¿Qué clase de año será este año para usted? ¿Será lo mismo o peor que el año pasado? ¿O hará cambios revolucionarios que transformarán su vida para mejor? ¡Usted puede decidir —y recibir la ayuda que usted necesita!
¿Cree usted que cambiar es algo bueno o malo?
Las campañas políticas utilizan la palabra cambio para evocar el deseo de un mundo mejor. Los programas de auto-ayuda se apoyan en el profundo deseo que cada uno tiene de ser mejor.
Pero cuando el concepto de cambio penetra más en su mente consciente y subconsciente, entonces algo más se ve involucrado.
Temor
El dos veces ex campeón mundial de los pesos pesados, George Foreman lo reconoció. Él escribió: “Cualquier cambio atemoriza a muchas personas…Ellas no permiten que algo nuevo se convierta en una posibilidad antes de que su ansiedad los haga desistir” (La Guía de la vida de George Foreman, p. 37).
Todos queremos que las cosas cambien, ¡para bien!
Pero hemos visto muchas veces que las cosas van para otro lado. Si el cambio conlleva el riesgo de que algo no mejore y empeore, la mayoría de nosotros tendemos a mantener las cosas como están. Nos sentimos más cómodos con los problemas que conocemos que con lo desconocido que nos espera a las puertas del cambio.
Además, el cambio puede ser verdaderamente difícil. Todos tenemos cosas en nuestra vida que quisiéramos que fueran diferentes y tal vez hemos tratado de cambiarlas pero nos hemos rendido porque el cambio permanente es muy difícil.
Si vamos a cambiar, necesitamos ver claramente por qué necesitamos cambiar —y sus beneficios.
¿Por qué cambiar?
Hay algo de verdad en esta afirmación: si no está roto, no lo arregle.
Sin embargo, la mayoría de nosotros sabemos que hay cosas rotas en nuestra vida. Las cosas realmente no son tan satisfactorias. Tal vez algunas de nuestras relaciones se están volviendo más dolorosas que placenteras. Tal vez estamos estancados en patrones de respuestas autodestructivas, y hábitos que no podemos ver cómo podemos escapar de ellos.
Tal vez ustedes conozcan la descripción que el escritor Charles S. Platkin hizo de su frustración ante una serie de dietas inútiles y relaciones románticas y de negocios fallidas: “Después de años de investigación, reflexión, autoexamen y mi compartir los fracasos, me di cuenta que muchas de las cosas que estaban ocurriendo en mi vida empezaron a serme familiares. Encontré que todas tenían algo en común, esto es los patrones y resultados que había experimentado antes, que me llevaron a los mismos lugares que yo no quería volver a ver” (Breaking the Pattern [Rompiendo el patrón], pp. x-xi).
Muchas de nuestras reacciones naturales ante los disgustos no cambian nada. Ellas no cambian nada y sólo alimentan el ciclo de frustración y rechazo. Una reacción común es buscar a quién echarle la culpa. Pero ésta respuesta natural es sólo otra trampa.
Como descubriera el Sr. Platkin, después de entrevistar a cientos de personas exitosas: “Una de las características fundamentales de todas las personas que tienen éxito es su habilidad para evitar la trampa de culpar a otros de cualquier falla o revés que hayan tenido en el camino a la realización. Culpar a otros significa que usted no tiene el poder o el control para arreglar el problema. Esto significa que no hay alternativas… Ninguna persona exitosa admitiría jamás esta clase de rendición a los caprichos de otros” (p. 13).
En verdad, los demás contribuyen a nuestros problemas. Pero jugar a que los demás son los culpables no ayuda para nada. Sólo arregla el escenario para el fracaso.
El Eterno Dios nos creó con la capacidad de cambiar y Él nos va a mostrar la forma de transformar nuestra vida. Si escogemos cambiar, Él nos va a dar la ayuda que necesitamos para romper las cadenas del pasado y prepararnos para un futuro más allá de nuestros más atrevidos sueños.
