Este año final de la década pasada será recordado por los historiadores como el año de las protestas.
De Hong Kong al Medio Oriente y desde África del Norte a Europa y Latinoamérica, las calles estaban —con frecuencia literalmente— ardiendo, a medida que las demostraciones masivas que abarcan tanto las democracias liberales como las autocracias despiadadas, se desbordaban en unas vehementes exigencias de cambio.
El fuego de los levantamientos en el 2019 derrocó líderes en Argelia, Bolivia, Irak, Líbano y Sudán y todavía amenaza los regímenes en Ecuador, Egipto, Georgia, Haití, Perú, Polonia, Rusia y Zimbabue.
Bajo severa presión, los gobiernos revirtieron el curso de las políticas controversiales en Hong Kong, Chile y Francia, naciones con sistemas políticos, economías y culturas totalmente diferentes.
Furia en las portadas
Como hemos visto en los titulares, los principales medios de comunicación informaron del caos, pero se quedaron cortos en su intento por explicar totalmente la agitación civil sin precedentes en la historia. Veamos algunos ejemplos:
- “La historia del 2019: protestas en cada esquina del globo”, The New Yorker.
- “Ola global de protestas desafía los gobiernos”, The Wall Street Journal.
- “¿Por qué tantas naciones están presenciando protestas masivas?”, The Economist.
- “2019: un año de protestas globales”, Foreign Policy.
- “Un año de resistencia: la propagación global de la desobediencia civil”, The Telegraph.
- “¿Qué es lo que une esta ola de protestas global en el 2019?”, BBC News.
- “Las protestas están en todas partes. El mundo se está levantando”, The Globe and Mail.
- “Las protestas se desencadenan alrededor del mundo —¿pero qué sigue ahora?”, The Guardian.
Diferentes chispas, el mismo fuego
Las grandes demostraciones antigobierno que surgen en las ciudades capitales alrededor del mundo —algunas pacíficas y algunas no— tienen pocas cosas en común.
Cada movimiento, según Reuters, “tiene su propio desencadenante. Algunos han sido alimentados por la corrupción y las élites gobernantes. Otros querían democracia o independencia. Algunos querían reformas y otros se oponían a ellas. Las preocupaciones por el cambio climático y la destrucción del medio ambiente también unieron a los activistas en todo el mundo. Las frustraciones fueron algunas veces similares, desde la inequidad hasta la impotencia” (“Wider Image: Portraits from the Frontlines of Global Protests [Imagen ampliada: retratos de las primeras filas de protestas globales], 20 de diciembre de 2019).
Un sorprendente número de levantamientos comenzaron con la ira popular por algunas quejas aparentemente limitadas que llegaron a ser una frustración agobiante.
- En Chile, un baluarte de estabilidad en Latinoamérica, fue un aumento del 4 % en las tarifas del metro.
- El precio de la gasolina fue lo que motivó el movimiento de “los chalecos amarillos” en toda Francia y probó ser el desencadenante en Irán y Ecuador.
- Los que protestaban por el cambio climático causaron estragos en Inglaterra y Australia, exigiendo el aumento de los impuestos verdes que llenó de ira a los chalecos amarillos.
- En el Líbano el catalizador para las revueltas fue un impuesto a los mensajes de WhatsApp.
En otras partes, las raíces de la revuelta popular fueron más claramente políticas. En Hong Kong e Indonesia, los que protestaban tomaron las calles después de que los gobiernos anunciaran nuevas leyes que amenazaban las libertades civiles. En Argelia, fue un anuncio de que el enfermo presidente del país pretendía presentarse para un quinto período.
Pero en todos los casos, como lo hizo notar Foreign Policy: “la ira popular, una vez desatada, encontró otros blancos más grandes: corrupción, disfunción política y un descontento general con la administración económica que parece ofrecer poca esperanza a una generación perdida” (Keith Johnson, “2019: un año de protestas globales”, 23 de diciembre del 2019).
Temporadas de descontento
Según los científicos sociales, sólo el descontento global de los años 60 se compara con la ola actual en términos del vasto alcance geográfico de las naciones que fueron barridas por esta ola.
The Washington Post lo describió como “una explosión global del poder de la gente” que ha sido “excepcional por la gran amplitud y la diversidad de la inconformidad” (Jackson Diehl, “De Hong Kong a Chile, 2019 es el año de los que protestan en las calles. Pero, ¿por qué?”, 27 de octubre del 2019).
The New York Times del 23 de octubre del 2019, afirmó que “la tasa de protestas se ha acelerado agudamente últimamente, a medida que varios factores han convergido: una economía mundial que se está desacelerando, brechas gigantescas entre los ricos y los pobres y una juventud que en muchas naciones ha producido una nueva generación muy inestable que lucha con una ambición frustrada”.
