Cómo orar por el perdón

Naturalmente, queremos la bendición de ser perdonados. Pero muchas veces no sabemos cómo orar por el perdón. Dios registró en la Biblia los siguientes ejemplos para ayudarnos.

¿Alguna vez ha tenido que decirle a alguien: “Lo siento”? ¿O aún más importante: “Por favor, ¿perdóname”?

¡Pedir perdón es difícil! En realidad, pedir perdón implica mucho más que simplemente decir: “¡Lo siento!” Probablemente cuando usted era niño, sus padres le pidieron que dijera “¡lo siento!” a un hermano o hermana. Y es posible que ni siquiera lo haya dicho en serio.

Pero piense en lo que significa pedir perdón: tal vez tener que pedirle perdón a su esposo o esposa por haber hecho algo hiriente, o pedirle perdón a su hijo por haber faltado a un evento importante para él.

Ahora pensemos en algo a nivel superior. ¿Cómo se le pide perdón a Dios?

Salmos 51, una oración de perdón

Uno de mis pasajes favoritos es el Salmo 51, donde David viene delante de Dios después de haber sido confrontado por su pecado con Betsabé. Por medio de este salmo en particular, se nos da un claro ejemplo de cómo ir ante Dios en oración para pedir perdón.

El Salmo 51 comienza: “Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta. Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones” (título escrito y versículo 1).

Es necesario pedir por la misericordia de Dios

Vemos que lo primero que hizo David fue pedir misericordia. No la misericordia del hombre, sino la misericordia de Dios, según su bondad amorosa.

Entonces David le recordó a Dios de sus piedades y le pidió que borrara sus transgresiones. “Borrar” significa eliminar, o limpiar. David no quería una mancha en su relación con Dios.

¡Lávame y límpiame!

“Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado” (v. 2). Continuando con el pensamiento anterior, David estaba claramente meditando en el hecho de que el pecado era una mancha en su carácter. Sabía que no había nada que él pudiera hacer por sí mismo para ser perdonado, sino que tenía que hacer de su dependencia en Dios una experiencia de vida.

“Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí” (v. 3). No todos logran llegar a este siguiente paso al pedir el perdón de Dios o de los demás. Debemos reconocer verdaderamente que hemos hecho algo mal.

Como se mencionó anteriormente, cuando nuestros padres nos pedían que dijéramos “Lo siento”, a menudo no era necesario confesar que estábamos equivocados.

Sin embargo, aquí, David reconoció el hecho de que era culpable, y expresó su arrepentimiento delante de Dios. Él sabía que Dios estaba consciente del pecado que había cometido.

El pecado es la transgresión de la ley de Dios

“Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio” (v. 4). El pecado es quebrantar la ley de Dios. Si no nos arrepentimos, esto nos separará de Dios (1 Juan 3:4; Isaías 59:2).

Tal como expresó David, la humildad, y un espíritu quebrantado y contrito son necesarios cuando buscamos el perdón de Dios“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (Salmos 51:5-6).

Al hacer esta declaración, David no estaba atribuyendo el mal a su madre o a su concepción. Más bien, estaba reconociendo que su naturaleza, desde sus primeros recuerdos, era propensa al pecado. El arrepentimiento de David fue emotivo y llena de sentimiento. David sabía que Dios quería ver un cambio en él, y sabía que tenía que cambiar de adentro hacia afuera, no sólo las apariencias.

¡Purifícame y lávame!

“Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve” (v. 7). El hisopo era una planta utilizada en ceremonias sagradas de purificación. David pidió ser purgado, o limpiado en toda su extensión, para ser aún más blanco que la nieve.

“Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido” (v. 8).

Su pecado se había convertido en una gran carga en su mente, hasta el punto de compararlo con tener huesos quebrantados como resultado de tener que llevar el peso de este pecado. El pecado también debe tener el mismo peso en nuestras mentes. Así como David le pidió a Dios su gozo, nosotros también debemos pedirle que nos saque de nuestros errores y nuestras pruebas, y que nos bendiga con un nuevo comienzo.

Aparta mis pecados

“Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades” (v. 9). David nuevamente le pedía a Dios que quitara y alejara sus pecados de su vida.

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí” (v. 10). Aquí vemos como David repite la misma idea de sentirse agobiado por el pecado y deseaba ser limpiado. También sabía que el Espíritu de Dios dentro de él tenía que ser restaurado. Quería un espíritu “consolidado” o “afirmado”. “No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu” (v 11).

