Viaje 4 El Pueblo de Dios

Día 4: “¿Por Qué Yo?”

Imagine que alguien le pone enfrente un recipiente gigante con 7.400 millones de papeles. Cada papel tiene escrito el nombre de un habitante del planeta y su tarea es sacar su nombre con los ojos cerrados en el primer intento.

¿Suena difícil? Pues debería. Uno en 7.400 millones son probabilidades bastante escasas, así que hagámoslo más fácil: ahora, en lugar de sacar sólo un papel, puede sacar 800. Siempre y cuando su nombre esté en el montón, estará bien. Mejores probabilidades, ¿no?

Pues… sí, técnicamente —aunque aún no son muy buenas. De hecho, si hace los números verá que es más probable ser golpeado por un rayo…

Dos veces en su vida.

De acuerdo. Entonces mejoremos las probabilidades un poco más. ¿Qué le parece si ahora, en lugar de sacar 800 nombres, puede sacar 600.000? Seguro que esta vez tendrá mejores probabilidades de encontrar el suyo. ¡Y así es!

Esta vez, sólo es un poco más probable que un rayo lo golpee una vez en su vida.

En otras palabras, hay mucha gente allá afuera y usted es sólo uno de ellos.


Al avanzar por estos Viajes, probablemente haya notado que muchas organizaciones religiosas que dicen ser cristianas no enseñan lo que la Biblia dice realmente. Piénselo. El plan de Dios revelado en sus fiestas santas, el potencial de cada ser humano de no sólo estar con Dios, sino ser como Dios, y un Reino eterno que será establecido en la Tierra —¿cuántas organizaciones están enseñando todo eso? ¿Cuántas siquiera lo saben?

El cristianismo podrá ser la religión más grande del mundo, pero, en cierta forma, también es la más llena de confusión —llena de creencias que contradicen la verdad de la Biblia e ideas falsas acerca de la vida después de la muerte, el perdón, cómo quiere Dios que vivamos y cuál es el propósito de la vida.

En el segundo y tercer Viaje, hablamos acerca de Satanás y su deseo de impedir el plan de Dios. Vimos que la Biblia de hecho lo llama “el gran dragón… el cual engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9), que “se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14), y que desea “[engañar], si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Ahora pensemos en lo que esto significa.

El diablo, “mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44), un “león rugiente… buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8), ha engañado al mundo entero. No sólo una parte. No sólo a unos pocos. No sólo a quienes no creen en Dios, ni sólo a quienes tienen una religión diferente. Al mundo entero.

Aunque sea difícil de creer, esto también incluye al cristianismo moderno. En 2 Corintios 4:3-4, Pablo explica que en realidad el evangelio está “encubierto” para un mundo al cual “el dios de este siglo cegó”. No importa qué tan devotos y sinceros seamos, sin ayuda, “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). A menos que Dios mismo nos abra los ojos (Juan 6:44), entre ahora y el regreso de Jesucristo es imposible que entendamos la verdad.

Entonces, ¿por qué usted?


Usted ha estado leyendo estos Viajes, ha estado estudiando la Biblia —la Palabra de Dios— y todo le parece que ha tenido sentido. Las piezas han caído en su lugar y siente que cada día entiende más y más. El velo pareciera no estar ahí para usted.

¿Por qué?

De entre 7.400 millones de papeles, ¿cómo es posible que su nombre haya salido? ¿Cómo venció las probabilidades? ¿Acaso es más importante que todos los demás en el mundo? ¿Más especial? ¿Más indispensable para el plan de Dios? ¿O es sólo cuestión de suerte?

En realidad, ninguna de estas cosas es del todo cierta. Pero Dios sí tuvo una razón específica para abrirle los ojos:

Tiene un trabajo para usted.


El apóstol Pablo describió a la Iglesia como un “cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente” (Efesios 4:16). Más adelante, también explicó que “Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso” (1 Corintios 12:18).

Si Dios lo está llamando a su Iglesia, significa que tiene un lugar para usted, una tarea que quiere que haga y una forma especial en la que puede contribuir al crecimiento del cuerpo. Si Dios lo está llamando es porque usted pertenece a su pueblo.

¿Lo hace eso especial? Absolutamente. Pero he ahí la cuestión: Dios no lo llamó porque usted fuera especial. Usted es especial porque Dios lo llamó. Dios no miró hacia abajo y de pronto se dio cuenta de que lo necesitaba y tenía que tenerlo en su Iglesia. Por el contrario, la Iglesia ha existido durante siglos sin usted y podría seguir existiendo durante muchos siglos más.

No. Dios lo está llamando porque lo quiere. Conoce su corazón (Hechos 1:24), conoce su mente (Jeremías 17:10), conoce todo lo que se puede conocer sobre usted (Salmos 139:15-16) y ve a alguien con quien puede trabajar. Ve una mente que puede enseñar, un corazón que puede moldear y una vida a través de la cual puede hacer brillar su luz (Mateo 5:16).

No se trata de estar calificado. De hecho (le diré un secreto), ninguno de nosotros lo está. Ni usted, ni los miles que han sido llamados antes, ni los muchos que serán llamados después. Dios no está reclutando a los más fuertes, inteligentes y bien parecidos del planeta. Está reclutando a los no calificados. ¿Por qué?

“Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Corintios 1:26, 31).


El llamamiento no se trata de lo que usted pueda lograr, sino de lo que Dios puede lograr con usted. Por eso el mundo está lleno de personas inteligentes, fuertes y bien parecidas que sencillamente no conocen a Dios, ya sea porque no quieren conocerlo o porque Dios no los ha llamado.

En el Viaje anterior, aprendimos acerca del plan de Dios para rescatar a la humanidad de sus pecados, restaurar la paz en el mundo y llevar “muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10).

Usted puede ser la prueba de que ese plan funciona.

Cuando todo haya terminado, Dios quiere presentarlo ante el mundo como su hijo y decir: “Esto es de lo que soy capaz. Esta es la clase de cambio que puedo hacer. Esto es lo que quiero ofrecerles”.

Y, al mismo tiempo, usted tendrá la oportunidad de darles esperanza a los sobrevivientes de la peor catástrofe en la historia. Podrá decirles: “Comprendo. He estado ahí. Me he sentido así de abrumado, perdido y temeroso, pero hay un Dios que puede darte fuerza, consuelo y propósito, tal como me los dio a mí”.

Dios tiene un trabajo para usted en su Iglesia, si está dispuesto a aceptarlo. Hay un lugar para usted entre hermanos que buscan lo que usted busca y van hacia donde usted va, si está dispuesto a unirse a ellos.

¿Dónde están esos hermanos? ¿Dónde está la Iglesia de Dios en la actualidad? Y, lo que es más importante, ¿cómo puede encontrarla?

Lectura complementaria

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