Cuando finalmente llegamos al punto en que no podemos soportar los problemas en nuestra vida y sus consecuencias, y cuando reconocemos nuestra responsabilidad personal, estamos listos para cambiar. En este punto, la situación tal vez pueda parecer desesperada, pero hay esperanza. Hay alguien que quiere que cambiemos y tengamos éxito en la vida —aun más de lo que nosotros queremos.
El Eterno Dios nos creó con la capacidad de cambiar y Él nos va a mostrar la forma de transformar nuestra vida. Si escogemos cambiar, Él nos va a dar la ayuda que necesitamos para romper las cadenas del pasado y prepararnos para un futuro más allá de nuestros más atrevidos sueños.
¿Cuál es el primer cambio que Dios quiere?
Dios creo todo, así que Él sabe lo que funciona y lo que no. El hizo las leyes que muestran la forma correcta de vivir, y Él nos dice que desobedecer estas leyes nos conduce a los dolores y fracasos que afectan a la humanidad. Él nos dice que todos hemos pecado contra Él y esto nos ha traído consecuencias —y nos ha hecho que merezcamos la pena final de la muerte (Romanos 3:23; 6:23).
Pero Dios es misericordioso y quiere perdonarnos —si nosotros buscamos su perdón y nos comprometemos a cambiar. Este cambio de mente —este giro radical en nuestra vida— es llamado arrepentimiento. Cuando llegamos a reconocer inicialmente la necesidad de este cambio dramático, podemos sentirnos temerosos y abrumados. Pero vale la pena. Éste es el primer cambio que Dios quiere que nosotros hagamos y es el punto de inicio de una transformación asombrosa. Finalmente, el gran Dios Creador quiere que seamos sus hijos.
Cómo cambiar para bien
Empezamos a hacer este cambio al aprender acerca de las leyes benéficas de Dios (vea nuestro folleto gratuito “Los Diez mandamientos”).
Luego, debemos reconocer dónde hemos quebrantado estas leyes y aprender cómo aborrecer estos pecados de la misma forma en que Dios lo hace. Él odia intensamente el pecado, aunque nos ama tanto que permitió que su hijo, Jesucristo, pagara la pena de muerte por nosotros. Esto debería hacernos comprender la gravedad del pecado y la increíble misericordia de Dios.
El arrepentimiento no es sólo la expresión de nuestro dolor por nuestros pecados pasados —implica que nos comprometamos a vencer al pecado con la ayuda de Dios y esforzarnos por vivir la vida como Jesucristo la vivió.
El apóstol Pedro resumió el proceso de la conversión en Hechos 2:38: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
El don transformador del Espíritu Santo nos abre el camino para resultados aun más benéficos, incluyendo el maravilloso fruto del Espíritu y la vida eterna como hijos de Dios. ¡Los beneficios que Dios ofrece a aquellos que están dispuestos a cambiar su vida, son realmente asombrosos!
¡Acción!
Por supuesto, el solo hecho de leer estas palabras no va a cambiar su vida. El cambio requiere acción. ¿Cuál es el próximo paso? Nuestro nuevo folleto: ¡Cambie su vida!, le ofrece una perspectiva concisa pero más detallada, del proceso bíblico de conversión. Examina las escrituras vitales que usted necesita entender para darle un giro a su vida y convertirse en la persona que Dios quiere que usted sea.
Descárguelo ahora y comprométase a hacer los cambios que Dios quiere que usted haga en el 2014 y más allá. La información de este folleto no tiene precio —¡y sus beneficios durarán para siempre!
Recuadro: Siete leyes del cambio exitoso
Muchos expertos han tratado de descifrar las claves del éxito en la vida. ¿Por qué algunas personas logran tanto éxito, en tanto que otras sólo viven el día a día, luchando para sobrevivir?
La lista más sencilla, y a la vez más práctica y profunda que he descubierto, fue la recopilada por Herbert W. Armstrong, uno de los más famosos escritores y figuras religiosas del siglo XX.
Las siete leyes del éxito del Sr. Armstrong son:
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Tener la meta correcta.
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Educarse adecuadamente.
