De la edición Marzo/Abril 2019 de la revista Discernir

¿Sobrevivirá la OTAN?

Luego de siete décadas, la alianza transatlántica enfrenta desafíos sin precedentes y un cambio de opinión histórico en Europa. ¿Está la OTAN destinada a desaparecer, perder importancia o incluso ser reemplazada? ¿Cuál será el resultado?

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La historia debería enseñarnos a no sobreestimar la estabilidad del continente europeo”, afirma el historiador británico Niall Ferguson.

Durante más de cuatro siglos, entre 1500 y 1945, casi no hubo año en que las potencias más fuertes del mundo, las grandes potencias europeas, no estuvieran involucradas en una guerra. Pero en los últimos 70 años, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha resguardado con determinación la paz en el continente.

Según el influyente historiador y autor de The Jungle Grows Back [La selva crece otra vez], Robert Kagan, estas últimas décadas han sido una “gran aberración histórica”, un breve respiro de la guerra y la tiranía que definieron las relaciones internacionales durante miles de años (2018, p. 3).

Pero, a pocos meses del aniversario número 70 de la OTAN, los cimientos de la organización se están derrumbando.

Un continente intranquilo

En abril de 1949, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Europa occidental estaba aterrorizada con la Unión Soviética, que acababa de conquistar a toda Europa oriental. Berlín occidental seguía con vida sólo gracias a un masivo rescate aéreo, y muchos temían que el ejército estadounidense se fuera pronto, tal como lo había hecho después de la Primera Guerra. Sacudidas por la guerra, las democracias temían que la Unión Soviética también desmantelara una a una las naciones de Europa occidental, y que Alemania volviera a levantarse para iniciar otra guerra —la cuarta en menos de un siglo.

Pero para el alivio de todo el continente, el visionario secretario de estado norteamericano, Dean Acheson, ayudó a gestionar la creación de la OTAN, que en un principio se componía de sólo 12 miembros (países de Europa occidental, Estados Unidos y Canadá). Cualquier ataque armado contra uno de ellos, declaró el señor Acheson, sería considerado un ataque contra todos.

Al anunciar el tratado, el señor Acheson (hijo de un ministro religioso) recurrió a la Biblia como una guía para los pacificadores y una advertencia para potenciales agresores. Pero el secretario de estado también comprendía que el mundo es una jungla internacional “sin reglas, sin árbitro, sin premios para los chicos buenos”, y que la disuasión depende de la fuerza percibida y la solidaridad.

El señor Acheson además advirtió que entregar “el control de Europa a una sola potencia agresiva y hostil sería una amenaza intolerable para la seguridad nacional de los Estados Unidos”.

Un gigante militar benigno

Los europeos no le temían a Estados Unidos. No lo veían como un agresor en busca de explotar a otras naciones, como algunas potencias mundiales anteriores lo habían hecho. Como dijo Jean Monnet, uno de los fundadores de la Unión Europea, era “la primera vez que, en lugar de basar su política en el control y la división, una gran potencia había apoyado consistente y determinadamente la creación de una Comunidad que unificaba a pueblos antes separados” (The Jungle Grows Back [La selva crece otra vez], p. 55).

Pero a medida que los europeos se volvieron más y más dependientes de la seguridad americana durante las pasadas siete décadas, también se volvieron reacios a sacrificar un poco de su buena vida para su propia defensa. “Ser rico y débil”, asegura el historiador Victor Davis Hanson, “es una combinación peligrosa”. “Lo que es peor, el subsidio ha generado sentimientos de rencor por parte de los europeos en contra de su hermano mayor y más poderoso, Estados Unidos” (“The End of NATO?” [“¿El fin de la OTAN?”], National Review, 7 de agosto de 2014).

