Alabar a Dios

¿Por qué quiere Dios que lo alabemos? Cuando entendamos el por qué, vamos a querer estudiar cómo la Biblia nos enseña a alabar a Dios de una forma que sea agradable para Él.

La alabanza puede parecer una costumbre religiosa esotérica, pero en realidad es una de las cosas más naturales en el universo. Si tuviéramos los oídos para escuchar, percibiríamos un coro de alabanza a nuestro alrededor. Veamos cómo se describe poéticamente la verdadera realidad en Salmos 148:

“Alabad al Eterno desde los cielos; Alabadle en las alturas. Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos. Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas” (vv. 1-3).

Salmos 150 añade: “Todo lo que respira alabe al Eterno. Aleluya” (v. 6).

¡Y no solamente eso, Jesús señaló el potencial de alabanza de las piedras! Cuando los fariseos le dijeron a Jesús que reprendiera a los que gritaban su alabanza mientras hacía su entrada triunfal a Jerusalén, Jesús les dijo:

“El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían” (Lucas 19:40).

La alabanza es algo natural a través de toda la creación. Pero con los seres humanos parece ser un poco más difícil. Queremos saber por qué. En este mundo influenciado por Satanás (1 Juan 5:19), nos parece más fácil ser desconfiados y escépticos que espirituales y efusivos cuando de alabar a Dios se trata.

¿Por qué la alabanza?

Entonces, ¿Por qué quiere Dios que lo alabemos? Nuestras mentes escépticas, acostumbradas a las debilidades humanas, se preguntan, ¿será que la alabanza acaricia el ego de Dios de alguna manera? ¿Se siente Dios más importante cuando lo alabamos?

De pronto una analogía nos ayude a aclarar este concepto erróneo.

Supongamos que usted pudiera hacer lindos muñequitos de barro. Y digamos que usted pudiera ponerles avisos colgados a sus cuellos que dijeran: “¡La persona que me hizo es maravillosa!”. ¿Se sentiría usted mejor por eso?

Está bien, esto no está ni cerca de ser una buena analogía, porque comparados con Dios no somos ni un grano de polvo. Nuestra alabanza, realmente, no hace que Dios se sienta más importante así como nuestras ofrendas tampoco lo enriquecen más. Él ya era el ser más importante del universo y era el dueño de todo también. Nada de lo que hagamos va a cambiar eso.

Si tenemos en cuenta todo el maltrato que recibe Dios a diario por parte de los seres humanos, haberlos creado parece haber sido un mal negocio para Él. La alabanza que Él recibe hoy en día, no compensa ni por un instante los insultos y blasfemias que son lanzados contra Él.

Los beneficios de alabar a Dios

¿Qué pasa cuando alabamos a Dios? Aquí están algunos de los muchos beneficios:

Alabar al Creador todo poderoso nos da perspectiva. Cuando nos quedamos ahí, con la mirada fija en ese lodazal de problemas, recordar al Dios que nos puede sacar de ahí, puede ser reconfortante y tranquilizador. Acudir a Dios nos puede ayudar a darnos cuenta que nuestras difíciles pruebas no son problema para “el bienaventurado y solo Soberano” (1 Timoteo 6:15).

Alabar a Dios nos ayuda a concentrarnos en la realidad —lo que es realmente permanente en nuestras vidas caóticas y transitorias. Concentrarnos solo en las cosas físicas que pueden ser perturbadoras nos deja inestables. Pero si nos concentramos en las cosas espirituales, esto nos dará un fundamento firme que no puede ser estremecido (Hebreos 12:25-28).

Alabar a Dios nos ayuda a concentrarnos en la realidad —lo que es realmente permanente en nuestras vidas caóticas y transitorias.Alabar a Dios nos ayuda a conocer sus características —nos ayuda a crear una relación más estrecha con Él. Si meditamos en todas las cualidades admirables que Dios tiene, naturalmente vamos a querer agradecerle e imitarlo.

Alabar, bendecir y honrar a Dios nos ayuda para ser más como Él. Él quiere que seamos sus hijos, pensando y actuando como Él lo hace. Y Él es un Dios que honra, bendice y alaba (1 Samuel 2:30; Génesis 12:2-3; Juan 5:44; 12:43; 1 Corintios 4:5).

Esto muestra muy superficialmente los beneficios —para nosotros— cuando alabamos a Dios. Sabiendo por qué debería llevarnos a querer saber más acerca de cómo nos enseña la Biblia a alabar.

Aquí tenemos tres formas de alabar a Dios de una manera que a Él le agrada.

  1. Estudiar y meditar en la alabanza

La Biblia está llena de ejemplos de personas y ángeles alabando a Dios. Podemos estudiar, pensar y aprender de estas oraciones, poemas, canciones y clamores.

En Salmos 103 por ejemplo, nos da abundante alimento para el pensamiento y material para la alabanza. Veamos solo unos versículos:

“Bendice, alma mía, al Eterno, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Eterno, Y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca. De modo que te rejuvenezcas como el águila” (vv. 1-5).

