Nuestro mundo está sumido en sufrimiento.
No hay manera de negarlo. Las pruebas están por todos lados: los noticieros, nuestras vidas e incluso las vidas de quienes amamos. Vivimos en una sociedad donde el sufrimiento es el pan de cada día y, muy a menudo, se vuelve rampante.
Pero ¿qué haría si le dijeran que hay una forma de arreglarlo? Y no sólo arreglarlo, ¿sino acabar con él? ¿Qué haría si existiera una manera de eliminar todo el sufrimiento y la maldad que hoy plagan nuestro mundo y nuestra vida?
¿Le gustaría saber cuál es?
En nuestro Viaje “Conociendo a Dios”, dedicamos siete días a explorar algunas de las características que definen al Dios que creó el Universo. Pero, al final de ese primer Viaje, tuvimos que enfrentar una difícil pregunta:
Si Dios realmente es todopoderoso y nos ama tanto, ¿por qué existe la maldad en el mundo? Un Ser como Él seguramente tendría la capacidad de acabar con el mal y el sufrimiento de una vez por todas, y podría proteger a su creación del dolor que experimenta cada día. Pero ¿por qué no lo hace entonces?
Ésta no es una pregunta nueva. Ya en los siglos IV y III a.C., un antiguo filósofo griego escribió:
¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente.
¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así, ¿por qué hay maldad en el mundo?
¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo llamamos Dios?
Estas cuatro líneas encierran uno de los mayores obstáculos del ser humano para creer en Dios: nuestro sentido común nos dice que, si el mal existe (y sí existe), entonces Dios es incapaz de eliminarlo o simplemente no quiere hacerlo. Si es incapaz, entonces no es todopoderoso; y si no quiere hacerlo, entonces no es un Dios de amor. Ninguna de las alternativas es muy positiva que digamos, y ambas nos hacen cuestionar si de verdad vale la pena buscar una relación con un Dios así. O aun peor, nos hacen cuestionar si Dios realmente existe.
El problema es que a veces nuestro sentido común no es tan sabio como parece.
La pregunta que al filósofo le faltó hacer (y que nosotros debemos hacernos) es si un Dios de amor y todopoderoso podría tener alguna otra razón para no acabar con el mal de inmediato. La mayoría de nosotros omite esta pregunta porque simplemente no nos tiene sentido. Si usted o yo tuviéramos poder ilimitado y un corazón amoroso, ¿no sería nuestra primera reacción acabar con el mal y el sufrimiento de una vez por todas? Cualquier otra decisión sería cruel y despiadada.
¿No es así?
Para comenzar a armar este rompecabezas, lo primero que debemos hacer es entender una importante escritura: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”, dice Dios en Isaías 55:9. Éste sin duda es un pasaje difícil de aceptar; pero si lo que queremos es conocer la verdad acerca del problema de la maldad, comprenderlo es necesariamente el primer paso.
Cuando analizamos las cosas que Dios hace (o no hace), nuestro instinto generalmente es juzgarlo según lo que nosotros mismos haríamos. Pero esto es un error. No estamos hablando de las acciones de otro ser humano, sino de las acciones del Dios Creador del Universo —un Dios sin límites de tiempo y espacio, que puede ver y entender cosas que nosotros ni siquiera imaginamos.
Piénselo. Los seres humanos nos hemos quebrado la cabeza con los misterios de la física cuántica por más de medio siglo, mientras que Dios siempre los ha entendido a la perfección porque Él los creó. Él diseñó las leyes de cosas como los quarks, los gluones y el entrelazamiento cuántico —conceptos que los mejores y más brillantes de nuestro mundo apenas comienzan a comprender.
Si nos embarcamos en este Viaje esperando que Dios se adhiera a nuestros estándares y nuestra idea del bien y el mal, lo único que encontraremos es un Dios que no nos tiene sentido. Pero si lo hacemos con la disposición de aceptar que sus pensamientos son más altos que los nuestros —si permitimos que Dios nos enseñe y explique sus razones— entonces descubriremos que el problema de la maldad no es un problema realmente. Descubriremos que todo tiene perfecto sentido y que Dios sabe exactamente lo que está haciendo.
Entonces, este Viaje comienza con la pregunta que nuestro filósofo nunca se hizo: ¿por qué un Dios de amor todopoderoso decidiría permitir la maldad? Y, para responder esa pregunta, tendremos que hacernos varias más en el camino:
Todas estas son preguntas importantes. Si no somos capaces de explicar el problema de la maldad, la religión cristiana entera se viene abajo.
Así que más nos vale comenzar.