El don de la gracia de Dios es tan valioso que es vital que nunca lo perdamos, y sin embargo, ¡la Biblia nos muestra que es posible caer de la gracia! ¿Cómo podemos evitarlo?
¿Cómo puede alguien que haya recibido el don de la gracia de Dios, perderlo alguna vez? Muchos han escuchado la frase: “una vez salvado, salvado para siempre”, pero esta enseñanza no se encuentra en ninguna parte de la Biblia. La Biblia nos revela que uno puede caer de la gracia.
¡Nadie quiere que esto le suceda alguna vez! ¿Cómo podemos pues evitar caer de la gracia y perder uno de los más grandes dones que Dios nos ha dado tan generosamente?
¿Qué es la gracia?
La gracia es el favor inmerecido, amoroso y gratuito de nuestro Creador. Es un aspecto importante del carácter de Dios y su naturaleza, que abunda y se expresa exteriormente en actos de misericordia, compasión y dar generosamente. El apóstol Pedro llamó a Dios “El Dios de toda gracia” (1 Pedro 5:10).
Como un don gratuito, Dios nos imparte su gracia. ¿Cómo lo lleva a cabo? Recibimos el don de Dios de la gracia por medio de la fe en el sacrificio de Jesucristo—su sangre derramada. Veamos lo qué dice en Romanos 3:24: “siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Si no recibimos esta gracia, moriríamos en nuestros pecados y nunca tendríamos la oportunidad de vivir para siempre.
No podemos ganar la gracia: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)…porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:4-5; 8-9).
Veamos cómo recibimos la gracia de Dios: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). “Justificados pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1-2).
Aquellos que son humildes, que se vuelvan de sus pecados y tienen fe en el sacrifico de Jesucristo, tienen acceso al don de Dios de la gracia. Y nadie quiere perder esa bendición.
Tenga cuidado de no perder la gracia
Se nos dice que: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura” (Hebreos 12:14-16).
Cuando alguien ha recibido la gracia de Dios y se mantiene en ella, aquellas acciones futuras de las que no se arrepienta podrán hacer que dicha persona caiga de la gracia. Por ejemplo, con respecto a la amargura, que realmente es un estado de rabia y odio, si no nos arrepentimos de ella, uno podría contaminarse con una actitud o espíritu errado y quedarse corto de la gracia de Dios. De la misma forma, podríamos ser como Esaú que vendió su futuro por los placeres del presente. Por lo tanto, necesitamos seguir buscando la paz con todas las personas y mantener la santidad.
Otras razones para caer de la gracia
El apóstol Pablo anotó lo siguiente en Gálatas 5:4: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”.
¿A qué se estaba refiriendo? Básicamente los gálatas cristianos gentiles estaban siendo influenciados por los judíos, quienes les estaban enseñando erróneamente que necesitaban ser circuncidados en la carne. El contexto revela estos antecedentes: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (Gálatas 5:1-2).
Algunos judíos creían que la circuncisión era necesaria para ser salvo. La Iglesia estaba dividida en cuanto a esta enseñanza y se llegó a una conclusión, tal como está registrada por Lucas en Hechos 15. Ya que Dios había dado su Espíritu Santo a los gentiles cuando ellos eran incircuncisos, se decidió que la salvación no dependía de la circuncisión.
Entonces, lo que Pablo estaba diciendo era que si algunos se estaban enfocando en la circuncisión para sentirse justos delante de Dios en lugar de depender de Jesucristo y su sacrificio, lo que ellos estaban haciendo era vano el sacrificio de Cristo. La conclusión del tema: no rechacen lo que Cristo hizo por nosotros.
Pablo resume esta discusión en los versículos 6 y 13-14: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertada como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Una advertencia de Pablo
Pablo explicó que cualquiera podría caer de la gracia—¡aun él mismo podría hacerlo! Él era el apóstol de los gentiles y era utilizado en gran manera por Dios, pero aun así era consciente de la posibilidad que existía de perder la condición de gracia que le había sido dada por Dios. Él explicó esto al utilizar la analogía del atleta que competía por un premio.
“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:25-27).
Pablo entendió que debía continuar estando cerca a Dios, con humildad y obedeciéndole a Dios: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 2:10).
Tener la gracia de Dios es un regalo maravillosos, pero si somos negligentes con ese don y nos alejamos de Dios y de su camino de vida, podríamos caer de ella (vea Hebreos 6:4-6).
Pero hay algo animador que debemos saber: Dios quiere que continuemos en su gracia, y Él nos ayudará a lograrlo. Veamos lo que dice Filipenses 1:6: “Estando persuadido de esto, que el comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Así que, nosotros podemos caer de la gracia—de ese don maravilloso de Dios—si nosotros permitimos que esto suceda. Por lo tanto, debemos permanecer firmes en la santidad. No debemos olvidar que hemos sido justificados por la sangre de Cristo. Y debemos asegurarnos que no nos descalifiquemos por nuestras propias acciones desobedientes e indisciplinadas.
Dios nos promete su gracia, ¡y no debemos caer de ella! Para aprender más acerca de este tema tan crucial, le sugerimos consultar otros artículos en la sección de “Gracia”.