Vida, Esperanza y Verdad

6 pasos para solucionar nuestros problemas

Los tiempos que vivimos han aumentado nuestros problemas en muchos ámbitos. La humanidad entera está enfrentando nuevos conflictos y aumentan los motivos para estar en aflicción. ¡Los problemas son parte de nuestra existencia! Pero, ¡podemos hacer algunas cosas para evitarlos o disminuir su efecto en nuestras vidas!

Un problema, por definición, es un asunto o cuestión que nos causa preocupación y que se debe solucionar o aclarar. Muchas veces es una alteración abrupta en nuestra vida que puede ocasionar dolor y sufrimiento. Es también una molestia o una preocupación por algo negativo.

Poco antes de la muerte de Jesús, Él les habló a sus discípulos acerca de lo que sucedería después de su ascensión: “estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).  

Jesucristo claramente estaba dando a entender que tendríamos problemas. Pocas veces vemos en el diccionario tantos sinónimos para definir una palabra. Para definir la palabra problema, los sinónimos son: abatimiento, tristeza, pesar, pena, dolor, pesadumbre, congoja, amargura, desazón, duelo, consternación, tribulación, desolación, desconsuelo, desesperación, mortificación, tormento, quebranto, agonía, ahogo, sinsabor, carga, etcétera. Esto demuestra la gran importancia de este concepto.

Jesús, como buen conocedor del escenario que nos tocaría vivir en este tiempo, oró a Dios el Padre antes de su partida diciendo: “Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11).  

¿Hay algo que podamos hacer para manejar nuestros problemas? ¿Por qué a veces tenemos tantos problemas juntos? ¿Por qué estoy sufriendo? O ¿Porque Dios permite el sufrimiento?

El origen de los problemas

Adán y Eva podrían haber gozado de una excelente comunión con Dios en el jardín de Edén, pero el Creador les entregó la capacidad de elegir entre el bien y el mal, entre obedecer y acceder a la bendición o en desobedecer y obtener la maldición. Lamentablemente ellos decidieron desobedecer y se acarrearon, como consecuencia, muchos problemas. A ambos Dios les dijo por separado: “A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”. Y al hombre dijo: “Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:16-19).

Esta decisión de nuestros primeros padres fue la causa de los problemas de toda la humanidad, hasta el día de hoy. Nadie escaparía a los conflictos y problemas en este mundo. Tener problemas sería la norma y no la excepción. Salomón dijo: “Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los muertos” (Eclesiastés 9:2-3).

Lo peor de los problemas es que nunca sabremos en qué momento llegarán a nuestra vida y cuánto tiempo se quedarán.

Tenemos que enfrentar los problemas

Un autor anónimo escribió: “Huir de cualquier problema sólo aumenta la distancia hacia la solución”. Henry Ford citó en un discurso lo siguiente: “La mayoría de las personas gastan más tiempo y energía en hablar de los problemas que en solucionarlos”.

El gran problema dentro del problema es que muchas veces tratamos de evadirlos. Pero no podemos seguir por mucho tiempo así. Tarde o temprano tenemos que enfrentarlos.El gran problema dentro del problema es que muchas veces tratamos de evadirlos. Pero no podemos seguir por mucho tiempo así. Tarde o temprano tenemos que enfrentarlos.

Aunque todos nos vemos afectados por diferentes problemas, debemos actuar ante ellos de una forma adecuada y con fe en Dios, quién es el que pelea nuestras batallas y el solucionador de nuestras aflicciones.

La palabra de Dios brinda muchos consejos para reconocer y enfrentar nuestros problemas. En este artículo mencionaremos seis pasos que fueron extraídos de un relato bíblico muy interesante y que está en el primer libro de Samuel.

1. Los problemas causan dolor

La Palabra de Dios nos dice que hubo un hombre llamado Elcana, quien tenía dos mujeres de nombres Penina y Ana. Esto, en sí, ya era un problema, el tener dos mujeres. Penina tenía hijos y Ana no, lo que generaba una diferencia que Penina hacía notar.

Ana estaba atribulada porque “su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque el Eterno no le había concedido tener hijos. Así hacía cada año; cuando subía a la casa del Eterno, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía” (1 Samuel 6-7). Elcana amaba a Ana, pero no podía solucionar su problema.

