Cómo rendirse ante Dios

¿Qué significa rendirse ante Dios? ¿Rendirse ante Dios es algo más que simplemente creer? En este blog vamos a hablar acerca de tres pasos para rendir nuestra vida ante Dios.

La palabra rendir significa someterse al control y poder de otro.

¿Cómo se rinde un cristiano delante de Dios? ¿Es tan simple como ondear una bandera blanca? ¿O sucede simplemente después de hacer una pequeña oración y “entregar nuestro corazón al Señor”?

¿Qué significa rendirse?

Cómo se rindió Pablo ante Dios

Analicemos el ejemplo de uno de los siervos más importantes de Dios en la Biblia, el apóstol Pablo. Antes de convertirse en un gran hombre de fe, él era un fariseo celoso que arrastraba fuera a los cristianos de sus casas, los encarcelaba y en ocasiones los mataba. Él pensaba que estaba llevando a cabo la obra de Dios, ¡cuando en realidad estaba haciendo todo lo contrario!

En otras palabras, Pablo no llevaba un camino de vida sometido a Dios.

Un día, mientras viajaba de Jerusalén a Damasco con órdenes de arresto en sus manos, fue arrojado al suelo por Cristo mismo.

El relato narra: “y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4).

El relato continúa: “Él, [Pablo] temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (v. 6, énfasis añadido). Notemos la actitud de sometimiento de este hombre que previamente había estado equivocado, pero ahora estaba completamente humillado.

“Señor, ¿qué quieres que yo haga?” es una pregunta que resume lo que significa rendirse delante de Dios. Es el punto de partida de ese viaje que emprende cada cristiano verdaderamente convertido para rendirse a Dios.

Cuando, al igual que Pablo, llegamos al punto de nuestras vidas en el que somos derribados por las circunstancias y sabemos que necesitamos la misericordia y guía de Dios, entonces comenzamos el viaje que nos lleva a rendirnos ante Dios.

Pero, ¿cómo puedo someter mi vida a Dios?

¿Basta con profesar creer en Jesús? ¿Es simplemente una experiencia emocional? ¿O implica mucho más que esto?

Analicemos estos tres pasos que debemos seguir para rendir totalmente nuestras vidas a Dios.

“Rendirnos ante Dios” Paso 1: arrepentimiento

La corriente principal del cristianismo actual rara vez habla acerca del arrepentimiento. Con frecuencia, la idea del arrepentimiento es poco más que una experiencia emocional acompañada de palabras como: “Estoy invitando a Cristo a mi vida” o “Estoy entregando mi corazón al Señor”. Si usted desea más información acerca de este tema, lo invitamos a leer, “¿Basta con que ‘aceptemos a Jesucristo?’”.

Al arrepentimiento abarca mucho más que simplemente reconocer que Jesús es el Señor y sentirnos mal por nuestros pecados pasados.

La palabra arrepentimiento, o alguna de sus variaciones, aparece 70 veces en las páginas de la Biblia.

Cuando Juan el bautista predicó en el desierto de Judea, ¿cuál fue la primera palabra que salió de su boca?, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2, énfasis añadido). Cuando los fariseos y saduceos se le acercaron a Juan, ¿qué les dijo él? “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (v. 8, énfasis añadido).

¿Cuál fue el mensaje de Jesús cuando comenzó a predicar? “Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15, énfasis añadido). ¿Qué les proclamó Pablo a los atenienses de su época?, “Pero Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30, énfasis añadido).

Es posible que el arrepentirse no sea un mensaje tan popular, pero definitivamente es necesario —y el primer paso es rendirse verdaderamente ante Dios.

Algunos se preguntarán: “Pero, ¿qué significa arrepentirse? y ¿de qué me debería arrepentir yo?”.

Es posible que el arrepentirse no sea un mensaje tan popular, pero definitivamente es necesario —y el primer paso es rendirse verdaderamente ante Dios.

Según el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento de Vine, “arrepentirse” viene de la palabra griega metanoeo, que significa “percibir de antemano” o “cambiar de opinión”. En su forma más básica, el arrepentimiento es un cambio de mentalidad. Es un cambio total de pensamiento —que lleva a un cambio de conducta.