Problemas antiguos, nuevas preocupaciones

Discusiones acerca de la repartición de la carga económica y una reemergente tendencia aislacionista en Estados Unidos están llevando la situación a un punto de quiebre. El presidente norteamericano Donald Trump ha roto la débil fachada de sutilezas para hacer preguntas incómodas tanto en Estados Unidos como en Europa: ¿cuándo se encargará la acaudalada Europa de su propia seguridad? Y, ¿es la OTAN realmente necesaria en el siglo XXI?

Según una reciente editorial de Wall Street Journal, “Un histórico cambio de la opinión pública en Europa, particularmente en Alemania —el estado más poderoso de la UE y donde la cooperación transatlántica había sido el cimiento del consenso político desde el fin de la Segunda Guerra Mundial— ha provocado este cambio” (Yaroslav Trofimov, “Is Europe Ready to Defend Itself?” [“¿Está Europa lista para defenderse a sí misma?”], 4 de enero de 2019).

“la iniciativa de alcanzar autonomía europea en temas de defensa —e incluso de crear un ejército común para la UE— está volviendo a tomar fuerza, en parte debido a que muchas capitales europeas dudan de que el presidente Donald Trump esté dispuesto a defender el continente de una renovada amenaza rusa”.Como resultado, “la iniciativa de alcanzar autonomía europea en temas de defensa —e incluso de crear un ejército común para la UE— está volviendo a tomar fuerza, en parte debido a que muchas capitales europeas dudan de que el presidente Donald Trump esté dispuesto a defender el continente de una renovada amenaza rusa”.

La milenaria “cuestión alemana”

Según el primer secretario general de la alianza, Barón Hastings Ismay, la doctrina tácita de la OTAN era: “mantener a Rusia fuera, a Estados Unidos dentro, y a Alemania abajo”.

El señor Ismay, un consejero militar clave para el primer ministro británico Winston Churchill, tenía una excepcional comprensión de cómo la memoria histórica, la geografía, las realidades demográficas y los caracteres nacionales siempre han influenciado el escenario de Europa. Entendía a la perfección que la milenaria “cuestión alemana” —cómo lidiar con una Alemania que es demasiado rica, populosa y poderosa para que el resto de las potencias europeas la contengan— era fundamental en la definición del futuro de Europa.

Durante los últimos años, la influencia rusa ha vuelto a infiltrarse, Estados Unidos parece cada vez más inclinado a dejar el escenario internacional, y Alemania (que el año próximo celebra el aniversario número 30 de su reunificación) quiere ir hacia la cima. Y como el renombrado columnista George Will describe, este último hecho hará al mundo reconocer que “la Alemania de hoy es la mejor Alemania que la humanidad ha visto desde que se convirtió en Alemania en 1871” (The Washington Post, 4 de enero de 2019).

Aunque la mayoría no se imagina cómo esta “mejor Alemania” podría algún día desviarse de su camino neutral y pacifista, Berlín aún genera sospechas en Europa. La tendencia de hecho se ha incrementado especialmente ahora, con las políticas migratorias de la canciller Angela Merkel y un resentimiento generalizado debido al dominio económico del continente.

Pero el miedo de los vecinos de Alemania no es algo nuevo. Incluso justo después de la Segunda Guerra Mundial, la nueva amenaza de la Unión Soviética no era tan preocupante como la de una Alemania poderosa, unificada y militarista. El secretario de estado de Estados Unidos, James Byrne, dijo en 1946 que consideraba necesario un plan de seguridad para asegurarle al pueblo alemán “libertad de la militarización” y la oportunidad de “usar sus grandes energías y habilidades para propósitos de paz”.

La división posguerra de Alemania, entre una Alemania occidental capitalista y una Alemania oriental comunista, sacó a la luz la aceptación de que una Alemania dividida era una Alemania segura. Pero la caída del muro de Berlín en 1989 generó un recelo generalizado mientras la Alemania unida volvía a surgir.

