Hoy en día existen cientos de miles de congregaciones en el mundo y muy pocas coinciden en sus ideas acerca del cristianismo. De congregación a congregación, y de denominación a denominación, las interpretaciones de lo que Cristo hizo y dijo varían mucho, lo cual es un problema.
En Mateo 16:18, Cristo prometió: “edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Si creemos esto, entonces la Iglesia establecida por Cristo aún debería existir en alguna parte. Pero ¿dónde? Con tantas congregaciones asegurando que sus raíces se remontan a la Iglesia que Jesús fundó, ¿cómo se supone que encontremos la correcta?
Podemos acortar mucho la búsqueda si nos guiamos por las palabras de Jesús. Él por ejemplo dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Juan 10:27, énfasis añadido). Y más adelante, les explicó a sus discípulos: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor… Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:10, 14).
El apóstol Juan también enfatizó este punto cuando le dijo a la Iglesia: “en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos… El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:3, 6). Luego les advirtió: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (v. 4).
Ésta es una verdad sencilla pero muy importante: quienes desean seguir a Jesucristo, deben imitar su ejemplo y guardar sus mandamientos. Si usted busca la Iglesia que Cristo fundó, debe buscar a quienes andan como Él anduvo; y, aunque suene extraño, eso elimina a muchos candidatos de la lista.
En su Sermón del Monte, Jesús aclaró: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido” (Mateo 5:17-18).
La jota es la letra más pequeña del alfabeto hebreo y una tilde es una pequeña marca sobre una letra. En otras palabras, Jesús dejó muy en claro que la Ley y los Profetas —las instrucciones y juicios de Dios acerca de qué es correcto e incorrecto— no irían a ninguna parte. De hecho, en este mismo sermón Cristo explicó que la Ley y los Profetas eran más importantes ahora que nunca, porque su significado y profundidad se extendían más allá de lo que los fariseos entendían (Mateo 5:21-22, 27-28, 31-32, 33-34, 38-39, 43-44). Esto sin duda es un problema para cualquier iglesia que diga que Cristo abolió la ley de Dios.
Y he aquí otro problema: Cristo no iba a la iglesia en domingo. A lo largo de todos los Evangelios vemos que Jesús guardaba el sábado (séptimo día de la semana) como día de reposo. Lucas incluso aclara que era su costumbre adorar en ese día (Lucas 4:16); era lo que siempre hacía y sus discípulos también. El libro de Hechos, por ejemplo, contiene varios relatos de Pablo guardando el sábado, “como acostumbraba” (Hechos 17:2; vea también 13:14; 16:13; 18:4).
Otra cosa que Jesús y sus discípulos hicieron fue guardar las fiestas santas de Dios. Guardaron la Pascua juntos (Lucas 22:15) y el día que la Iglesia comenzó los discípulos estaban reunidos para celebrar Pentecostés (Hechos 2:1-4). Pablo también escribió acerca de la observancia de la fiesta de Panes Sin Levadura (1 Corintios 5:8), y la lista continúa. No hay ninguna indicación de que Cristo pretendiera que sus seguidores dejaran de observar estos días.
Además, a lo largo de la Biblia el Espíritu Santo se describe como el poder y la esencia de Dios (Miqueas 3:8; Lucas 1:35; 4:14; Hechos 1:8; Romanos 15:19), nunca como Dios mismo. En ninguna parte dice que el Espíritu sea una tercera persona de la divinidad, porque Jesucristo nunca enseñó eso y tampoco sus discípulos. Sin embargo, eso es lo que la mayoría de las iglesias cristianas enseña hoy.
Como vemos, en sólo unos pocos párrafos hemos establecido varios criterios esenciales para identificar a la Iglesia de Dios. Los verdaderos seguidores de Cristo son aquellos que andan como Él anduvo; es decir, que guardan sus mandamientos. Para encontrarlos, debe buscar a quienes guarden la ley de la Biblia, observen el sábado y las fiestas santas, y entiendan que Espíritu Santo es el poder divino que los une y fortalece.
Ésta no es una lista exhaustiva, pero es un comienzo. ¿Cuántas denominaciones y congregaciones no cumplen ni siquiera con estos requisitos? Bastantes, de hecho. Pero la pregunta que debemos hacernos ahora es: “¿existe algún grupo que sí los cumpla?”.
Tal vez le interese saber que detrás de estos Viajes (y en realidad detrás de todo el contenido de Vida, Esperanza y Verdad), existe una Iglesia. Nos llamamos Iglesia de Dios, una Asociación Mundial (o IDDAM, abreviado), y tenemos congregaciones en todo el mundo. Nuestro objetivo es continuar la misión que Cristo les encomendó a sus primeros discípulos: predicar las buenas nuevas del Reino, enseñar a otros cómo seguir a Dios y crear un ambiente en el que los seguidores de Cristo puedan crecer.
Hacemos nuestro mejor esfuerzo por imitar el ejemplo de nuestro Hermano mayor, Jesucristo —andar como Él anduvo, vivir como Él vivió y compartir su visión, valores y carácter. Esto implica que apreciamos mucho la ley de Dios, nos reunimos para adorarlo cada sábado y fiesta santa, y nos dejamos guiar por el Espíritu Santo lo mejor que podemos mientras andamos por el camino que tenemos por delante.
Pero la historia no termina ahí. En cierta ocasión el profeta Amós preguntó: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3). La respuesta, por supuesto, es no. Para que dos personas anden juntas, deben tener un mismo objetivo y una misma motivación.
¿Hacia dónde se dirige la Iglesia?