Pero hay otro elemento del arrepentimiento que se describe en un relato del Nuevo Testamento que ayuda a esbozar un panorama más completo del significado de la palabra.

Semanas después de la crucifixión de Jesucristo —una muerte brutal precedida de burlas, golpes y azotes— Pedro se dirigió a las multitudes de Jerusalén, muchas de las cuales habían sido testigas de los diversos milagros que Jesús había llevado a cabo.

Observemos el comentario de Pedro a las multitudes: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).

Pedro los confrontó con la dura realidad de que ellos eran responsables de la muerte de Cristo, Dios en la carne. Habían visto sanar a los enfermos, expulsar a los demonios y resucitar a los muertos, y aun así la gente había gritado “¡Crucifícale!” apenas unas semanas antes (Lucas 23:21).

Pero cuando Pedro dijo “vosotros”, no sólo se refería a aquellas personas en ese momento. También se refería a usted y a mí.

Ese “vosotros” se aplica a cada uno de nosotros individualmente. A causa de nuestro pecado, todos somos responsables de la muerte de Jesucristo. Si usted desea saber más acerca del propósito de la muerte de Cristo, lo invitamos a leer “Por qué Jesús tuvo que morir”.

La reacción de la multitud ejemplifica la primera etapa del arrepentimiento: “Al oír esto, se compungieron de corazón” (Hechos 2:37, énfasis añadido).

El verdadero arrepentimiento implica estar “compungidos de corazón”. Debemos sentir una profunda tristeza por nuestros pecados y por el papel que estos desempeñaron en la necesidad de la muerte de Cristo. Esa tristeza debe llevarnos a una determinación inquebrantable de cambiar de mentalidad y dejar de pecar. Estos dos componentes son el corazón y la base del arrepentimiento.

Cuando nuestros pecados nos afligen y deseamos por encima de todo obedecer plenamente a Dios, estamos enrutados en el camino del sometimiento total a Dios. Si usted desea profundizar en el tema del arrepentimiento, lo invitamos a leer “¿Qué es el arrepentimiento?”.

Pero, ¿qué viene después de que experimentamos esa tristeza por nuestros pecados y tomamos la decisión de dejar de pecar?

“Rendirnos ante Dios” paso 2: ser bautizados

Después de que las multitudes estuvieran “compungidos de corazón”, le hicieron a Pedro y a los demás apóstoles una pregunta muy importante, “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (v. 37).

Pedro respondió: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38, énfasis añadido).

Después del arrepentimiento, el siguiente paso en el proceso de rendirse ante Dios es el bautismo, el cual permite la “remisión” o perdón de los pecados.

El pecado es el quebrantamiento de la ley de Dios, y sus consecuencias son separación de Dios y la muerte definitiva (Isaías 59:2; 1 Juan 3:4; Romanos 6:23). Necesitamos la sangre derramada de Jesucristo, Dios en la carne, para pagar por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Antes de que una persona sea bautizada, debe arrepentirse realmente y aceptar a Jesucristo como su Salvador personal.

En el bautismo, el creyente establece un pacto con su Creador, comprometiéndose a seguirlo pase lo que pase.

La palabra griega para bautismo es baptisma, que significa “inmersión” o “sumergimiento” en agua. Esta ceremonia representa la purificación del pecado y el compromiso de por vida de dejar de quebrantar los mandamientos de Dios para obedecerlos de todo corazón. En el bautismo, el creyente establece un pacto con su Creador, comprometiéndose a seguirlo pase lo que pase. El bautismo es el compromiso más trascendental que un cristiano puede asumir en su vida.

En Lucas 14:26, Jesús se refirió al nivel de seriedad que implica tomar la decisión de rendirse ante Él: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”.

La palabra “aborrece”, aquí significa amar menos en comparación, lo que ilustra el punto de que Dios debe ser lo primero en nuestras vidas. Debemos estar dispuestos a renunciar a todo —incluyendo nuestras propias vidas si es necesario— para seguirlo. Debemos darle prioridad a Él —y a la búsqueda de su Reino y su justicia— por encima de todo lo demás (Mateo 6:33).