Además, “La expansión de la democracia se ha estancado globalmente, dejando a los ciudadanos con gobiernos frustrados que no responden y activistas seguros de que la acción en las calles es la única forma de forzar un cambio” (Declan Walsh y Max Fischer: “From Chile to Lebanon, Protests Flare Over Wallet Issues [De Chile al Líbano, las protestas estallan por temas de la billetera]).
Expectativas y frustraciones
Muchos consideran que la desigualdad económica es la principal fuerza que impulsa a los trabajadores a ir a las calles. Pero, irónicamente, está ocurriendo en un momento en que la economía global está todavía creciendo, como lo ha hecho la década pasada, y nuestro mundo jamás ha sido más próspero. Muchos de los gobiernos donde las personas están marchando son corruptos o represivos, pero no mucho más que en recientes décadas.
Entonces, ¿por qué las protestas y revueltas se están gestando ahora? Según David Gordon, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, hay “un descontento común y una desilusión común y un sentimiento común entre los que protestan, de que ellos merecen más —y que deben culpar al establecimiento político” (Citado por Robin Wright, “The Story of 2019: Protests in Every Corner of the Globe [La historia del 2019: protestas en cada esquina del globo], The New Yorker, 30 de diciembre del 2019).
El resultado de esto es lo que Bloomberg Opinion se refiere como “la revolución de las expectativas que se elevan”, en donde “un populacho… que nunca ha conocido nada excepto un rápido crecimiento, se puede sentir furioso cuando dicho crecimiento se hace más lento. Cuando las personas súbitamente ven su futuro imaginario arrebatado, se pueden enfurecer” (Noah Smith, “Global Youth Protests at Risk of Spreading to China” [Protestas globales de la juventud, en riesgo de propagarse a China], 5 de enero del 2010.
La carga de la juventud
Elevar las expectativas significa que las personas jóvenes, que, por comparaciones históricas, estaban bastante bien, ahora están insatisfechas y furiosas. Este descontento, añadido a un sentimiento cada vez mayor de que usar los canales políticos convencionales es algo inútil, puede hacer que “las personas se pueden sentir inusualmente sin poder estos días, creyendo que sus votos no cuentan” (“¿Por qué hay tantas naciones que presencian protestas masivas?”), The Economist, 4 de noviembre del 2019.
Muchos de los actuales movimientos de protesta parecen estar encabezados por adultos jóvenes maniatados, que sienten que no están recibiendo los beneficios de un período extendido de expansión económica global.
Muchos de los actuales movimientos de protesta parecen estar encabezados por adultos jóvenes maniatados, que sienten que no están recibiendo los beneficios de un período extendido de expansión económica global. Ellos ven alejarse sus prospectos de ganar un salario para vivir decentemente, con cada precio que sube o con cada beneficio que les quitan.
El 26 de octubre de 2019, un artículo en The Guardian anotó que “las personas más jóvenes están en primera fila de los que piden un cambio” y con un 41 % de la población global menores de 24 años, este fenómeno global de aspiraciones juveniles insatisfechas está produciendo bombas de tiempo políticas. Cada mes en la India, un millón de personas cumplen 18 años y se pueden registrar para votar. En el Medio Oriente y el Norte de África, un estimado de 27 millones de jóvenes, entrará en la fuerza laboral en los próximos cinco años. Cualquier gobierno, elegido o no, que falle en proveer trabajos, salarios decentes y alojamiento, enfrentará graves problemas” (Simon Tisdall).
Nuevas formas de protestar por antiguas preocupaciones
La tecnología de las comunicaciones y la forma en que las personas jóvenes en particular se conectan por sus teléfonos inteligentes, ha provisto nuevos medios para identificarse y pertenecer a una causa. Esto en verdad ha acelerado, amplificado, popularizado y sostenido a los protestantes que se esfuerzan para ser oídos.
Las revueltas del Medio Oriente en el 2011 aprovecharon la ventaja de ubicuos teléfonos celulares y las redes sociales tales como Twitter y Facebook.
Para el 2019, apps de mensajería encriptada tales como Telegram, WhatsApp y AirDrop le permitieron a los que protestaban adelantarse a las autoridades. Les ofrecieron unos medios más seguros para comunicase, cierto nivel de anonimato y menos necesidad de un único líder para movilizarse.
The Financial Times subrayó el factor común de todas estas revueltas “que son acordadas por teléfonos inteligentes e inspirados por etiquetas”. Llamó a las protestas en la actualidad como “rebeliones sin líderes”, porque ellos permiten que un movimiento en un lugar se vea inspirado por las noticias de las revueltas en otro lugar o aun otra nación” (Leaderless Rebellion: How Social Media Enables Global Protests [La rebelión sin líderes: cómo las redes sociales permiten las protestas globales], 25 de octubre del 2019).
