El 20 de septiembre de 2016, el próximo a ser el ex Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, dio su último discurso ante la 71ª Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York. En su breve repaso de la situación mundial —dado en parte en inglés y en parte en francés— el señor Ban mencionó varias de las tendencias clave que probablemente dominarán el escenario en el año que comienza. No escondió demasiado su inquietud al decir que se presentaba ante la asamblea con “profunda preocupación”, y que cualquiera que fuera el progreso hacia la paz que la ONU hubiera logrado hasta ahora, éste se veía “desafiado por serias amenazas de seguridad”.
¿A qué tendencias y amenazas se refería?
Ciudadanos alienados de sus gobernantes
“Abismos de desconfianza separan a los ciudadanos de sus líderes… Los conflictos armados se han vuelto más extendidos y complejos. Gobiernos deficientes han llevado a las sociedades más allá de sus límites. La radicalización ha amenazado la cohesión social, que es precisamente lo que buscan y aplauden los extremistas violentos”, dijo más específicamente el señor Ban.
Dio algunos ejemplos como Yemen, Libia, Irak, Afganistán, el Sahel (la zona entre el Sahara y la sabana africana) y la cuenca del Lago Chad; y censuró en especial al gobierno sirio por matar a sus propios ciudadanos de maneras horrendas sólo para conservar el poder. “En demasiados lugares vemos líderes reescribiendo constituciones, manipulando elecciones y haciendo otros esfuerzos desesperados para mantener su poder”, continuó.
En algunos países, esta alienación provoca conflictos abiertos, y en otros causa el colapso total de la cohesión social. Por ejemplo, el éxito del Brexit y la elección de Donald Trump representan el rechazo de los ciudadanos descontentos a los órdenes políticos establecidos. Esta polarización sin duda sólo seguirá aumentando.
Como se ha demostrado en los últimos años, este tipo de crisis puede afectar con mucha fuerza y violencia a otras naciones, aun si se encuentran al otro lado del mundo. Ciudadanos radicalizados del Medio Oriente han perpetrado ataques terroristas en Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania y otros países europeos, además de Estados Unidos. Y tal inestabilidad y violencia tampoco dan señales de estar disminuyendo, sino que seguramente afectarán a más y más personas durante 2017.
Cambios sociales polémicos debido a la inmigración
El señor Ban destacó también la necesidad de seguir “ayudando a la gente a encontrar refugio del conflicto y la tiranía”. Sin embargo, aclaró que los inmigrantes no siempre son bienvenidos. Los terroristas han aprovechado procedimientos de control descuidados para entrar a los países de Occidente y realizar sus ataques, aumentando lógicamente la preocupación.
Existen básicamente dos posibles posturas con respecto a la inmigración: una es la globalista y otra la nacionalista. En su ensayo “When and Why Nationalism Beats Globalism” [“Cuándo y por qué el nacionalismo vence al globalismo”], Jonathan Haidt explica la diferencia:
“A medida que las sociedades se vuelven más prósperas y seguras, generalmente también se vuelven más abiertas y tolerantes. Esta apertura trae consigo un acceso mucho mayor a comidas, películas y productos de otras culturas que llegan con la globalización y el internet. Pero también aumenta casi inevitablemente la actitud cosmopolita de la sociedad, sobre todo visible en la élite urbana joven. Los lazos locales se debilitan, el provincialismo se convierte en una palabra tabú y la gente comienza a ver a todos los seres humanos como ‘ciudadanos del mundo’… [Estos] cosmopolitas aplauden la diversidad y acogen la inmigración, a menudo considerando la aprobación de estos conceptos como un requisito para la respetabilidad moral”.
Por otro lado, “los nacionalistas ven el patriotismo como una virtud; creen que su país y su cultura son únicos y dignos de preservar. Su compromiso moral es real, no una pantalla para encubrir un racismo fanático… Los nacionalistas sienten una conexión con su patria y creen que ese lazo implica obligaciones morales en ambos sentidos: los ciudadanos tienen el deber de amar y servir a su país, mientras los gobiernos tienen el deber de proteger a su gente y poner los intereses de sus gobernados por encima de los intereses de las personas de otros países”.
Estas dos perspectivas explican los diferentes niveles de deseos y miedos que la gente siente en relación a su país. En los países de Occidente, la inmigración se ha incrementado en los últimos años, especialmente debido al gran número de refugiados que escapan de sus estados fallidos.
Según el noticiero USA Today, el porcentaje de extranjeros radicados en Estados Unidos alcanzó en 2015 un 13,7 por ciento, y se piensa que romperá el récord en 2025 con 14,9 por ciento.
Muchos de estos inmigrantes, además, llevan consigo nuevas creencias religiosas y perspectivas sociales al país anfitrión, lo que es bueno según los globalistas, pero alarmante según los nacionalistas. Este choque de perspectivas alimentará aún más la polarización en los países occidentales.
Más epidemias por venir
El señor Ban también mencionó los brotes recientes y futuros de enfermedades. Dijo en francés (traducción del autor) que “las medidas que hemos tomado en conjunto para controlar la epidemia de Ébola nos han preparado para futuras emergencias sanitarias”.
