Viaje 2 El problema de la maldad

Día 5: Por Qué Pecamos

Si el pecado es tan terrible —si causa tanto dolor y Dios lo pone fuera de límites por nuestro propio bien, y si nos separa de nuestro Creador— ¿por qué existe tanto pecado en el mundo? Si realmente es algo tan malo para nosotros, ¿por qué los seres humanos seguimos eligiendo el pecado por encima del camino de Dios?

Probablemente se le ocurran miles de razones por las que alguien podría quebrantar la ley de Dios. Pero en realidad, todas esas razones se reducen a una sola causa:

Somos cortos de vista.

Eso es todo. Ése es el gran problema.

En el tercer día de este Viaje, hablamos acerca de la capacidad de Dios para ver todo el panorama. Desde su perspectiva, Él puede observar a toda la creación y percibir todas las cosas tal como son.

Nosotros no podemos.

Un maravilloso relato hindú cuenta la historia de seis hombres ciegos a quienes se les dio la tarea de describir un elefante. Los hombres rodearon al elefante y cada uno se acercó para tocar una parte del animal. El hombre que tocó la pierna, estaba seguro que el elefante era como un pilar. El que tocó la cola, dijo que el elefante era como una cuerda. El que tocó la trompa, aseguró que era como una rama de árbol. Y así sucesivamente, todos los hombres estaban seguros de que tenían la verdad.

Ninguno la tenía, por supuesto. Cualquiera que pueda ver sabe que los elefantes son una combinación de todas esas cosas. Pero el punto de esta historia es recordarnos que nuestra percepción es limitada. Cada uno de nosotros es como uno de los hombres ciegos, y nos equivocamos acerca del elefante.


Muchas veces pecamos por defecto, sin siquiera pensarlo. Pero detrás de todos nuestros hábitos y decisiones automáticas, existe una elección. Elegimos el pecado porque, de cierta form nos parece que tiene sentido. Nuestras motivaciones pueden ser muchas: generosidad, autopreservación, pragmatismo, egoísmo o lo que sea, pero a fin de cuentas siempre elegimos lo que tiene sentido para nosotros.

Esto por supuesto es un problema, porque somos como esos hombres ciegos tratando de comprender al elefante que tenemos enfrente y, como ellos, fallamos increíblemente. Por eso, confiar en nuestra perspectiva limitada y hacer lo que más nos parece correcto puede ser (y a menudo es) tan desastroso.

La Biblia claramente nos advierte: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Sólo porque algo aparenta ser correcto, no significa que lo sea. Y ciertamente no es un indicativo del resultado que obtendremos si lo hacemos.

Pablo explica este punto cuando dice que “los designios de la carne [la mente humana] son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7) y luego agrega: “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).

Eso complica aún más las cosas. No sólo somos incapaces de ver el panorama completo desde nuestra perspectiva, sino que además el panorama completo nos parece absolutamente absurdo. Desde nuestro punto de vista limitado, algunas partes del camino de Dios parecen no tener sentido alguno y Dios a veces nos ordena cosas que son simplemente ilógicas para el razonamiento humano —cosas como poner la otra mejilla cuando nuestro instinto es vengarnos (Mateo 5:39), guardar el sábado cuando pensamos que no tenemos tiempo (Levítico 23:3), o pasar un día entero sin comer ni beber nada cuando no vemos qué beneficio podríamos sacar de ello (Mateo 6:17-18).

El pecado, por otra parte, a menudo nos parece completamente lógico. Es la opción que tiene sentido. Y sabiendo lo que sabemos acerca del elefante, podemos llegar a verlo como el único curso de acción razonable. Si necesito dinero y no encuentro un empleo, ¿quién puede culparme por robar? Si mi vecino tiene más que yo, ¿qué derecho tiene de quedarse con toda su riqueza? Si la verdad sólo logrará incomodar a la gente, ¿qué hay de malo con una pequeña mentira blanca? Siempre hay una razón, una explicación, una justificación.

Pero, al mismo tiempo, el pecado siempre es malo. Dios, que puede ver el elefante de una forma que nosotros no podemos, definió el pecado por una razón. Podemos ignorar esa definición y autoconvencernos de que es incorrecta, pero nunca podremos cambiar el hecho de que la definición existe, así como la opinión de un hombre ciego nunca cambiará el hecho de que los elefantes tienen trompa.

Y eso no es todo. Aunque los seres humanos somos perfectamente capaces de tomar malas decisiones por nosotros mismos, la inquietante verdad es que tenemos ayuda. Desde el principio de la creación en el jardín de Edén, existe una fuerza malévola que ha estado guiando e influenciando a la humanidad para que elija el mal.

Esa fuerza se llama Satanás, y nos quiere muertos.

Para siempre.


Satanás es un engañador y es muy bueno en lo que hace. Ha tenido miles de años para practicar con la raza humana y su especialidad es hacer que el pecado parezca bueno y atractivo. Pablo de hecho nos advierte que “el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia” (2 Corintios 11:14-15).

En el jardín de Edén, fue “la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9) quien convenció a Eva de darle otra oportunidad al árbol prohibido. También fue él quien ensució las aguas y le dijo a la mujer: “No moriréis” (Génesis 3:4), y fue él quien le prometió que el árbol incluso la haría “como Dios” (v. 5).

¿Habría sido el árbol prohibido una tentación para el hombre sin la influencia de Satanás? Lo más seguro es que sí. Pero ¿habría sido tan tentador? Probablemente no. Satanás tomó el pecado, lo embelesó con en una mezcla de mentiras y medias verdades, y luego se lo presentó a Eva como algo razonable —algo bueno.

Ésa es su estrategia y no ha dejado de utilizarla contra nosotros ni por un segundo. Le funcionó en el jardín de Edén y ciertamente le funciona ahora, porque los seres humanos seguimos cayendo en sus viejos trucos.

Otra vez, somos cortos de vista. No podemos ver el elefante completo y Satanás usa eso a su favor. Lo que es peor, cuando Dios intenta advertírnoslo no queremos escucharlo, porque obviamente — obviamente— un elefante es como un pilar. O una cuerda. O una rama de árbol. ¿Cómo podría ser de otra manera?


Hay mucho más que podemos decir acerca de Satanás y lo haremos en nuestro tercer Viaje, “El plan de Dios”. Pero hoy estamos hablando acerca del pecado y por qué lo elegimos. En este punto ya debería ser claro que la humanidad elige pecar porque, desde nuestra perspectiva, el pecado tiene sentido. Tome cualquier ejemplo: la desigualdad social, la esclavitud, el aborto, el homicidio, el robo, el genocidio, cualquier problema, todas estas cosas suceden porque alguien, de cierta forma, las considera razonables. Lógicas. Justificables. Y Satanás hace su parte para que sigamos viéndolas así.

Ésa, así de sencilla, es la dolorosa verdad. La humanidad seguirá eligiendo el pecado —seguirá escogiendo el sufrimiento— hasta que estemos dispuestos a admitir que no vemos el elefante completo.

El siguiente paso es aceptar que Dios sí lo ve.

Lectura complementaria

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