El presidente francés François Mitterrand advirtió acerca del posible resurgimiento de los alemanes “malos” y el hecho de que Berlín tendría más influencia en Europa de la que Hitler tuvo alguna vez. Además, la primera ministra británica Margaret Thatcher cuestionó públicamente si unir a las dos Alemanias no sería “por naturaleza una fuerza más desestabilizadora que estabilizadora en Europa”.

Incluso el último líder de la Unión Soviética Mikhail Gorbachev prefería tener una Alemania unida dentro de la OTAN, porque, como le explicó al secretario de estado estadounidense James Baker: “no queremos volver a ver una situación como la de Versalles, donde los alemanes tuvieron la capacidad de armarse… La mejor manera de restringir ese proceso es asegurar que toda Alemania esté contenida dentro de las estructuras europeas”.

Así, la garantía de que Alemania permanecería integrada a la OTAN y que las tropas americanas no dejarían el suelo alemán consoló a los vecinos de la potencia y le dio relevancia a la alianza transatlántica.

Lo mismo, pero diferente

Actualmente, mientras el mundo mira hacia el Medio Oriente, Rusia y China, el señor Kagan cree que Europa sigue siendo la clave principal del futuro del mundo.

“Después de algunas extraordinarias décadas de paz, prosperidad y democracia relativas”, producto de las garantías de seguridad de Estados Unidos, “muchos se han convencido de que la esencia misma de la raza humana ha cambiado”, afirma el señor Kagan. Pero “patrones profundamente grabados en la historia han interrumpido las pasadas siete décadas, siguen latentes y ejercen su fuerza”. Europa, asegura, es “como un jardín… asediado por las fuerzas naturales de la historia”, una “selva cuyos viñedos y malezas amenazan constantemente con ahogarla” (The Jungle Grows Back [La selva crece otra vez], pp. 7, 9, 4).

El señor Kagan teme que Europa esté volviendo a sus antiguos hábitos destructivos.

Más que una fantasía peligrosa

Como el país más poderoso de Europa, Alemania ha sido por mucho tiempo la locomotora que impulsa la unificación financiera y política de Europa, y también se convierte cada día más en el motor de lo que podría llegar a ser una unión militar de 28 naciones. Cuando años atrás el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker, ex primer ministro de Luxemburgo, lanzó la idea de un ejército unido para la UE, ésta se descartó como una utopía o la peor pesadilla de los “euroescépticos” británicos, quienes la consideraron una señal amenazante del surgimiento de un superestado europeo.

Pero en el 2017, un año después de que el Reino Unido votara para salirse de la UE, los estados miembros se inscribieron en una estructura de defensa de la Unión Europea diseñada para crear una fuerza de defensa “a nivel continental” para el año 2025.

Aunque no se le llama oficialmente “ejército de la Unión Europea”, la nueva fuerza de Cooperación Estructurada Permanente (CEP) incorporó 25 de los 28 países miembros de la UE. Recibida por el señor Juncker como la “bella durmiente” del sueño europeo ya próxima a despertar, los proyectos de esta organización incluyen la preparación de un grupo de batalla, un cuartel general compartido, ciberseguridad plenamente integrada y la unificación de más de 178 sistemas de armas, a menudo incompatibles, que existen hoy en la UE.

Nuevos enemigos requieren un nuevo ejército

[Macron] el propósito de un ejército de la UE sería defenderla contra China, Rusia, “e incluso de los Estados Unidos de América”.La discusión acerca de crear un ejército de la UE pasó a primera plana cuando el presidente francés Emmanuel Macron habló de la necesidad de un “ejército europeo real” durante un tour por Verdún. El señor Macron fue a ese lugar para conmemorar el centenario de la Primera Guerra Mundial, donde aproximadamente 116.000 estadounidenses perdieron la vida defendiendo a Europa. Pero aún así dijo, para sorpresa de todos, que el propósito de un ejército de la UE sería defenderla contra China, Rusia, “e incluso de los Estados Unidos de América”.