Tras el reciente brote de Ébola, con más de 11.000 víctimas fatales, sería imposible negar que en el futuro enfrentaremos nuevas epidemias e incluso pandemias. A comienzos de la década de los ochenta, cuando la periodista Laurie Garrett comenzó su carrera, la comunidad médica pensaba que las enfermedades infecciosas habían sido erradicadas gracias a los antibióticos. Sin embargo, la investigación que culminó en la revolucionaria obra de Garrett, The Coming Plague [La inminente epidemia], demostró que las enfermedades pueden mutar para hacerse resistentes a los antibióticos, lo cual impedirá que la guerra se gane algún día. Las enfermedades emergentes son ahora una preocupación de seguridad nacional y exigen estar en alerta constantemente.
Actualmente, los expertos en materia de salud están haciendo hincapié en la crisis de resistencia a los antibióticos que amenaza con dejar a la humanidad indefensa ante ciertas enfermedades.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos estiman que, en ese país, dos millones de personas son infectadas por bacterias resistentes a los antibióticos anualmente y al menos 23.000 de ellas mueren.
Este problema no desaparecerá, y sin duda irá aumentando a medida que pase el tiempo. (Descubra más en el artículo: “¿Por qué el aumento de enfermedades infecciosas?” de la página 19.)
Consecuencias ambiguas de la tecnología
Ban Ki-Moon mencionó además los vertiginosos cambios que el internet y la tecnología de las telecomunicaciones han traído al mundo: “Cuesta creerlo, pero cuando asumí este cargo, los Smartphone como éste ni siquiera se habían dado a conocer al mundo. Hoy en día, son nuestros salvavidas y, a menudo, ¡también nuestra perdición!”.
Según el Centro de Investigación Pew, 87 por ciento de la población del mundo desarrollado usa internet y 68 por ciento tiene un Smartphone. Los números en el mundo en desarrollo son menores, pero igualmente impresionantes: 54 por ciento de la población usa internet al menos ocasionalmente o tiene un Smartphone.
Esta creciente interconectividad obviamente es señal de progreso, dado que cada vez más personas en el mundo tienen acceso a más información; pero el uso extendido del internet también tiene consecuencias negativas. De hecho, cerca de un tercio del uso de internet a nivel mundial es para ver pornografía, lo cual destruye familias.
Superficiales: ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes?, de Nicholas Carr, es un libro nominado al Pulitzer donde se destacan investigaciones que demuestran cómo el internet cambia la forma en que pensamos. Muchas personas están perdiendo la capacidad de concentrarse por períodos prolongados y de reflexionar profundamente acerca de conceptos complejos —es demasiado trabajo. Los textos cortos, las fotos y los videos, en cambio, son mucho más entretenidos y fáciles de procesar.
En su reciente libro Orden mundial, Henry Kissinger también hace alusión a estos cambios, diciendo que “desde hace mucho, los filósofos y poetas han dividido el alcance de la mente en tres componentes: información, conocimiento y sabiduría. El internet se centra en el ámbito de la información y facilita exponencialmente su difusión… Pero, paradójicamente, un exceso de información puede inhibir la adquisición de conocimiento y alejar la sabiduría aún más que antes” (pp. 349-350).
En otras palabras, la gente está teniendo acceso a más hechos, pero la mayoría no sabe lo que esos hechos significan o no sabe cómo relacionarlos de forma coherente para reaccionar con efectividad. Esto a su vez puede desconectar a la gente de la realidad.
Tendencias en la profecía
Éstas y otras tendencias citadas por Ban Ki-Moon están preparando el camino para los eventos de el tiempo del fin profetizado en la Biblia.
Jesucristo dijo que en el tiempo previo a su regreso habría un gran aumento de “guerras y rumores de guerras” (Mateo 24:6), lo cual es definitivamente la tendencia actual y se irá incrementando en el futuro.
Rusia se está reafirmando, China busca dominio regional, y el Medio Oriente sigue siendo un polvorín de mecha corta. Además, las revueltas políticas que vemos hoy en tantos lugares del mundo seguirán generando conflictos y luchas que provocan violencia a todo nivel dentro y entre los países.
Jesús también profetizó que habría “pestes”, o epidemias de enfermedades (Mateo 24:7). En este momento, sin ningún entendimiento bíblico, las autoridades sanitarias alrededor del mundo se preparan para enfrentar futuras epidemias, y esta tendencia también continuará.
En 2 Timoteo 3:1-5, leemos además otra fascinante profecía acerca del tiempo del fin:
“También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita”.
En otras palabras, el egoísmo, la ira, la deslealtad, el hedonismo, la amoralidad y la violencia que tanto preocupan al Secretario General de la ONU, ya habían sido profetizados desde hace mucho tiempo, y al parecer el escenario mundial empeorará mucho más antes de que las cosas mejoren.
Esperanza en el horizonte
A pesar de todo, el señor Ban terminó su discurso en un tono de esperanza y confianza. Dijo: “Un mundo perfecto podrá estar lejos del presente, pero la ruta hacia un mundo mejor, un mundo más seguro y más justo, está en cada uno de nosotros”.
No se equivocó al decir que el mundo perfecto está en el horizonte; pero el camino hacia allá no está en las Naciones Unidas ni en ningún ser humano. A pesar de los mejores esfuerzos de personas bien intencionadas, nadie puede encontrar el camino a la paz mundial por sí mismo.
Bien dice Dios que la humanidad “no [conoce] camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:8). Pero, con el regreso de Cristo, el establecimiento del Reino de Dios y el regalo del Espíritu Santo disponible para todos, vendrá la transformación del corazón del hombre, y esa increíble revolución finalmente dará paso a la perfecta paz en la Tierra.
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios” (Ezequiel 36: 26-28).
Sólo entonces los problemas de la humanidad tendrán solución y las naciones del mundo estarán verdaderamente unidas.