Como lo señaló Isaías, el pecado en realidad causa una separación entre nosotros y Dios, a menos que nos arrepintamos de ese pecado (Isaías 59:2; 1 Juan 1:9). El pecado hizo que Jesucristo tuviera que morir y trae un castigo sobre nosotros que sólo el Padre y el Hijo pueden quitar (Romanos 3:23; 6:23).

El deseo de David para que otros también se arrepientan

A continuación, vemos que David desea el gozo y la felicidad nuevamente, pero esta vez para poder influenciar positivamente a los demás.

“Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Salmos 51:12-13). David quería que otros experimentaran lo que significa tener los pecados perdonados y las relaciones restauradas.

Incluso hoy en día, continuamos aprendiendo a arrepentirnos y a pedir perdón estudiando y siguiendo el ejemplo de David. “Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; cantará mi lengua tu justicia. Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza” (vv. 14-15).

Cuando David le oró a Dios pidiéndole su perdón, también le pidió que removiera su culpa. Su tristeza era una tristeza piadosa, y producía no sólo el lavamiento de pecado, sino también deseo y celo: indignación y vindicación (2 Corintios 7:10-11; vea también nuestro artículo acerca de “La tristeza según Dios”).

Observe cómo David hizo su petición a Dios. Reconoció que él no podía hacer nada por sí mismo para eliminar la pena del pecado, excepto humillarse ante Dios, con un espíritu sumiso y quebrantado y un corazón (mente) contrito y quebrantado —¡y simplemente pedir perdón!

“Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17).

Muchas veces, una persona puede ignorar cómo ir ante Dios y pedir perdón. El ejemplo de David nos ha dejado un ejemplo muy claro a seguir.

Dos hombres subieron al templo a orar

Vemos otro ejemplo de cómo venir ante Dios en arrepentimiento sincero en el libro de Lucas.

“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo [Jesús] también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:9-12).

Este hombre creía que había hecho todo lo que se requería y más. Él no entendía la seriedad de sus pecados o su necesidad de recibir la misericordia de Dios.

En contraste, veamos la actitud del publicano en la parábola:

“Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (vv. 13-14).

Tal como expresó David, la humildad, y un espíritu quebrantado y contrito son necesarios cuando buscamos el perdón de Dios (Salmos 34:18; 51:17). Dios está dispuesto a olvidarse de todos nuestros pecados —a justificar misericordiosamente a aquellos que se acercan a Él de esta manera. (Vea “Justificación: ¿cómo podemos ser justificados?”.)

¿Qué debemos hacer?

Hechos 2:36-41 describe a un grupo de personas en el día de Pentecostés (uno de los festivales anuales de Dios) que estaban escuchando a Pedro. Él estaba explicando el papel de Jesucristo en sus vidas y cómo ellos (debido a sus pecados) eran responsables de su crucifixión.

Cuando reconocieron sus pecados, estaban profundamente entristecidos y contritos de corazón, y posteriormente le preguntaron a Pedro: “¿Qué haremos?”

La respuesta de Pedro fue clara: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

De la misma manera, nuestros pecados también hicieron que Jesús tuviera que morir (Romanos 4:25; 1 Corintios 15:3). Por lo tanto, nosotros también debemos reconocer nuestros pecados y reconocer la necesidad de arrepentirnos y bautizarnos.

Estudie más acerca de esto en nuestros artículos “El arrepentimiento de obras muertas” y “El bautismo: ¿desea Dios que usted se bautice?”.

Arrepentimiento

El arrepentimiento es una de las cosas más difíciles para nosotros. Pero, si honestamente estamos buscando el perdón, es ahí donde tenemos que comenzar.

El primer paso del arrepentimiento es confesar nuestro pecado ante Dios y pedirle perdón. Nuestro arrepentimiento debe ser sincero y genuino.

Estudie más en nuestros artículos “¿Cómo debemos arrepentirnos?”, “¿Qué es el arrepentimiento?” y “El perdón: ¿cómo podemos ser perdonados?”.

¿Qué hará usted?

Debemos valorar la misericordia de Dios y reconocer que su bondad nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:4). Para recibir el don misericordioso inmerecido del perdón, debemos confesar humildemente nuestros pecados a Él, deseando profundamente arrepentirnos y cambiar. El arrepentimiento es un proceso por el que debemos pasar, y debe repetirse cada vez que nos demos cuenta de que hemos pecado (1 Juan 1: 8-9).

¿Y usted? ¿Está listo para ir delante Dios en oración y pedirle perdón?

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