Ana tenía un problema real: no podía tener hijos, pero este problema le acarreaba otros, como la molestia y la humillación por parte de Penina. Esto, sin duda, le causaba sufrimiento y dolor.

2. La oración y el ayuno son armas poderosas

Ana, en su pena, oraba y ayunaba a Dios para buscar la solución. Ella sabía que sólo Él podría ayudarla. Ana mostró determinación frente a su problema, haciendo lo que le convenía: “Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Eterno, ella con amargura de alma oró a Eterno, y lloró abundantemente” (vv. 9-10).

Ana le contó todo su problema a Dios. Derramó su espíritu delante del único Ser que puede solucionar los problemas. Ella sabía que para Dios nada es imposible.

3. Ponerlo realmente en las manos de Dios

Ana sabía que exponer su problema a Dios era parte de la solución. Sin embargo, poner el problema realmente en las manos de Dios era el verdadero desafío: “E hizo voto, diciendo: Eterno de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré al Eterno todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (v. 11).

Entregar realmente los problemas en manos de Dios trae una profunda paz, aunque a veces la solución no llegue de inmediato. He aquí la fe aplicada para que el Creador nos alivie nuestros sufrimientos como y cuando Él lo decida.

4. Dios provee calma y de paz

Ana, habiendo derramado su problema ante Dios y entregándolo a quien verdaderamente lo podía solucionar, sintió el alivio y el descanso que genera la fe. Ella, de su corazón dijo: “Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”. La tristeza se fue de ella, aunque todavía no recibía la respuesta a su petición.

Todos nosotros podemos llegar a sentirnos como Ana, quién se fortaleció al poner su problema en las manos de Dios y sentir el alivio de ya no cargar con él.

5.  Dios sí interviene

Dios en su amor desea que confiemos en Él de todo nuestro corazón, cualquiera que sea el problema.Habiendo entregado el problema a nuestro Creador, lo que queda es esperar su respuesta, cuando Él lo decida. La vida de Ana tenía que continuar: “Y levantándose de mañana, adoraron delante del Eterno, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y el Eterno se acordó de ella. Aconteció que, al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: por cuanto lo pedí al Eterno” (1 Samuel 1:19-20).

Qué bendición más grande cuando Dios interviene en un problema que pensábamos que no tenía solución. Dios en su amor desea que confiemos en Él de todo nuestro corazón, cualquiera que sea el problema

6. Cuando el problema es resuelto

Cuando podemos ver que Dios ha intervenido en algo que nos tenía en aflicción y que nos hacía sufrir, la alegría brota espontáneamente. Ana, al recibir la respuesta, dedicó un cántico a Dios, el cual comienza así: “Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en el Eterno, mi poder se exalta en el Eterno; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación” (1 Samuel 2:1-2).

Dios nos dice que debemos confiar en Él. Su Palabra menciona que nos debemos deleitar en sus leyes y que Él nos concederá las peticiones de nuestro corazón.

Sí, nuestro Creador promete que, a su debido tiempo, concederá las peticiones de nuestro corazón. La excelente noticia es que muy pronto, al regreso de Jesucristo, todos nuestros problemas se solucionarán uno a uno. Se viene un mundo diferente del que conocemos. Será un mundo maravilloso, libre de problemas, sufrimiento y dolor.

En VidaEsperanzayVerdad lo invitamos a vislumbrar ese futuro maravilloso, con artículos que le ayudarán a  animarse, porque usted necesita buenas noticias y también necesita pedir que venga su Reino .

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Acerca del autor

Álvaro Matamala

Alvaro Matamala

Alvaro Matamala es Ingeniero en Administración de Empresas. Casado con Fabiola Jaufrett Silva. Tiene seis hijos, tres hombres y tres mujeres. Algunos de ellos ya están casados y le han dado nietos hermosos.

Llegó a la Iglesia de Dios en el año 1985 e inmediatamente ingresó a los Clubes de Oratoria y Graduados. Es amante de la lectura y el estudio de diferentes temas relacionados con la profecía bíblica. Es lector recurrente de los más destacados portales de noticias. Le interesan especialmente los temas relacionados con Israel actual.

Fue ordenado como ministro en el año 2015 y desde el año 2020 trabaja a tiempo completo para la Iglesia de Dios, una Asociacion Mundial en Chile, atendiendo las congregaciones de Curicó, Talca y San Carlos.

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