Viaje 1 Conociendo a Dios

Día 7: El Dios de Amor

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7-8, énfasis añadido).

Más que una de sus cualidades, el amor es la esencia misma de Dios. Es lo que define su carácter. Y, mientras no entendamos lo que el amor es —mientras no lo entendamos realmente— no podremos entender a Dios del todo.


Lamentablemente, esta tarea es más difícil de lo que parece. La palabra “amor” se ha usado y entendido mal durante cientos (sino miles) de años, y seguramente si hoy le preguntamos a cien personas distintas cómo se define amor, obtendremos cien respuestas diferentes. Para algunos, el amor es un sentimiento confuso e indescriptible. Para otros, una fuerza que no se puede controlar, algo que nos atrapa y nos suelta, que anda en el aire y que actúa por voluntad propia. Y aún hay quienes no saben distinguir entre el amor, la lujuria y la infatuación.

Por otro lado, la Biblia es mucho más clara al respecto. 1 Corintios 13:4-8 nos dice: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”.

Lo que estos versículos dicen sin duda es muy importante, pero igualmente importante es lo que no dicen acerca del amor:

No dicen que el amor lo acepta todo.

No dicen que el amor lo aprueba todo.

Y no dicen que el amor lo apoya todo.

El amor tiene ciertos estándares. Se regocija en la verdad, y la verdad requiere de una distinción entre el bien y el mal. No hace nada indebido, pero sabe qué es indebido y cómo evitarlo. No se goza de la injusticia, porque sabe que la injusticia no produce nada bueno. Y, lo más importante, nunca 

deja de ser —el amor permanece, inquebrantable y sin vacilar, aún cuando todo lo demás colapsa y nuestro mundo parece caerse a pedazos.

Dios es amor. Pero no la clase de amor que imaginan los escritores de Hollywood ni del que hablan tantas canciones modernas. Dios es un amor mucho más profundo y trascendente de lo que la mente humana puede imaginar.


La palabra griega traducida como “amor” en 1 Corintios 13 (y en muchas otras escrituras importantes) es agape. Este término se utiliza varias veces en el Nuevo Testamento para describir el amor de Dios, y su significado nos dice mucho acerca de la manera en que Dios nos ama y cómo debemos amarnos unos a otros.

En 1 Juan 3:16, el apóstol Juan, por ejemplo, dice: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos”. Y en Juan 15:10, Jesús mismo explicó que: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”. En otras palabras, amar —demostrar agape— implica acción. El amor de Dios no es confuso ni es algo que simplemente existe de una forma vaga e intangible. Por el contrario, es un amor real, activo y que nunca deja de ser.


Si usted pudiera saber el resultado de todas sus decisiones antes de tomarlas, ¿cambiaría su forma de vivir? Si pudiera ver el futuro y saber cómo sus elecciones afectarán su propia vida y las de sus seres queridos, ¿sería más cuidadoso?

Muy probablemente sí.

Conocer el final del camino antes de tomarlo sin duda haría una gran diferencia. Cambiaría muchas de nuestras decisiones y el por qué de lo que hacemos. De hecho, probablemente haríamos muchas cosas de manera diferente, nuestras vidas serían más felices y obtendríamos los beneficios de tener esa visión del futuro.

Pero, sabiendo esto, ¿por qué rechazamos a Dios tan rápido cuando nos ofrece justamente ese regalo?

Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Su Hijo vino y murió en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. Dios es un Dios misericordioso, omnisciente y todopoderoso 

que desea nuestro bien y quiere guiarnos a través del confuso laberinto de la vida hacia un maravilloso futuro.

Y justamente porque nos ama, no nos obliga a seguirlo. Dios nos deja tomar nuestras propias decisiones libremente y también permite que cosechemos las consecuencias de nuestros actos. Pero su Biblia —su Palabra preservada para nosotros— tiene todas las advertencias e instrucciones que necesitamos para vivir una vida plena.

Nada nos impide decidir que nuestro propio camino es mejor y empezar a caminar por él. Pero, ¿realmente piensa que puede encontrar un mejor mapa de la vida que el que nos muestra el Dios del Universo?

Durante los pasados siete días, hemos estado descubriendo más acerca de ese maravilloso Dios — un Dios que existe por sí mismo e ilimitado que nos guía con celo y misericordia, y que nos ha creado para que nos convirtamos en parte de su amorosa familia. Usted ha comenzado a explorar la Palabra de Dios para tener una mejor idea que quién es su Creador y ahora es tiempo de tomar una decisión.

¿Seguirá explorando?

Este Viaje podrá haber durado sólo siete días, pero establecer una relación con Dios es un proceso de toda la vida. Cada día es una nueva oportunidad para conocer y darse a conocer al Dios que lo ama, tiene un plan para usted y tiene el poder y la visión para llevar ese plan a cabo.

La decisión es sólo suya. Cuando Dios lo llama, usted no está obligado a contestar. Puede dejar que el viaje termine aquí y se convierta en nada más que conocimiento sin acción. Ése es su derecho —y sería su pérdida.

Pero si sigue avanzando, si sigue buscando la verdad y haciéndola parte de su vida, encontrará mucho más que sólo conocimiento. Encontrará significado y propósito y, como resultado, encontrará una satisfacción, dirección, riqueza y profundidad en la vida que no hallará en ninguna otra parte.


Ahora, puede que tras leer todo esto una pregunta surja en su mente:

Si Dios es todas estas cosas —todopoderoso, amoroso y benigno para con nosotros— ¿por qué entonces el mundo está como está? ¿Por qué permite Dios que el mal exista? ¿Y por qué tan pocas personas lo conocen y entienden?

Para responder estas preguntas, tendremos que embarcarnos en un segundo Viaje, donde investigaremos en las Escrituras todo acerca de “El problema de la maldad”.

Lectura complementaria

VidaEsperanzayVerdad.org

¿QUÉ SIGUE?

Continúe con nosotros en "Viaje 2: El problema del mal", disponible en el Centro de aprendizaje de Life, Hope & Truth.

Ask a Question