Irónicamente, en tanto que algunos gobiernos autoritarios han tomado medidas draconianas para cerrar el Internet dentro de sus fronteras con el fin de frenar o dispersar a los disidentes, otros cada vez ven más las protestas como fuentes vitales de poder, un fenómeno sin regir y crucial que debe ser aprovechado. Ellos también han aprendido cómo compartir las redes sociales, diseminar propaganda, llamar simpatizantes o simplemente esparcir confusión o desinformación en cuanto a si la protesta es auténtica, o la expresión de base de un disidente.
La intolerancia es lo que se impone
Incluso las naciones que se consideran ganadoras en la economía global no son inmunes al flujo de airadas protestas políticas o al peligro de soltar sus amarras durante este período de inestabilidad y caos.
Según The Economist, “un crecimiento de la intolerancia, un colapso en el corazón del negocio de la democracia al estilo occidental —que los perdedores, que con frecuencia pueden representar a la mayoría en el voto popular, estarían de acuerdo en aceptar el gobierno de los ganadores hasta la próxima elección” —está en el corazón de muchos de los que protestan.
Esta ira e intolerancia se manifiesta a sí misma en las demostraciones casi interminables a favor y en contra de los recién elegidos líderes nacionales, políticas públicas, comportamientos morales de vieja data y disputas por el medio ambiente.
Sin importar el lugar geográfico o el tema local, el déficit de entendimiento histórico combinado con una perspectiva basada en la victimización y desconfianza de la autoridad en un mundo sin Dios y sin moral provee un terreno fértil para las emociones tóxicas de la frustración, la ira y la intolerancia que se ven en las protestas callejeras.
Un líder de rebeliones
Los revolucionarios y las revoluciones sin líderes podrán identificar correctamente las injusticias y desigualdades, pero usualmente fallan en ofrecer soluciones reales, lo que con frecuencia conduce a situaciones más dramáticas que las que había anteriormente.
Desafortunadamente, ningún gobierno humano puede aliviar al oprimido, instalar gobiernos justos o resolver toda la miríada de problemas del mundo porque hay un elemento espiritual que la mayoría de las personas ignora.
Somos instruidos en las páginas de la Biblia que hay un mundo espiritual real, lleno de ángeles caídos que poseen poder e influencia sobre la humanidad y alientan actitudes y emociones erróneas (Efesios 2:2; 6:11-13).
La Biblia revela que Satanás el diablo es el “dios de este siglo” quien con su influencia y engaño se manifiesta en todo el mundo (2 Corintios 4:4; Apocalipsis 12:9), y nos guía a la esclavitud y la destrucción. Ya que uno de los primeros actos de Satanás fue el de rebelarse y tratar de derrocar el gobierno de Dios (Isaías 14:13-15), no debe sorprendernos que las actitudes de ira, descontento e intolerancia sean cada vez más evidentes en la actualidad, tal vez porque él sabe que le queda poco tiempo (Apocalipsis 12:12).
Más ira por delante
Ni los gobiernos autoritarios ni las democracias del mundo parecen ser inmunes a las protestas que el mundo está presenciando, porque muchas de estas protestas son reacciones a problemas legítimos.
Aunque los lugares más candentes de protestas puedan disminuir, las condiciones que causaron una inconformidad global en cada continente habitado en el 2019 son poco probable que desaparezcan. En vez de ello, vendrán días oscuros a medida que las protestas, violencia, injusticia social y desigualdad económica se pronuncien más ante la posibilidad de cualquier descalabro económico eventual. De hecho, ellos se pueden convertir en el nuevo statu quo.
La inestabilidad que se está presentando en nación tras nación en la actualidad es sólo un anticipo de un período futuro descrito como un período de tribulación sin precedentes en la historia de la humanidad (Mateo 24:21; Daniel 12:1; Jeremías 30:7).
La profecía del monte de los Olivos de Jesús nos anticipa las señales que precederán a su segunda venida: “Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis” (Lucas 21:9). La palabra griega para sediciones es también traducida en otras versiones como levantamientos, insurrecciones, rebeliones, tumultos, disturbios o revoluciones. Estos y otros eventos profetizados harán que “desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra” (v. 26).
Por aterrorizador que suene, hay un futuro brillante justo después de esos días oscuros. Leemos acerca de un período de 1.000 años de paz después de que Cristo intervenga para someter a todas las naciones a la autoridad de Dios (Apocalipsis 11:15; 20:4). Será llamado: “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6-7).
No será necesario protestar por un gobierno que no responde en ese glorioso día futuro.
Para más información, por favor descargue nuestro folleto: El libro de Apocalipsis: La tormenta antes de la calma. Es gratuito.