“Las tentaciones, a diferencia de las oportunidades, siempre le darán muchas segundas oportunidades” (Orlando A. Battista). ¿Cómo vencer la tentación?
Algunas tentaciones nos llegan de sorpresa. Otras las podemos evitar. ¿Cuánto esfuerzo deberíamos hacer para evitar la tentación? ¿Cómo contrarrestamos las tentaciones que afrontamos a lo largo de nuestra vida?
El caso de José
¡José tenía 17 años cuando fue vendido como esclavo por sus propios hermanos! No obstante, por la misericordia de Dios, José terminó en posiciones muy favorables y fue bendecido. En Génesis 39:5 vemos que el mismo Potifar fue bendecido por Dios a causa de José.
Pero después vemos que es la esposa de Potifar la que confronta a José tentándolo (v. 7). Si José hubiera caído en la tentación, hubiera quedado en una posición contraria a Dios. José sabía que ceder frente a sus impulsos sexuales era pecar contra Dios (v. 9). Entonces José decidió mantenerse en su posición, soportando incluso la tentación por varios días (v. 10).
Luego “Y aconteció que entró él un día en la casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió” (vv. 11-12).
La esposa de Potifar mintió (v. 14); y como resultado José fue enviado a prisión, donde permaneció por varios años. Pero Dios estaba complacido con él y no lo olvidó (vv. 22-23).
Finalmente, José ascendió como el segundo hombre más poderoso después del Faraón, y pudo socorrer a su familia muchos años después, cuando el hambre azotó la tierra.
El caso de José es particularmente instructivo, porque él se vio involucrado en una situación en la cual no tenía el control. Como esclavo, no podía irse de la casa de Potifar ni cambiar las tareas para las cuales era requerido. Sin embargo resistió las tentaciones en varias ocasiones; y cuando ya no tuvo manera de evitarlas decidió huir de la casa.
¿Qué hay con respecto a nuestras vidas? ¿Hay algo que podamos hacer para evitar la tentación y ayudar a prevenir una situación como en la que se vio envuelto José?
Evítela a toda costa
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de pensar en nuestras acciones y evitar situaciones que nos traigan problemas. Por ejemplo, una persona con problemas de alcohol debe siempre evitar los bares y las licoreras. Cuando se trata de la tentación, como dice el viejo refrán, es mejor prevenir que curar, en muchos casos. (Si desea ahondar más en esto, lo invitamos a que lea nuestra serie “Libres de la adicción”.)
El rey David siempre estuvo muy consciente de la necesidad de caminar con cautela. Sabemos muy bien la historia en la cual cedió a la tentación en el incidente con Betsabé (2 Samuel 11). Sin embargo, demostró ser un hombre con un corazón según Dios al arrepentirse profundamente y ser consciente de la necesidad de mantenerse alejado de la tentación.
Veamos en Salmos 17:4-5 “En cuanto a las obras humanas, por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de los violentos. Sustenta mis pasos en tus caminos, para que mis pies no resbalen.”
Todas las acciones tienen consecuencias, sean buenas o malas. Si consideráramos nuestro camino, esto nos podría evitar mucho dolor y remordimiento. ¿Qué podemos decir de esas circunstancias inesperadas, como las que enfrentó José, cuando la tentación se atraviesa en nuestro camino a pesar de los esfuerzos por evitarla?
¡La ayuda está disponible!
Tenemos un ejemplo de Jesucristo mientras se preparaba para su última prueba y crucifixión. Él oró en el huerto de Getsemaní, regresó donde estaban sus discípulos y los halló dormidos. Él les dijo: ”Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Marcos 14:38). Cristo no les estaba diciendo que la tentación desaparecería orando, pero sí podrían estar mejor preparados para enfrentarla a través de la oración.
El modelo de oración de Cristo en Mateo 6 tiene las mismas instrucciones: “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”. Este versículo no dice que Dios va a tentarnos, si no que podemos pedir su ayuda para que nos libre de las tentaciones de un enemigo muy poderoso. Veamos en Santiago 1:13: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie;”.
La tentación viene de Satanás, como vemos en 1 Pedro 5:8: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. El versículo 9 sigue diciéndonos que tenemos que resistir a Satanás y sus tentaciones.
El versículo 10 tiene el mismo mensaje de Mateo 6:13, y nos dice que podemos clamar a Dios por su ayuda en este tipo de situaciones: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” ¡Nadie tiene porque enfrentar las pruebas y las tentaciones solo!
Ninguna tentación ni prueba son exclusivas para nosotros
Podemos encontrar más palabras de aliento y de fortaleza en 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir; sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.”
¡Estas son palabras muy reconfortantes! Cualquier tentación con la cual estemos luchando, también ha sido enfrentada por otros. ¡No estamos solos! Además, Dios nos asegura que si buscamos su ayuda, como vemos en la oración de Cristo en Mateo 6, Él nos dará la forma de escapar de la tentación.
En Santiago 1:15 se describe el ciclo del pecado, que conduce a la muerte. Los pasos de ese ciclo son:
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Deseo
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Decisión equivocada
¡Es vital que rompamos ese ciclo antes que se establezca en nuestras vidas! Para lograrlo, debemos detenerlo desde el comienzo—justo en el momento en que se presenta la tentación.
No deje de revisar este sitio en busca de artículos adicionales acerca de cómo romper el ciclo del pecado que nos lleva a la muerte.