Darwin describió una evidencia que podría “derrumbar” la teoría de la evolución. ¿Muestran los instrumentos modernos una irreducible complejidad que revela un creador?
En: “Diseño inteligente: Puede la ciencia responder la pregunta: ¿existe Dios?”, analizamos un pequeño ejemplo de la increíble complejidad y precisión que existen en el universo, nuestro sistema solar y la tierra, que contra viento y marea, hacen posible la vida en esta tierra.
Charles Darwin miró a las criaturas vivientes en esta tierra, incluyendo a los seres humanos, cuando estaba formulando la teoría de la evolución. Sin embargo, algunas de las cosas que notó en el cuerpo humano lo dejaron perplejo, y admitió que ponían en tela de juicio sus presunciones básicas.
El problema del mal inquietaba a Darwin
Darwin, influenciado por la muerte de su hija, estaba inquieto por el problema del mal en el mundo. Estaba preocupado acerca de “los males naturales” que son independientes de la voluntad humana, tales como enfermedad, depredadores y desastres naturales. Si Dios es todo bueno y todo poderoso, ¿por qué creó un mundo con semejantes males?
Darwin estaba muy perturbado con esta pregunta. En una carta que le escribió en 1860 a la botánica Asa Gray, él escribió: “Me parece que hay mucha miseria en el mundo. No me puedo convencer por qué un Dios benéfico y Omnipotente pudo haber creado el Ichneumonidae [avispas parásitas] con la intención de que se alimentaran dentro de los cuerpos vivos de las orugas, o que un gato jugara con un ratón. Como no creo esto, no veo necesario creer que el ojo fue diseñado específicamente” (Francis Darwin, ed., La vida y las cartas de Charles Darwin, 1887, vol. 2, p. 312).
Según el biofísico Cornelius G. Hunter, fue en parte esta preocupación la que motivó a Darwin a formular su teoría de la selección natural, que al dejar los detalles al azar, “absolvía a Dios de la responsabilidad de la iniquidad de la naturaleza” (C.G. Hunter, El Dios de Darwin: evolución y el problema del mal, 2001, pp. 140-141).
Muchos evolucionistas, en su intento por respaldar la teoría, han continuado la tradición de Darwin utilizando la idea del azar ciego, cuando no pueden encontrar otra explicación física para explicar el fenómeno específico. ¿Puede el azar ciego explicar la complejidad irreducible?
Lo que Darwin no podía ver
Desde la época de Darwin, las investigaciones del cuerpo humano han logrado demostrar una increíble complejidad mucho más allá de lo que Darwin pudo comprender. Lo que ha hecho posible esta investigación fue la invención del microscopio de electrones, que les ha permitido a los científicos ver más allá de la longitud de onda de la luz. Esto permitió a los científicos ver dentro de las moléculas de proteína.
Más tarde, la cristalografía de rayos x fue inventada, y los científicos pudieron ver dentro de las proteínas más pequeñas. Esta tecnología le permitió a James Watson y Francis Crick ver el ADN.
La herramienta actual es llamada la resonancia nuclear magnética, o RNM, que les permite a los científicos ver proteínas aún más pequeñas.
La “caja negra” de la célula ha sido abierta; y aunque las células durante la época de Darwin parecían muy sencillas, las investigaciones actuales muestran un mundo increíblemente pequeño y complejo que debe ser explicado. Si fuéramos a considerar el cuerpo humano como una máquina, su complejidad sería muchísimo mayor que la de cualquier robot construido en la actualidad.
En el Origen de las especies, Charles Darwin escribió: “Si se pudiera demostrar que existió un órgano complejo, que no se pudo haber formado a través de modificaciones numerosas, sucesivas y ligeras, mi teoría sería derrumbada por completo” (1860, p. 189).
En su libro de 1996, La caja negra de Darwin, el bioquímico Michael J. Behe escribió: “¿Qué clase de sistema biológico no pudiera ser formado por ‘numerosas, sucesivas y ligeras modificaciones’? Bueno, para los principiantes, un sistema de irreducible complejidad. Al hablar de irreducible complejidad yo hablo de un sistema sencillo compuesto por varias partes bien engranadas que interactúan entre sí y contribuyen a la función básica, en el que si se llegara a remover cualquiera de esas partes, haría que el sistema dejara de funcionar efectivamente” (p. 39).
Behe describió varias características de células vivientes y sistemas— características desconocidas para Darwin— que él consideraba de irreducible complejidad. Éstas incluyen el mecanismo fotosensible de los ojos, el sistema de coagulación humano y el flagelo bacterial.
La bioquímica de la visión
El primer ejemplo de una complejidad irreducible que fue mencionado es la bioquímica de la visión. Cuando la luz golpea en una célula fotosensible en el ojo de un animal, es absorbido por una molécula que altera una proteína ligada, que a su vez inicia lo que el bioquímico llama una “cascada” —una serie de reacciones moleculares precisamente integrada— que en este caso produce un impulso nervioso que es transmitido al cerebro. El resultado, interpretado por el cerebro, es la visión.
Si cualquier molécula de la cascada falta o es defectuosa, no se transmite ningún impulso nervioso; la persona es ciega. Ya que el mecanismo foto sensible no funciona a menos que todas y cada una de las partes esté presente, es de complejidad irreducible (Behe, pp. 18-21).
Darwin no entendió la química del ojo. En su teoría él propuso la evolución del ojo de simple a complejo. Él empezó con un simple parche de foto receptores en una medusa, un ojo en forma de copa que se encuentra en las lapas y un lente de una serpiente marina. Él pensó que el ojo humano podría haber evolucionado de una estructura sencilla, como la que se encuentra en la medusa, hasta una estructura cada vez más compleja, como la que se encuentra en las lapas y serpientes marinas, a la compleja cámara del ojo que se encuentra en los seres humanos.