Tan sólo una semana después, en un discurso clave frente al parlamento europeo, la canciller alemana Ángela Merkel aprobó los llamados a crear un “ejército europeo real y verdadero”. También ella ha dicho que: “En cierta medida, la era en la que podíamos confiar plenamente en otros se acabó… Debemos saber que los europeos necesitamos luchar por nuestro propio futuro y destino”. Los burócratas de Bruselas expresaron su agrado ante el hecho de que Alemania y Francia estén llevando la batuta respecto a este tema.

¿Un elogio o un desafío?

Tras 40 años de evitar que la UE asumiera un papel militar, el Reino Unido —con la segunda milicia más grande de Europa— decidió continuar en la OTAN, pero no unirse a la CEP.

Dado que casi ningún miembro de la OTAN ha cumplido con sus compromisos financieros, la idea de obtener más fondos para un nuevo ejército europeo que exista a la par de la organización existente parece más bien ridícula. Pero en su intento por evitar que Estados Unidos decida retirarse por completo, algunos administradores de la UE le han asegurado a la OTAN que CEP sólo “complementará” el trabajo de la alianza transatlántica. Y, por su parte, oficiales estadounidenses le advirtieron a Bruselas que no amenazara a la OTAN con un ejército europeo aparte, ni incitara separaciones dentro de la misma alianza.

“La reciente iniciativa de crear un ejército europeo, o fuerzas armadas europeas unidas, no es una buena idea. Con el tiempo esto desautorizará a la OTAN y aumentará la brecha que existe entre los Estados Unidos y nuestros aliados y compañeros europeos”, explicó James Stavridis, excomandante supremo aliado de la OTAN y almirante retirado de Estados Unidos (citado por Yaroslav Trofimov en “Is Europe Ready to Defend Itself?” [“¿Está Europa lista para defenderse a sí misma?”]).

Un gigante europeo

Hace décadas que los líderes de la UE han hablado acerca de crear un ejército conjunto. Pero ahora, varios factores se están conjugando para hacerlo una realidad. Entre ellos están:

  • El resurgimiento de Rusia y el nacionalismo.
  • La propagación del terrorismo.
  • Inmigración e inseguridad económica descontroladas.
  • El alejamiento de Estados Unidos e Inglaterra de sus alianzas con Europa.

La profecía bíblica anunció desde hace mucho tiempo las rupturas que vemos en la actualidad, a medida que los miembros de la OTAN se mueven en direcciones estratégicamente opuestas. Dios profetizó que permitiría que ciertos eventos ocurrieran con el fin de llevar a cabo un propósito (Isaías 46:9-10; Apocalipsis 17:17).

Por impresionante que parezca, las Escrituras mencionan detalladamente una resurrección final del Sacro Imperio Romano que se llevará a cabo en Europa, esta vez compuesto por 10 reyes (naciones o grupos de naciones) que tendrán “un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad” a un emergente gigante europeo (Apocalipsis 17:10-14).

La superpotencia económica luego se transformará en una terrorífica y destructiva bestia que causará guerras (Daniel 11:40-41; Apocalipsis 13:2-4, 7) debido al liderazgo de un gobernante astuto y carismático.

La confederación europea de los tiempos del fin, conocida como “el rey del norte” en la Biblia, tendrá el fatal defecto de debilidades e incompatibilidades internas (Daniel 2:41-43), pero aun así, se involucrará en el conflicto de Medio Oriente y lanzará un ataque militar masivo (Daniel 11:40-45). Esta situación llegará a tal punto que Jesucristo deberá regresar a la Tierra para frenar la destrucción, porque de no hacerlo la humanidad entera desaparecería (Mateo 24:21-22).

Por graves que estos eventos sean, son cosas que deben ocurrir antes del regreso de Jesucristo y el establecimiento de un maravilloso período de mil años de paz (Apocalipsis 20:4).

Descubra más acerca de la cronología de las profecías del tiempo del fin en nuestro artículo “¿Dónde estamos según la profecía?

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