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Mantener una buena salud.
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Esforzarse —dedicarse con todo su corazón a alcanzarla.
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Ser recursivo.
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Perseverar.
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Tener contacto regular con Dios y pedirle su guía y ayuda continua.
Estos principios pueden ser aplicados a cualquier meta, pero es especialmente crucial en la meta espiritual suprema.
La meta más importante puede ser establecida en diferentes formas en las Escrituras: arrepentirse y convertirse (Hechos 3:19), o ser transformados para vivir como Jesucristo (Romanos 12:2; Gálatas 2:20).
Con el objetivo de esta meta de cambiar, estaremos buscando lo que Él nos ofrece —el maravilloso Reino de Dios— y vivir como Él vive, de una manera justa (Mateo 6:33).
No puede haber un éxito más grande que alcanzar esta meta –¡ser un hijo de Dios y heredar su Reino eterno (Romanos 8:14-17)!
88 por ciento de las resoluciones fallan
Al comenzar cada año, escuchamos las resoluciones de año nuevo como éstas que eran las 10 primeras en la lista del año pasado:
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Perder peso.
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Conseguir trabajo.
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Ahorrar.
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Ser feliz.
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Enamorarse.
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Viajar.
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Tomar una foto diariamente durante un año.
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Comer, beber, aprender o ensayar algo nuevo.
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Dejar de fumar.
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Fijar una meta atlética razonable, como correr entre 5-10 Km. (fuente: 43Things.com).
Éstas son otras resoluciones perennemente favoritas:
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Tomar menos alcohol.
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Comer saludablemente.
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Obtener una mejor educación.
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Manejar el estrés.
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Ofrecerse como voluntario para ayudar a otros (fuente: USA.gov).
Por supuesto, muchas resoluciones se olvidan pronto. Una encuesta realizada por el sicólogo inglés Richard Wiseman, encontró que 88 por ciento de todas las resoluciones fracasan.
Esto subraya la dificultad de cambiar hábitos y alcanzar metas, pero no significa que fijar metas no sea algo importante. Escribir las metas, con planes detallados, paso a paso, y puntos de control, hace que sea más fácil alcanzarlas. Y recuerde, Dios quiere que usted tenga éxito en los cambios positivos en su vida. ¡Pídale a Él en oración que le dé la fuerza extra que necesita para tener éxito!
La lista bíblica de cosas por hacer
La película de 2007, Ahora o nunca está basada en la creencia popular de tener una lista de cosas para hacer antes de que usted se muera. Lo que Jack Nicholson y Morgan Freeman hicieron: buceo, carreras de resistencia, viajes a lugares exóticos, son típicos de muchas listas de deseos, pero las metas de algunas personas en la vida son un poco diferentes.
Veamos algo del libro What Do You Want to Do Before You Die [¿Qué quiere hacer usted antes de morir?] (Ben Nemtin, Dave Lingwood, Duncan Penn y Jonnie Penn; 2012):
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Yo quiero deslizarme en una tabla larga hacia un volcán activo.
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Yo quiero pasear en Kayak en una bahía con un plancton luminiscente.
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Yo quiero pararme de cabeza en el polo sur y poder decir que yo sostuve el mundo.
Muchas de las otras metas del libro me recuerdan la excusa de personas sin esperanza: “comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (Isaías 22:13, 1 Corintios 15:32).
¿Cómo sería una lista bíblica de cosas por hacer?
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“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Filipenses 2:4).
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Hacer la voluntad de Dios y respaldar su obra. “Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envío, y que acabe su obra” (Juan 4:34).
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Dar bendiciones a otros (Génesis 27:4; 48:1-21; 49:1-33).
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“Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Abraham “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10) —¡una meta que él va a alcanzar miles de años después de su muerte!
Esto es lo que hace que la lista bíblica de cosas por hacer sea diferente. Como Abraham, el pueblo de Dios sabe que lo que hacemos antes de morir es importante —porque nos prepara para una eternidad maravillosa, ¡en donde los logros nunca se acabarán!
¿Qué hay en su lista para la eternidad?