Además, cuando los creyentes arrepentidos toman la decisión de bautizarse —después de analizar cuidadosamente si realmente están dispuestos a rendirse incondicionalmente a Dios— figurativamente, están dando muerte a su viejo yo pecaminoso.

Observemos lo que Pablo dijo con respecto a esto: “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:6-7).

Mediante el bautismo, el creyente es liberado de las cadenas del pecado y hecho esclavo de Dios (Romanos 6:22). En otras palabras, el creyente es ahora capaz de rendirse a Dios y convertirse en su siervo. Si usted desea profundizar en el tema del bautismo, lo invitamos a leer “¿Qué es el bautismo?” y “¿Qué representan los símbolos del bautismo?”.

“Rendirnos ante Dios” paso 3: Andemos en vida nueva

Después de que el creyente arrepentido ha sido enterrado simbólicamente en una tumba de “agua” —un acontecimiento que marca el fin, el cese absoluto, de la vida de pecado que solía llevar la persona— puede comenzar un camino de vida diferente.

Con respecto a este camino de vida diferente, el apóstol Pablo fue inspirado a escribir, “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4, énfasis añadido).

¿Qué significa “vida nueva”? ¿Cómo camina un cristiano en ella?

Ahora se espera que “presentemos” nuestros cuerpos, nuestras vidas, como instrumentos de justicia.

En los versículos 12-13 encontramos la respuesta: “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”.

Antes del bautismo, nuestras vidas se caracterizaban por ser instrumentos del pecado, pero ahora se espera que “presentemos” nuestros cuerpos, nuestras vidas, como instrumentos de justicia.

Así como un cincel —un objeto físico sin voluntad propia— descansa cómodamente en las manos de un artesano como su herramienta para llevar a cabo una labor específica, un cristiano sometido se esfuerza para descansar plácidamente en las manos de Dios, permitiéndole a Él que obre en su vida.

La Biblia define la transformación a este camino de vida como conversión.

Si usted desea aprender más acerca de cómo es una vida rendida y convertida, lo invitamos a leer “¿Qué es conversión?” y “Cristo en nosotros: ¿cómo vive Él en usted?”.

Vivir una vida rendida a Dios

En nuestra vida pasada, hicimos lo que quisimos y nos resistimos a Dios. Básicamente, nos alejamos de Él todo lo que pudimos. Pero después de que nos rendimos ante Dios, le permitimos que transformara nuestras vidas. En lugar de hacer nuestra voluntad, buscamos rendir nuestra voluntad a la suya. En lugar de ser una ley para nosotros mismos, buscamos obedecer su ley. En vez de seguir nuestro propio espíritu, buscamos ser guiados por su Espíritu.

Solíamos seguir nuestro propio camino, pero ahora seguimos el camino de Dios. Solíamos buscar maneras de complacernos a nosotros mismos, pero ahora buscamos maneras de complacer a Dios.

A medida que continuamos rindiéndonos a Dios en cada aspecto de nuestras vidas, demostramos que estamos caminando en una vida nueva.

A partir del bautismo, el enfoque predeterminado de la vida debe ser el del apóstol Pablo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.

Así es como nos rendimos a Dios. ¿Estamos preparados y dispuestos a hacerlo?

Acerca del autor

Kendrick Diaz

Kendrick Diaz

Kendrick Diaz se graduó de Foundation Institute y es miembro de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial. Nació y creció en Los Ángeles, California.

Encontró su pasión por la enseñanza y la escritura mientras estaba en la escuela secundaria y finalmente obtuvo una licenciatura en Inglés y una maestría en educación en la Universidad de California, Riverside. Le gusta enseñar Inglés, pero su tema favorito para enseñar es la Biblia. Se complace en esforzarse por transmitir las verdades bíblicas de una manera sencilla y fácil de entender.

Sus pasatiempos favoritos sonn ir al gimnasio, jugar baloncesto, leer, escalar rocas y tener conversaciones profundas junto a una hoguera.

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