Nuestro mundo está sufriendo.
No hay manera de negarlo. Las pruebas están por todos lados y ahora sabemos por qué. Comenzamos este Viaje preguntando por qué un Dios de amor todopoderoso permitiría que el mal exista, y en el camino hemos descubierto que la causa del mal es la maldad del ser humano.
Cuando pecamos —cuando nos salimos de los límites que Dios estableció para nuestro propio bien— producimos maldad. Sufrimiento. Dolor. No siempre sucede de inmediato y no siempre es evidente, pero siempre es así: el pecado produce sufrimiento y la única línea divisoria entre “la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30:15) es la ley de Dios. Multiplique ese sufrimiento por todas las personas que ignoran o menosprecian la ley de Dios y luego por los años que han transcurrido de historia humana, y así comenzamos a tener una idea de por qué el mundo está como está.
Pero el mundo no se quedará así para siempre. Dios podrá estar permitiendo que la maldad exista por ahora, pero eso no implica que no tenga un plan de acción para acabar con ella. Eliminar la maldad en este momento requeriría que Dios: a) nos quitara el libre albedrío, o b) destruyera a la raza humana.
Afortunadamente para nosotros, su plan es mucho más elegante que eso.
La Biblia está llena de indicios acerca del plan que Dios tiene para el futuro del mundo, y lo que nos muestra es todo lo contrario a un mundo en sufrimiento. Miqueas 4:2-4 nos dice:
Vendrán muchas naciones, y dirán:
Venid, y subamos al monte del Eterno,
y a la casa del Dios de Jacob;
y nos enseñará en sus caminos,
y andaremos por sus veredas;
porque de Sion saldrá la ley,
y de Jerusalén la palabra del Eterno.
Y él juzgará entre muchos pueblos,
y corregirá a naciones poderosas hasta muy lejos;
y martillarán sus espadas para azadones,
y sus lanzas para hoces;
no alzará espada nación contra nación,
ni se ensayarán más para la guerra.
Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera,
y no habrá quien los amedrente;
porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado.
Ése definitivamente no es el mundo de hoy. Isaías 11:6-9 además agrega:
Morará el lobo con el cordero,
y el leopardo con el cabrito se acostará;
el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos,
y un niño los pastoreará.
La vaca y la osa pacerán,
sus crías se echarán juntas;
y el león como el buey comerá paja.
Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid,
y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora.
No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte;
porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno,
como las aguas cubren el mar.
Estos versículos describen un mundo donde incluso la naturaleza de los animales cambiará —donde los antes lobos voraces vivirán en paz con los corderos, los leones descansarán junto a las vacas y los niños podrán jugar cerca de cavernas de serpientes. En la actualidad estas escenas son impensables, pero Dios promete que llegará el día en que sean cotidianas.
Lo más impresionante acerca estas dos profecías, sin embargo, es lo que estará sucediendo tras bastidores. Miqueas dice que la gente estará ansiosa por acercarse a Dios y hacer su voluntad, e Isaías habla de un mundo lleno del conocimiento de Dios y su ley. En otras palabras, el mundo será diferente porque sus habitantes serán diferentes —serán personas que buscan a Dios y se esfuerzan por obedecer su ley.
El libro de Apocalipsis describe lo que sucederá un poco más adelante diciendo: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:3-4).
Esto sin duda es diferente: un mundo completamente nuevo, sin dolor, sin tristeza, sin muerte. Lo que esta profecía está describiendo es un mundo sin maldad —un mundo libre de pecado.
¿Cómo podemos pasar de donde estamos ahora a ese nuevo mundo?
Pues ésa es la verdadera pregunta, ¿no? Todo este tiempo nos hemos estado preguntando por qué Dios permite que la maldad exista, pero lo que realmente queremos saber es cómo piensa acabar con ella —porque sí que piensa hacerlo. Su plan de hecho ya está en acción y comenzó hace más de seis mil años —un plan diseñado para darles esperanza a todos los seres humanos que han existido a través de la historia.
Entonces, sabemos que Dios permite la maldad por una razón y tiene un plan para eliminarla. Pero también sabemos que ese plan debe superar varios obstáculos importantes, como el hecho de que:
A pesar de todo esto, la Biblia nos dice que Dios “no [quiere] que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9), y su plan es “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).
¿Cómo será esto posible? Si toda la raza humana se ha descalificado para pertenecer a la familia de Dios y millones han muerto sin arrepentirse, ¿no significa esto que existe muy poca esperanza?
No necesariamente. En nuestro próximo Viaje, dedicaremos siete días a explorar el plan de Dios y descubriremos que Él no sólo está consciente de los obstáculos de su plan, sino que además los elimina uno a uno, dejando el camino libre hacia el maravilloso futuro que Miqueas e Isaías describen.
El plan de Dios es un plan de esperanza. ¿Está listo para descubrir cuál es su lugar en él?
Continúe con nosotros en el "Viaje 3: Plan de Dios", disponible en el Centro de Aprendizaje de la Vida, Esperanza y Verdad.