La teoría de Darwin requeriría que cada cambio pequeño trajera beneficios de supervivencia para la criatura que hubiera mutado. Sin embargo, la bioquímica de la visión muestra que todas las partes irreduciblemente complejas de la visión humana se tuvieron que desarrollar simultáneamente para tener cualquier beneficio para la supervivencia.
La coagulación de la sangre
Un segundo ejemplo de la complejidad irreducible es la cascada de la coagulación de la sangre. Cuando gotea un recipiente con líquido, el líquido se derrama. El ritmo de goteo depende de la viscosidad del líquido, pero eventualmente, éste se saldrá todo.
Sin embargo, cuando una persona se corta, en condiciones normales sólo sangra por un corto tiempo antes de que el coágulo que se forma detenga el sangrado. Eventualmente, ese coágulo se endurece, forma una costra y cicatriza.
La cascada de la coagulación de la sangre que produce ese coágulo sanguíneo, está compuesto por más de una docena de moléculas de proteína que deben interactuar secuencialmente entre sí para poder producir el coágulo en el momento y el lugar correctos. Cada proteína es extremadamente compleja en sí misma, pero es la cascada lo que ha sido identificado por Behe como un complejo irreducible, ya que todas las moléculas tienen que estar presentes para que el sistema funcione. Si aun una de ellas falta (como sucede en la hemofilia, por ejemplo), el sistema falla. Esto es irreducible complejidad.
El flagelo de la bacteria
Un tercer ejemplo de complejidad irreducible es el “motor” del flagelo de la bacteria. Es como una cola que sale de la bacteria, que le permite moverse. Es un filamento externo, como un cabello largo, clavado en la membrana de la célula.
La bacteria intestinal tan común, la E. coli, tiene varios flagelos. Cuando ellos se dirigen a una sola dirección, se entrelazan entre sí para formar un largo látigo que rota rápidamente e impulsa el organismo a través del líquido que lo rodea, y cuando ellos cambian la dirección, el látigo se suelta y el organismo se detiene súbitamente.
En la base de cada flagelo hay un motor propulsado por los protones que puede girar a miles de revoluciones por minuto y dar reversa en un rápido giro de un cuarto de vuelta. La trasmisión del motor está unida a un rotor que gira en el estator, y todo el ensamblaje está fijo en la pared de la célula por varios bujes. El flagelo en sí mismo está fijo en el árbol de transmisión por un gancho que funciona como una unión universal de tal forma que el flagelo pueda girar cuando se voltea.
Los investigadores han identificado varias docenas de proteínas requeridas para el ensamblaje y la operación del flagelo y su motor. El flagelo está compuesto por lo menos de tres partes —paleta, un rotor y un motor. Si usted quita cualquiera de ellos, el aparato deja de trabajar.
Como el mecanismo sensor de la luz y la cascada de la coagulación de la sangre, Behe considera el flagelo de la bacteria de una irreducible complejidad.
Behe escribió: “La conclusión del diseño inteligente surge naturalmente de los datos mismos —no de los libros sagrados o creencias sectarias. Para deducir que los sistemas bioquímicos fueron diseñados por un agente inteligente se requiere de un proceso tedioso que no exige nuevos principios o la lógica de la ciencia. Proviene sencillamente del duro trabajo que la bioquímica ha hecho en los últimos 40 años, combinado con el análisis de la forma en que sacamos conclusiones de diseño todos los días” (p. 193).
Analizando la evidencia
Algunos evolucionistas admiten que esa complejidad interdependiente que ven en la tierra y en todos los sistemas de la vida, da la impresión de un “diseño aparente”, pero ellos lo descartan como un diseño “aparente”. Sin embargo, si algo da una fuerte apariencia de diseño, entonces sí probablemente fue diseñado por un diseñador.
Pero en vez de admitir al diseñador, algunos evolucionistas utilizan el término “el relojero ciego” para describir el proceso de la evolución. Esencialmente lo que están diciendo es que la increíble complejidad y exquisita precisión que vemos en el universo, la tierra y en nuestros cuerpo, parecen que son debidos al azar y un diseño básicamente sin inteligencia.
Algunos evolucionistas también admiten que el proceso por el cual todos estos sistemas complejos evolucionaron no pueden ser actualmente explicados, pero ellos creen que a medida que se incrementa el progreso, se va a encontrar la explicación. ¿Podría ser posible que los evolucionistas tuvieran fe en algo, mientras critican a los que expresan fe en Dios?
Si alguien aterrizara en la luna y en el mismo lugar que el Apolo 11 original, esta persona vería la etapa de descenso del módulo lunar. Nadie concluiría que el módulo lunar que todavía se posa en la luna, es el resultado del ciego azar. Sabríamos que alguien lo diseñó. Está allí por un diseño inteligente de los ingenieros en la tierra.
Nuestros cuerpos son mucho más complejos que el módulo de descenso lunar del Apolo 11.
Cuando estudiamos la evolución y el diseño inteligente, es necesario analizar honestamente la evidencia. ¿Es el “diseño aparente” en el universo, la tierra y todas las criaturas que encontramos, el resultado de un ciego azar o es un diseño genuino y el resultado de un diseñador inteligente?
¿Fue el puro azar o fue Dios el que diseñó el cuerpo humano? La escritura dice que fue Dios: “El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas igualmente ha hecho el Eterno” (Proverbios 20:12).
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