, nos comprometemos de todo corazón a servir a Dios y a no volver jamás a las cadenas de una vida de pecado.
Pero, ¿es bueno cambiar una forma de esclavitud por otra? ¿En qué sentido es mejor ser esclavo de Jesucristo que ser esclavo del pecado?
En Juan 8:35-36, Jesús reveló que estamos llamados a ser mucho más que esclavos: “Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”.
Ninguno que sea dueño de esclavos (Satanás incluido) planea darle a un esclavo todo lo que tiene como herencia.
Pero Dios nos llama a ser hijos e hijas en su familia, a ser herederos de la gloria del Reino de Dios (Romanos 8:17; Gálatas 3:29).
Elegir a Jesucristo como nuestro nuevo Señor nos libera de la carga del pecado, nos compromete a obedecerle de por vida y nos impulsa a seguir el camino que nos lleva a heredar todas las cosas en su Reino.
Elija la justicia
Nuestro mundo es esclavo de la injusticia y la confusión. Pero Dios nos llama a ser liberados de todo eso. Sin embargo, debemos actuar ante esta oportunidad de convertirnos en su pueblo, obedeciendo a Jesucristo como nuestro Maestro, confiando plenamente en Él.
El camino para convertirse en un esclavo de la justicia comienza con escuchar y obedecer la verdad. Sólo entonces podremos servir a Dios de todo corazón, libres de la confusión de este mundo, y dar nuestro primer paso hacia la vida eterna en su Reino.
Fecha de publicación: Noviembre 25, 2024