La Biblia alaba la virtud de la prudencia. ¿Pero cómo aprendemos a ser prudentes? Una forma de hacerlo es siguiendo el imperecedero ejemplo de una mujer de fe como Abigail.
La prudencia puede definirse de dos maneras: es la cualidad de comportarnos y hablar sin ofender a nadie ni revelar información privada; y también la libertad de decidir qué se debe hacer en cierta situación.
¿Cómo puede una mujer cristiana aprender estas cosas?
De todas las mujeres de fe cuyas vidas fueron preservadas en la Biblia, hay una que indudablemente se destaca cuando hablamos de prudencia. Esa mujer es Abigail; su ejemplo es sin duda algo digno de considerar.
El escenario
En 1 Samuel 25:1-13, vemos a David huyendo del rey Saúl en el desierto de Parán. Sus hombres habían comenzado a cuidar del ganado en los alrededores de su escondite, incluyendo el ganado de un hombre rico y maleducado llamado Nabal. Cuando llegó el tiempo de la esquila (un tiempo de comida, bebida y fiesta), los hombres de David pidieron una recompensa por haber protegido los animales de este acaudalado hombre. Nabal, sin embargo, se rehusó arrogantemente, insultando y humillando a David y sus hombres, por lo que David se enojó mucho e ideó una venganza en medio de su ira: no quedaría un solo hombre vivo en la casa de Nabal.
Oyéndolo, un atemorizado siervo de Nabal le avisó a Abigail del inminente desastre: ¡había que hacer algo!
Conozca a Abigail
Cuando Abigail aparece por primera vez en escena, es una mujer casada; ya fuera por voluntad propia o por un acuerdo entre su padre y su futuro novio como era la tradición, la Biblia no lo dice. Lo único que sabemos es que Nabal, un exitoso ganadero de ovejas, se consiguió una esposa no sólo hermosa, sino, como dice la Biblia, también “de buen entendimiento”. Desafortunadamente, lo que Abigail consiguió fue un esposo difícil, “duro y de malas obras” (1 Samuel 25:3).
El desafío de Abigail era aprender a vivir en paz con su mezquino esposo y a la vez mantener su integridad y fortaleza de carácter. Para ello, tuvo que aprender a ser prudente en sus palabras y acciones para lograr los mejores resultados.
Ser prudente a veces significa actuar rápido para evitar desastres
Abigail no tardó en darse cuenta de la gravedad del asunto cuando escuchó las palabras del siervo: “Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle” (v. 17).
Abigail no perdió ni un segundo y se apresuró a preparar una ofrenda de paz con la esperanza de aplacar la ofensa: “doscientos panes, dos cueros de vino, cinco ovejas guisadas, cinco medidas de grano tostado, cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos secos”, todo cargado en asnos y enviado por adelantado con sus siervos para encontrar a David en el camino (v. 18). Ella iría al final. Sólo el tiempo mostraría si su plan había funcionado.
Y sólo el tiempo mostraría qué consecuencias debería enfrentar si vivía para confesarle a Nabal lo que había hecho.
Ser prudente a veces requiere de valentía y humildad
Abigail conocía la reputación de David. Sabía que el hijo menor de Isaí lideraba una banda de parias armados y experimentados en batalla que huían del enloquecido rey Saúl. ¿Habrá temblado mientras se acercaba a ellos, con su pequeña figura solitaria avanzando hacia una tropa de 400 hombres que buscaba venganza?
Al ver a David, Abigail inmediatamente se bajó de su montura y se dejó caer a sus pies rogando por compasión. Pidió misericordia respetuosamente, e incluso se ofreció para asumir la culpa de la insensata ofensa de su esposo.
El corazón de David finalmente se ablandó y vio lo disparatados que habían sido sus actos. También reconoció la sabiduría de la petición de Abigail.
“Y dijo David a Abigail: Bendito sea el Eterno Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive el Eterno Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón.
“Y recibió David de su mano lo que le había traído, y le dijo: Sube en paz a tu casa, y mira que he oído tu voz, y te he tenido respeto” (vv. 32-35).
Valentía y fe
Hay muchas cosas en la vida que requieren de valentía. A veces también se requiere mostrar respeto y ser sabios y prudentes para determinar el curso de acción que sea más favorable para todos.
Abigail estaba casada con un hombre cuya insensatez tuvo consecuencias nefastas y, dadas las circunstancias, se dio cuenta de que sólo ella podía evitar el inminente desastre y proteger su casa. Así que actuó.
La Biblia no dice si oró al respecto, pero en los versículos 26-31 Abigail menciona al Eterno por lo menos siete veces. En algunas de ellas vemos su profunda fe en el propósito y plan de Dios para David, como sucede con el recordatorio que le hizo al futuro rey acerca de la presencia de Dios en su vida.
“El Eterno de cierto hará casa estable a mi señor, por cuanto mi señor pelea las batallas del Eterno” (v. 28). “Y acontecerá que cuando el Eterno haga con mi señor conforme a todo el bien que ha hablado de ti, y te establezca por príncipe sobre Israel… cuando el Eterno haga bien a mi señor, acuérdate de tu sierva” (vv. 30-31).
Abigail creía y tenía fe en que Dios cumpliría sus promesas a David: él recibiría el reinado de Israel y su casa perduraría. Ella dijo estas palabras con absoluta confianza mucho antes de que se hicieran realidad, lo cual demuestra que ella definitivamente creía en Dios.
Ser prudente a veces significa encontrar el momento adecuado
Cuando Abigail regresó a su casa, Nabal había hecho un banquete y estaba completamente ebrio. La Biblia dice que Abigail no le contó lo sucedido entonces, pero no porque quisiera ocultárselo, sino porque era importante encontrar el momento apropiado.
Teniendo en cuenta experiencias pasadas, Abigail probablemente esperaba consecuencias negativas cuando al día siguiente le confesó a Nabal lo que había hecho. Pero en vez de esto , el corazón de su esposo “desmayó en él” (v. 37), ¡y Nabal murió 10 días después!
Cuando David supo de la noticia, inmediatamente vio la mano de Dios en todo el asunto y dijo: “Bendito sea el Eterno, que juzgó la causa de mi afrenta recibida de mano de Nabal, y ha preservado del mal a su siervo; y el Eterno ha vuelto la maldad de Nabal sobre su propia cabeza” (v. 39).
Un ejemplo imperecedero
La rápida reacción, valentía, prudencia y fe de Abigail salvaron muchas vidas. Cuando más tarde David la tomó por esposa, ella sin duda le sirvió al futuro rey de Israel como un recordatorio constante del valor de la prudencia. Y su historia sin lugar a dudas es un recordatorio para nosotros en la actualidad.
Para más información acerca de la prudencia y la sabiduría, le invitamos a leer nuestro artículo acerca de los “Proverbios”. Para conocer más acerca de las mujeres de fe en la Biblia, vea el resto de los artículos en la serie “Mujeres de fe”.