A lo largo del resto de este hermoso Salmo, el Rey David ensalza el perdón y el amor leal de Dios.

Mientras leemos estos ejemplos de alabanza, debemos recordar al apóstol Pablo animándonos a meditar en lo que es “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza” (Filipenses 4:8). Nuestro estudio de la Biblia y meditación nos muestran el siguiente paso.

  1. Ore con alabanzas

Respondiéndole a un discípulo que le preguntó cómo deberían orar, Jesús nos dió un esquema para la oración, incluyendo, “Santificado sea tu nombre” (Lucas 11:1-2). “Santificado” viene del griego hagiazo, “considerar y venerar como santo” (Spiros Zodhiates, The Complete Word Study Dictionary, New Testament [Diccionario de estudio completo de la palabra, Nuevo Testamento], 1993, p. 69).

“Significa ´deja que tu nombre sea considerado como santo´. No tanto es una petición, sino más bien es un acto de adoración; el orador, con sus palabras, exalta la santidad de Dios” (Zondervan NIV Bible Commentary, Volume 2: New Testament [Comentario de la Biblia NVI de Zondervan, Volumen 2: Nuevo Testamento], 1994, p. 251).

Jesús entonces nos estaba enseñando a empezar nuestras oraciones alabando la santidad de Dios. Como muestran muchas oraciones en la Biblia, este debería ser un tema muy importante en nuestras oraciones, no solo un resumen de cuatro palabras.

¿Por qué debemos alabar a Dios? Algunos aspectos de la alabanza podrían parecer comunes para todas las personas: ensalzar su amor y su ley, agradeciéndole por el sacrificio de Cristo y su misericordia, admirando su creatividad y su creación, apreciando su Biblia y su plan, honrándolo por su ayuda y su sanidad.

Otros aspectos de la alabanza derivan de nuestra situación personal, agradecerle por bendiciones específicas, por habernos curado y por su ayuda.

Las oraciones y los Salmos de la Biblia nos pueden dar ideas y ejemplos de una alabanza correcta. Para más información acerca de este tema vea nuestro artículo “Oraciones de alabanza”.

  1. Cantos de alabanza

La alabanza debería ser parte de nuestras oraciones diarias. Pero la Biblia también está llena de ejemplos de grupos de personas reunidas en alabanza a Dios, a menudo con cantos.

Moisés, Miriam, Débora y Barac dirigieron al pueblo de Israel en cantos de alabanza (Éxodo 15:1-21; Jueces 5:1-31).

El Rey David, aparte de escribir docenas de cantos de alabanza, organizó bastantes miembros de la tribu de Levi para que tocaran instrumentos y cantaran alabanzas “alzasen la voz con alegría” (1 Crónicas 15:16).

Cientos de años después, Nehemías: “y puse dos coros grandes” para celebrar la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Nehemías 12:31).

El uso de la música para adorar a Dios continuó en la época del Nuevo Testamento. El apóstol Pablo explicó que si los miembros de la Iglesia estaban llenos del espíritu Santo, el resultado sería evidente: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efesios 5:19-20).

Cantar alabanzas a Dios sigue siendo actualmente una parte fundamental de los servicios de adoración de la Iglesia de Dios. Para mayor información de los cantos que se registran en la Biblia, vea “Cantos de alabanza”.

Un momento para alabar

En este artículo hemos visto por qué y cómo alabar a Dios. Concluyamos con un rápida vistazo a cuando debemos alabar a Dios.

Muchos ejemplos nos muestran que la alabanza viene espontáneamente cuando cosas buenas ocurren y durante celebraciones alegres. Es normal en momentos de regocijo, por ejemplo en las fiestas santas de Dios que alabemos al que hace posible nuestro júbilo (Deuteronomio 16:14; Salmos 81:1-3).

Pero la alabanza no es solo para los momentos de felicidad. En momentos de angustia, el salmista clamó: “Dios mío, líbrame de la mano del impío, De la mano del perverso y violento” (Salmos 71:4). Y con el próximo aliento dice: “De ti será siempre mi alabanza” (v. 6).

Como vimos anteriormente, la alabanza debe ser una parte vital de nuestras oraciones a diario. A medida que nos acercamos más a Dios y tenemos un conocimiento más profundo de su bondad, tanto en los buenos como en los malos momentos vamos a ser capaces de decir: “Mas yo esperaré siempre, Y te alabaré más y más” (v. 14).

Y en el momento que se establezca el Reino de Dios en la Tierra con la segunda venida de Jesucristo, los tiempos difíciles serán reemplazados por momentos maravillosos de regocijo: “Y los redimidos del Eterno volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10).

Entonces el nombre de Dios será santificado realmente, cuando la voz de una gran multitud resuene diciendo: “¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria” (Apocalipsis 19:6-7). ¡Alabado sea el Señor!

Si desea mayor información acerca de la oración, vea los artículos en la sección: “Cómo debemos orar”.

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